Las llamas que asolan a España desde el pasado martes, no solo han devorado miles de hectáreas y generado rastrojos de cenizas y humo, también dejan su huella a cientos de kilómetros del foco. En ciudades como Madrid o Toledo, el aire se encuentra cargado de partículas en suspensión que van directas al aparato respiratorio, alcanzan el torrente sanguíneo y aumentan el riesgo de padecer un infarto o un ictus.
La ola de incendios forestales en la península ha provocado las mayores emisiones de carbono en España desde que hay registros. Según el Servicio de Monitoreo Atmosférico de Copernicus (CAMS), los fuegos han disparado los niveles hasta convertir 2025 en el año con más contaminación en el aire de las últimas dos décadas. ¿Y qué contiene este aire, además de gases tóxicos, que es tan perjudicial?
Se trata de partículas finas (PM2.5, con un diámetro igual o inferior a 2,5 micras), uno de los contaminantes más nocivos, capaz de afectar tanto a quienes viven cerca del incendio como a quienes ni siquiera han atisbado el fuego. "La polución ambiental depende de los vientos y puede inhalarse a kilómetros de distancia, como ocurre en este caso", explica Cristina Martín, neumóloga de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ).
"El componente es entre 20 y 30 veces más pequeño que un cabello humano. Las partículas son diminutas y llegan hasta el fondo de los pulmones. Por eso, generan tantos problemas de salud: interactúan con diferentes células pulmonares, provocan inflamación y estrés oxidativo", explica Cathryn Tonne, investigadora del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por la Fundación "la Caixa".
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