La podología es, probablemente, una de las ramas sanitarias que más ha evolucionado en las últimas décadas. Durante muchos años, la atención a los pies se percibía como un aspecto secundario, vinculado casi exclusivamente al alivio de molestias puntuales o al cuidado estético, algo con lo que poco tiene que ver. Hoy, en cambio, la podología se ha consolidado como un pilar imprescindible de la salud, con un papel preventivo, diagnóstico y terapéutico que impacta directamente en la calidad de vida de millones de personas.
El 8 de octubre, cada año conmemoramos el Día Internacional de la Podología, una oportunidad para recordar de dónde venimos, reconocer el camino recorrido y proyectar hacia dónde vamos.
La historia de la podología en España está marcada por el esfuerzo de varias generaciones de profesionales que lucharon por el reconocimiento académico y sanitario de la disciplina. Lo que en su día eran estudios sin un título universitario propio y orientados básicamente a la quiropodia, se ha transformado en una titulación universitaria, con formación clínica, científica y quirúrgica, estudios de postgrado de máster y doctorado, llegando a la cátedra universitaria y con un importante corpus investigador. Hoy, el profesional de la podología es un sanitario con competencias propias, preparado para atender patologías complejas, prescribir tratamientos, incluso farmacológicos, y realizar cirugía.
La evolución ha sido tan profunda que resulta difícil imaginar un sistema sanitario sin la aportación de la podología. Desde la prevención hasta la cirugía avanzada, pasando por la biomecánica o la investigación, el rol del podólogo se ha ampliado y diversificado, ganándose un espacio de reconocimiento cada vez mayor dentro de la comunidad científica y médica.
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