La exposición repetida a impactos en la cabeza sigue siendo un riesgo infraestimado en el fútbol profesional. Así lo puso de manifiesto un estudio realizado por el Instituto de Rehabilitación Neurológica de Vithas (Irenea) y la Universitat Politècnica de València, que identificó 61 posibles conmociones cerebrales en una sola temporada del Real Madrid. La incidencia registrada, que fue de 48,6 episodios por cada 1.000 horas de juego, duplica ampliamente las cifras que hasta ahora recogían los registros oficiales de La Liga.
Parte de estos eventos traumáticos ocurrieron durante disputas aéreas, especialmente por contacto entre el codo del rival y la cabeza del jugador, con predilección por las zonas frontal y parietal del cráneo. Pese a tratarse de impactos de alta energía, en muchos casos no desencadenaron ni sustituciones ni revisiones médicas inmediatas, según recogen la investigación que está pendiente de publicación en Sports Medicine.
"El problema no es solo cuántas conmociones se producen, sino cómo se gestionan en tiempo real", advierte Enrique Noé, neurólogo y director de investigación de Irenea e investigador principal del estudio. "Estamos observando que la mayoría de los jugadores que sufren un posible daño cerebral regresan a la competición en menos de siete días, sin pasar por los controles clínicos recomendados por las guías internacionales”.
Más de la mitad de los jugadores que sufrieron una posible conmoción cerebral durante la temporada volvieron a sufrir un segundo episodio, lo que indica un patrón repetitivo sin intervención clínica adecuada. Según Noé, el fútbol de élite sigue funcionando con protocolos diseñados para lesiones musculares, sin contemplar con seriedad el daño cerebral acumulativo. "Los síntomas pueden ser sutiles o pasar desapercibidos en el momento, pero los efectos se manifiestan con el tiempo y pueden comprometer seriamente la salud cognitiva del jugador”, explica.
El estudio también pone en evidencia la ausencia de protocolos operativos en el ámbito arbitral y médico durante el periodo analizado, que fue de la temporada del 2019-2020. Solo un tercio de los jugadores implicados fue sustituido tras el golpe, y menos de la mitad de los lances recibió algún tipo de sanción. Para los autores de estudio, esto refleja una tendencia preocupante a restar importancia a este tipo de lesiones dentro del propio sistema competitivo.
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