Cuando la abuela de un paciente ingresado le pidió a su nieto que le acercara el andador porque quería ir al baño sola, el joven se sorprendió: “Abuela, aquí te llevan una cuña a la cama”, respondió. “¿Y qué pasa con mis piernas?”, replicó ella. Este diálogo cotidiano refleja la esencia del Programa del Paciente Frágil que nació en 2018 en el Hospital Universitario Rey Juan Carlos, de Móstoles (Madrid): no permitir que la hospitalización robe autonomía ni funcionalidad al paciente mayor.
El proyecto, que hoy se ha extendido a los cuatro hospitales públicos de Quirónsalud en la Comunidad de Madrid (Rey Juan Carlos, Fundación Jiménez Díaz, Infanta Elena y General de Villalba) surgió como respuesta a un problema frecuente pero, durante años, invisibilizado: el deterioro funcional evitable durante el ingreso hospitalario. “Queríamos transformar la forma de hospitalizar al paciente mayor, pasando de un modelo centrado solo en la enfermedad a otro que protege su funcionalidad y su dignidad”, explica Francisco Javier Martínez Peromingo, coordinador del Departamento de Geriatría de los citados hospitales.
Una brecha asistencial
La evidencia científica respalda esta preocupación. Un estudio publicado por Elizabeth N. Chapman y Alexis Eastman, profesoras del Departamento de Geriatría y Gerontología de la Universidad de Wisconsin, publicado en Journal of the American Geriatrics Society, advierte de que entre el 30% y el 60% de los mayores ingresados experimentan pérdida funcional durante la hospitalización, y que en muchos casos esta merma no se recupera tras el alta. Las causas: inmovilización prolongada, uso indiscriminado de pañales, entornos desorientadores y rutinas rígidas que alteran el sueño. De hecho, la idea de hacer este estudio llegó por el caso de la abuela de una de las autoras: ingresada por una fractura de húmero no operable durante la pandemia, pasó días encamada, sin gafas ni audífonos, con pocas interacciones y rutinas poco adaptadas. Desarrolló un delirium agitado, se demoró el alta y nunca recuperó por completo la funcionalidad. No es un caso aislado, sino un recordatorio de que la hospitalización del mayor, si no se gestiona con criterios de fragilidad, puede precipitar dependencia e institucionalización.
“Lo veíamos cada día: pacientes que llegaban caminando y se iban dependientes, con incontinencia o con episodios de delirium”, señala Martínez Peromingo. “No eran complicaciones inevitables, sino prevenibles con un cambio en la manera de cuidar”.
Tres pilares y un cambio cultural
El programa se articula sobre tres estrategias: identificación precoz del paciente frágil desde urgencias; prevención del deterioro funcional mediante movilización temprana y fomento del autocuidado, y prevención del delirium con medidas sencillas como mantener objetos familiares, calendarios visibles y respetar los ciclos de sueño.
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