Son la cara y la cruz del linfoma folicular. Los ojos grandes de Ana expresan alegría: "Estoy aquí gracias a la investigación. Llevo dos años con el cáncer en remisión". Quizás, una felicidad contenida, porque frente a ella, en conversación los dos, se encuentra Fran. A sus espaldas carga la pesada cruz de la amenaza de que el tumor vuelva: "He probado ya con todas las terapias posibles. Ninguna me ha servido. Mis remisiones son de unos ocho meses. Ahora solo puedo esperar a que Sanidad dé luz verde a la terapia CAR-T para que tenga otra oportunidad".
El linfoma folicular supone el 1% de los tumores en España y es el segundo tumor hematológico más frecuente. "Si bien suelen tener buen pronóstico, entre un 30-40% de los casos es refractario a los tratamientos estándar", expone Joaquín Martínez López, director de la Unidad CRIS de Tumores Hematológicos y jefe de Hematología del Hospital Universitario 12 de Octubre. Esto significa que a un número significativo de pacientes no le sirven las terapias existentes en el botiquín: "Su supervivencia queda reducida a menos de 12 meses de media", insiste Martínez.
Ana y Fran no son un número, pero sí la muestra de que ni la batería de quimios actuales ni el trasplante autólogo ni los anticuerpos monoclonales sirven para eliminar las células malignas de su cuerpo. A Ana sólo le ha valido recibir uno de los tratamientos más avanzados: una terapia CAR-T. "Gracias a que me incluyeron en un ensayo clínico hoy puedo contarlo". Y la fortuna de ella, Fran la desea. "La terapia CAR-T es lo único que me podría salvar la vida ahora, lo demás no ha funcionado".
Desde la Fundación CRIS contra el Cáncer denuncian esta situación de desamparo que viven estos pacientes. Insisten al Ministerio de Sanidad del Gobierno de España en la necesidad urgente de aprobar la financiación de los tratamientos CAR-T para todos los tumores hematológicos dentro del Sistema Nacional de Salud bajo las indicaciones de los especialistas en oncología. Actualmente, la terapia con CAR-T solo se financia para algunos tumores y en el caso de los linfomas, solo para linfoma difuso en tercera línea.
Para Ana, recibir la terapia CAR-T fue relativamente sencillo, dentro de lo que supone todo este complejo proceso. "Fui a que me quitaran los glóbulos blancos, que hasta entonces ni sabía qué hacían. Y tiempo después me llamaron y me los pusieron, pero ya mejorados. Y funcionó".
Esta terapia celular avanzada consiste en extraer del propio paciente los linfocitos T -un tipo de células del sistema inmunitario-, entrenarlos con modificación genética y luego devolverlas al organismo para que destruyan las células cancerosas. "Sí, te los sacan para que aprendan a destruir el tumor", apostilla Fran.
En ambos casos el cáncer llegó sin preaviso. El linfoma folicular es un subtipo de linfoma no hodgkiniano (LNH), donde las células de los tejidos linfáticos en el sistema linfático se multiplican sin control hasta que, en última instancia, producen tumores. "Es indolente y en ocasiones no requiere tratamiento", comenta Martínez.
Fran: "Que yo sé lo que hay, que cada vez que paso un tratamiento, luego vuelve el cáncer. Ahora ya no tengo nada"
No es la situación de Ana ni de Fran. Ella recibió el diagnóstico en 2020 y, sí, le pillo la pandemia en todo el proceso. Fue un cansancio inusual, exagerado y progresivo el que la llevó a la consulta. "Te cambia la vida cuando oyes el diagnóstico: linfoma folicular en estadio 3 grado 4. Y luego, de repente, fue todo muy rápido", recuerda. "Al principio, llegaron los ciclos de quimioterapia. Seis. Y bueno, bien. Hasta que recaes. Y aquí viene ya lo difícil".
Cuando pacientes como Ana y Fran, no responden a esa primera línea de tratamiento y les falla la segunda, se convierten en una necesidad médica no cubierta. "Y hay que darles una solución", recalca el hematólogo. ¿Cuál? "Hay una indicación en una terapia CAR-T que ya está aprobada en Europa que debería poder usarse en España. Es cuestión de que la farmacéutica y Sanidad se sienten a ponerle precio para darle cobertura".
Mientras esto sucede, los ensayos clínicos son la única vía. "Aquí no hay una fórmula de uso compasivo", descarta Martínez. Antes de que llegar al trasplante autólogo de médula, Ana encontró su tabla de salvación en Salamanca. "La segunda ronda de la quimio fue horrorosa. Te meten en un zulo y estás ocho días recibiendo quimioterapia. No es como cuando iba al hospital, me sentaba unas horas y luego ya me podía ir", recuerda con amargura Ana. "Estaba tan mal, tan mal... El cáncer no se iba. No llegué al trasplante, porque el tumor iba más rápido. Así que me hablaron de la posibilidad de viajar a Salamanca y me fui. Iba con mi familia el día anterior a las pruebas, estaba allí un par de días y me volvía".
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