En 1948 ha conseguido identificar ya algunos cultivos bacterianos con actividad antifúngica, pero necesita la colaboración de un bioquímico capaz de identificar, caracterizar, aislar y purificar las sustancias antimicóticas producidas en sus cultivos. El virólogo Gilbert Dalldorf, quien tres años antes había relevado a Wasdsworth al frente de la División, le propone colaborar con una investigadora de la sede central de Albany, la bioquímica Rachel Fuller Brown (1898-1980). Separadas por más de trescientos quilómetros, las dos científicas van a iniciar a partir de ese momento una estrecha colaboración a través del servicio de correo postal. En su laboratorio de Nueva York, Hazen cultivaba los microbios encontrados en muestras de suelo procedentes de todo el país e incluso del extranjero, y ensayaba su acción in vitro frente a dos hongos: Candida albicans y Cryptococcus neoformans. Si el cultivo era activo, lo enviaba a Albany en un frasco vacío de mermelada. En Albany, Brown aislaba y purificaba el principio activo del cultivo y lo volvía a enviar a Nueva York para ensayar de nuevo su actividad y, de demostrarse eficaz, también su toxicidad en animales de experimentación.
Uno de los cultivos más interesantes de la colección de Hazen correspondía a una nueva especie de actinobacteria que había aislado en una muestra de suelo que había recogido ella misma en la finca de un amigo suyo de Virginia (Walter B. Nourse según unas fuentes; William Nourse, según otras). La llamó Streptomyces noursei en homenaje no sé sabe muy bien si a su amigo, a su esposa Jessie Nourse o conjuntamente al matrimonio. El caso es que esa bacteria segregaba dos sustancias que inhibían el crecimiento de los hongos. La primera de ella resultó ser tóxica en los ratones, pero la segunda pasó con éxito todos los ensayos en animales y en el ser humano. En 1950, por fin, Hazen y Brown presentaron ante la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos su sensacional descubrimiento: el primer antibiótico antifúngico inocuo y eficaz en el ser humano.
En cuanto al nombre del principio activo, la intención primera de sus dos descubridoras fue llamarlo fungicidin, pero ese nombre estaba ya registrado, por lo que finalmente lo bautizaron nystatin (nistatina). El nombre deriva de NY State, forma abreviada del centro de investigación para el que trabajaban ambas: New York State Department of Health. En 1954, la FDA estadounidense aprobó su comercialización por parte de los Laboratorios Squibb con la marca Mycostatin, y el resto ya es historia.
Antifúngico poliénico sumamente eficaz contra las levaduras del género Candida, la nistatina sigue siendo hoy uno de los antimicóticos más usados en todo el mundo, incorporado a la lista de medicamentos esenciales de la OMS.
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