La razón del mal es un libro que admite varias lecturas. Más allá de la propia acción que se desarrolla en la novela, es un texto inquietante y profundo que aborda temas como el bien y el mal; la pasividad y la acción (tanto de los representantes públicos como de los ciudadanos particulares); el valor de la amistad y el amor; la facilidad y la rapidez con la que se puede destruir una civilización que ha costado siglos y esfuerzo crear; la libertad y el autoritarismo; el poder del miedo; el poder de las masas; la importancia de los nombres y las denominaciones; el altruismo y el egoísmo; y el recuerdo y el olvido (opción que a veces resulta infinitamente más sencilla). En este sentido, la enfermedad física sería la «excusa» para presentarnos una enfermedad moral, la degradación progresiva de una sociedad aparentemente sana pero que en sus capas más íntimas seguramente ya estaba enferma antes del desastre que ha vivido. Conviene recordar que el autor, Rafael Argullol, es, además de escritor y profesor universitario, filósofo.
Leí por primera vez este libro dos o tres años antes del confinamiento por la pandemia de COVID-19. En aquel momento saqué dos conclusiones: el final me pareció un poco flojo, y me daba la impresión de que se podría convertir en una novela gráfica de alto impacto visual, con imágenes en blanco y negro para todo lo relativo a la epidemia y en color para la vida privada del protagonista. En estas últimas semanas he releído el libro. Entre ambas lecturas han sucedido dos cosas: por un lado, la pandemia de COVID-19 y las consecuencias de todo orden que ha traído; por otro, he leído Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago. En esta relectura, el final me parece más coherente con el resto del libro, y sigo pensando que da para una buena novela gráfica.
Es imposible no establecer paralelismos entre los libros de Argullol y Saramago, y se podría llegar a pensar que el primero ha bebido en las fuentes del segundo, de no ser porque… el primero de los libros ganó el Premio Nadal de 1993 y se publicó en 1994, y el segundo se publicó en 1995 (aparentemente con un período de gestación de cuatro años). ¿Conocía alguno de los dos autores el trabajo del otro?
También es inevitable establecer vínculos entre el libro de Argullol y la pandemia de COVID-19. De hecho, de la noche a la mañana tanto el autor como el libro pasaron a estar de actualidad, como atestiguan la reedición del libro (Acantilado, 2020) y las entrevistas que concedió el autor a partir de marzo de 2020 (se pueden ver enlaces a algunas de ellas aquí). Haber vivido lo que empezamos a vivir en el invierno de 2019 a 2020 permite hacer otra lectura de este libro y verlo bajo una nueva luz.
¿Recomiendo el libro? Absolutamente, tanto por su calidad literaria como por la temática y las múltiples implicaciones y ramificaciones que tiene. Cuando dentro de unos años lo relea, seguro que encuentro aspectos que en las dos lecturas previas se me han escapado (tan solo espero que no haya otra pandemia por medio para descubrirlos). Y tal vez su lectura nos descubra nuevos aspectos de lo que empezamos a vivir hace ya tres años y medio.
Antonio Díez Herranz es médico especialista en neumología y traductor médico profesional.
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