Imagine una aplicación de móvil que avisa de cambios de conducta potencialmente peligrosos en personas con tendencia suicida. El aviso llegaría a través de una alerta que dijese algo así como “parece que tienes una crisis, ¿quieres usar tu plan de seguridad?” Entonces se pondría en marcha un sistema personalizado, consensuado con un psiquiatra, con el que reducir el riesgo de tentativa. Puede sonar a un futuro idealizado, pero los especialistas ya están trabajando para desarrollar este tipo de herramientas, accesibles y cotidianas, con las que contribuir a la prevención del suicidio.
Es una de las líneas de investigación expuestas en el XXV Congreso Nacional de Psiquiatría, el primero de la nueva Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental, que se está celebrando en Santiago de Compostela. En la mesa Nuevas fronteras en la prevención del suicidio, moderada por Enrique Baca, jefe de Servicio de Psiquiatría del Hospital Fundación Jiménez Díaz (FJD) de Madrid, se han presentado datos de un proyecto pionero llevado a cabo en este centro.
Es una estrategia que se enmarca dentro de la llamada evaluación ecológica momentánea, caracterizada por aplicar los nuevos dispositivos, en concreto el móvil, para hacer una aproximación al paciente justo en el momento en que experimenta síntomas o una crisis, además de proporcionar al clínico información que no tiene durante la consulta. Esta metodología es aplicable a grupos poblacionales con un mismo factor de riesgo.
Así lo explica la psiquiatra María Luisa Barrigón Estévez, quien ha investigado en un sistema de monitorización de conducta mediante tecnología móvil. En un estudio piloto, desarrollado en el Hospital Fundación Jiménez Díaz, con una muestra de 225 pacientes reclutados entre aquellos que han cometido intento suicida o han tenido ideaciones “constatamos que el cambio de patrón de comportamiento detectado a través del móvil se corresponde con un 80% de probabilidad de presentar una crisis suicido”.
En el estudio se siguió durante seis meses a estas personas, entre las que aproximadamente el 15% registraron una crisis suicida o un trastorno requirió tratamiento de urgencia, expone María Luisa Barrigón. La especialista destaca que el sistema resulta muy poco intrusivo para el paciente, “porque nuestro objetivo no es saber dónde se encuentra o lo que dice por el móvil, sino si se está produciendo un cambio en el patrón de actividad en personas que comparten una característica homogénea, como es el riesgo de suicidio”. Por ejemplo, un posible perfil de conducta, menciona, sería cuando el móvil muestra que el usuario se queda más en casa; realiza menos llamadas; lo tiene más tiempo apagado o está más a oscuras de lo habitual.
Recalca que todavía queda mucho para perfilar la herramienta, que exige un exhaustivo trabajo de minería de datos.
Plan de seguridad
El siguiente paso en el desarrollo de esta herramienta (que lleva el nombre MeMind) es incorporar una respuesta ante la crisis detectada. Este plan de seguridad digital, o intervención, consiste en una serie de estrategias a las que puede recurrir el paciente y que se crea con ayuda del médico, de forma personalizada.
Según explica a DM Alejandro Albán Porras-Segovia, actualmente investigador en el Imperial College Londres, se trata de un proyecto pionero que nace impulsado por el grupo de Enrique Baca en la FJD. El plan cuenta con varias partes, como la señal de alarma que avisa de la potencial crisis (a partir de señales que pueden personalizarse, como el haber discutido con la pareja o haber dormido mal); las estrategias de afrontamiento o acciones que ayudan a rebajar el malestar (música, vídeo, llamadas), y una recopilación de razones personales por las que vivir, entre otras.
“Es un plan de seguridad de larga trayectoria, pero que al pasar del papel al móvil, aporta las ventajas de los elementos audiovisuales, así como la de llevar siempre en el bolsillo acceso a contactos de profesionales y centros donde recibir ayuda”.
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