La crisis sanitaria mundial de la covid-19, por sus dimensiones y por su duración (van más de dos años y es difícil pensar que se acabará pronto), se ha desarrollado en paralelo a una pandemia de desinformación y conspiranoia (tendencia a interpretar determinados acontecimientos como fruto de una conspiración) a la que, lamentablemente, se han adherido públicamente varios líderes de estado. Eso, junto con los bulos más o menos explícitos (mentiras, medio verdades y verdades retorcidas) circulando libremente por las redes sociales, ha hecho, y sigue haciendo, auténticos estragos, especialmente en materia en vacunación.
Se ha especulado con todo: que el virus se esparce por medio del espectro electromagnético (red 5G, que se estaba generalizando justo cuando empezó la pandemia); que era una conspiración de Bill Gates, porque en una conferencia, hace más de un lustro, advirtió de una nueva pandemia (hay que recordar que la Fundación Bill y Belinda Gates está implicada en causas de salud mundial); que el SARS-CoV-2 fue creado intencionalmente como arma biológica (la secuenciación genética ha demostrado que tiene origen natural), lo que ya enfrentó a Estados Unidos con China; que es una megaestrategia de la industria farmacéutica para ganar más dinero (los abonados a esta idea son, en general, partidarios de pseudoterapias), y los siempre sospechosos cultivos genéticamente modificados, que tanto valen para un roto como para un descosido.
A todo eso hay que sumar que para muchos, en Europa y resto del mundo, la covid-19 no existe, o si existe es similar a la gripe estacional, y es un instrumento para reducir al mínimo la libertad de los ciudadanos. Lo de los 5,8 millones de muertos oficiales en todo el mundo hasta ahora, para ellos: ni de coña.
Pero teoría más tentadora para muchas personas, y algunos medios de comunicación internacionales que también la han abonado, es la referida al que el virus se escapó de un laboratorio chino, porque en Wuhan, zona cero de la pandemia, está ubicado el Instituto de Virología de Wuhan, que trabaja con coronavirus.
En este punto me voy a extender, porque la revista Nature ha publicado esta semana un estudio que respalda la hipótesis de que el coronavirus SARS-CoV-2, causante de la covid-19, podría haberse originado a partir de murciélagos que vivían en las cuevas de piedra caliza del sudeste asiático y el sur de China.
Sus autores, investigadores del Instituto Pasteur de París, en Francia, describen en ese trabajo tres coronavirus genéticamente similares al SARS-CoV-2 e identificados dentro de las poblaciones de murciélagos en el norte de Laos. Los autores encontraron que las secuencias genéticas que codifican las regiones de unión de ACE2 en los nuevos virus eran similares a las del SARS-CoV-2; ACE2 es un receptor de células humanas que el SARS-CoV-2 usa para ingresar a las células. Los virus de murciélago pudieron unirse a los receptores ACE2 humanos de manera más eficiente que la cepa SARS-CoV-2 original aislada de humanos. También observaron que uno de esos virus se replica dentro de líneas celulares humanas pero es inhibido por anticuerpos que neutralizan el SARS-CoV-2.
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