Tiene 66 años y continúa siendo el médico de Bóveda-Rubián, en la provincia de Lugo, a escasos kilómetros de Monforte de Lemos, la capital de la Ribera Sacra. “Me gusta ser médico, vengo contento al centro de salud y me aporta seguir trabajando”, enfatiza Dionisio Blanco Rubiños. Siempre tuvo claro que quería desempeñar su profesión en el medio rural. Huye de la urbe, le incomoda, y disfruta del sosiego que proporciona el campo así como de la cercanía con sus pacientes, sabe cómo viven, lo que se convierte en una herramienta más tanto para el diagnóstico como para el tratamiento.
“Yo siempre trabajé en la provincia de Lugo, la ciudad nunca me gustó, quizás porque me crie en un pueblo pequeño (Lindín). Monforte ya me resulta un sitio incómodo”, reconoce. Estudió Medicina en Santiago de Compostela y obtuvo la licenciatura en 1985. La situación laboral era justo la opuesta a la actual: “Me tocó el tiempo del paro médico, había mucha gente para trabajar y no se convocaban oposiciones”. Hace 32 años que se convirtió en el médico de Rubián, primero como interino y después como propietario de la plaza. Ahora, cubre su puesto en este centro de salud y el que quedó vacante en el vecino Bóveda (la capital del municipio), ambos dentro del área sanitaria de Lugo, A Mariña y Monforte de Lemos.
En su opinión, el desarrollo profesional no está reñido con el trabajo en el área rural, pero es esencial tener predilección por este modo de vida: “En atención primaria puedes hacer la mejor medicina del mundo, puedes tocar todos los palos. Entiendo que el desarrollo profesional en el rural no tiene por qué ser más difícil, hoy en día se puede hacer formación e investigación, pero obviamente tiene que gustarte vivir en el campo”.
Dificultades
No obstante, Dionisio Blanco convive a diario con los problemas que aquejan a toda la medicina de familia, como la escasez de médicos, las dificultades para pedir pruebas y especialmente con el aislamiento.
En total, su cupo asciende a 1.600 pacientes, con una destacada mayoría de personas mayores y enfermos crónicos. Las dificultades para cubrir plazas, vacaciones y días de permisos se traducen inexorablemente en un aumento significativo de trabajo: “Siempre que me voy, cuando regreso, tengo seguro al menos un tercio más de trabajo, y eso que aquí tengo la suerte de que cuento con una persona en administración y una enfermera que son muy eficaces y solucionan mucho”
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