Las vacaciones estivales suponen descanso, un paréntesis en la rutina diaria que, a veces, se acompaña de un ritmo de vida más anárquico que hacen bajar la guardia en lo que a hábitos saludables se refiere: hacemos más excesos en las comidas, consumimos más bebidas alcohólicas y realizamos un paréntesis en la actividad física.
Si a ello le añadimos interrupciones en la medicación pautada, el estrés que pueden ocasionar los viajes o el calor extremo, tenemos el cóctel perfecto para que el corazón se resienta. Esta combinación de factores puede convertirse en el detonante de problemas cardiovasculares, especialmente en personas con factores de riesgo, según alertan desde la Fundación EPIC, entidad especializada y dedicada a la educación en procedimientos de intervencionismo en Cardiología.
Sus profesionales insisten así que las vacaciones pueden ser una época de alto riesgo para el corazón y que la prevención no se detiene en verano: es recomendable una dieta ligera, sin sal, a base de verduras, pescado azul y frutas. Beber agua, cada hora aproximadamente, aunque no se tenga sed, evitando el calor, bebidas con cafeína o azucaradas, porque estas últimas pueden favorecer la deshidratación.
Armando Pérez de Prado, presidente de la Fundación EPIC, explica que durante el verano es más fácil que los factores de riesgo cardiovascular se alteren y empeoren la situación clínica de los enfermos. "La hipertensión arterial, la diabetes, la obesidad y la dislipemia son factores que se alteran muy fácilmente. Se bebe menos agua y sin embargo se consumen más bebidas alcohólicas. No hay que olvidar que el alcohol, que eleva la tensión arterial, es un desencadenante de la arritmia más común y potencialmente muy grave, la fibrilación auricular".
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