Si tuviera una varita mágica de un solo uso para mejorar la sanidad, César Pascual, consejero de Salud de Cantabria, "pondría financiación finalista para que haya más equidad", según confesó durante la entrevista que se le realizó en el Encuentro con la Sanidad Cántabra, que se celebró el pasado miércoles en el Palacio de la Magdalena, en Santander, organizado por Diario Médico en colaboración con la Consejería de Salud del Gobierno cántabro y con el apoyo de AstraZeneca, Bayer, Gilead, GSK, Lilly y Siemens Healthineers.
Pero como, reconoce, las varitas mágicas no existen, de momento le basta con tener "un servicio de salud que presupuestariamente está en la media alta de España", y ha anunciado que "vamos a crecer más el año que viene, bastante más que el resto de de consejerías".
Este crecimiento se usará, según Pascual, para ir paso a paso: "Los cambios no se hacen en 4 años, los cambios, cuando son transformaciones, son a largo plazo, pero para que haya cambios tienes que ir consiguiendo hitos".
Esta transformación del sistema sanitario cántabro irá, por un lado, encaminada a mejorar la situación de los profesionales, dado que, según admite el consejero, "hay una sensación de disconfort en los profesionales muy alta que ellos repercuten en el Gobierno, y necesitamos que los profesionales trabajen pensando que están en el mejor sitio donde podían trabajar porque eso es lo que realmente hará que desarrollemos talento". Y es que plantea que "hay muy buenos profesionales, pero esa sensación de disconfort ha bajado el compromiso con la organización, y ese compromiso solo se puede recuperar si tienes profesionales que se encuentran cómodos".
¿Y cómo se consigue mejorar esa comodidad, que el consejero sitúa como su principal preocupación? "Pues hablando con ellos, dialogando y participando". Quiere Pascual llegar a un pacto con los profesionales, y eso se logra "atendiendo a las reivindicaciones históricas que ha tenido el personal, entre ellas la revisión salarial, de las condiciones laborales... Habrá que negociar y, a partir de ahí, empezar a ir solucionando otras necesidades de desarrollo profesional".
El problema, a su juicio, es que tampoco se pueden hacer grandes cambios porque "tenemos unas organizaciones muy rígidas, muy inflexibles, muy exigentes y con una actividad muy alta. Y eso no es un elemento especialmente motivador". También resulta difícil tener "un modelo diseñado para enfermos agudos que se tiene que enfrentar a tratar enfermos crónicos y con escasez de profesionales".
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