El Institut Guttmann de Barcelona ha publicado en Frontiers of Neurology los primeros resultados (en 14 pacientes) de un ensayo clínico en curso, llamado proyecto Prehabilita, sobre la seguridad y eficacia de la aplicación de la estimulación cerebral no invasivas antes de la cirugía de resección de tumores cerebrales. Su objetivo es desplazar funciones del cerebro que pueden verse afectadas por la intervención quirúrgica del lado en el que están a otro u otros (una zona segura) con el fin de preservarlas.
La finalidad de la técnica de estimulación cerebral no invasiva, basada en la estimulación magnética transcraneal o la estimulación eléctrica transcraneal de baja intensidad, es lograr reducir secuelas cognitivas y físicas derivadas de la cirugía de resección de lesiones ocupantes de espacio y/o gliomas de bajo grado (tipo cavernomas, etc.), ha explicado a este diario Kilian Abellaneda, investigador del Instituto Guttmann y coinvestigador principal del Prehabilita.
Actualmente, informa el científico, los pacientes con ese tipo de tumores plantean un doble dilema: hacer la resección lo mayor posible para evitar el riesgo de recurrencia del tumor y tratar de no dañar el tejido sano circundante para evitarle secuelas al paciente. Con el Prehabilita, aprovechando la plasticidad cerebral (el cerebro no es estático sino que está sujeto cambios e, incluso, puede responder de forma positiva a lesiones), se trata de alejar al máximo de la región cerebral a operar funciones que son tan importantes como la marcha o el habla (hay más). "Intentamos disminuir el protagonismo de esa región temporalmente", precisa Abellaneda.
Dentro de este proyecto, financiado por la Fundación Joan Ribas Araquistain, antes que nada se le realiza al paciente una RMN funcional para ver si hay funciones importantes regidas desde la zona del tumor o cerca de él que puedan resultar dañadas al resecar. El primer paso del Prehabilita es, en concreto, aplicar la estimulación magnética o eléctrica intracraneal no invasiva, con la que se trata de inhibir la región del cerebro a preservar. En el segundo paso, el paciente realiza una actividad intensa en la función que se pretende proteger, con lo que el cerebro se ve obligado a busca otro punto (o puntos) alternativo desde donde darle respuesta.
Cuando finaliza la aplicación de ese método prequirúrgico, el paciente vuelve a someterse a RMN (y a otras pruebas) para poder comprobar qué cambios se han producido en su cerebro, una información que le resulta al cirujano muy valiosa para planificar mejor la intervención. "Es un imput adicional", destaca Abellaneda.
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