El genetista español Francisco Ayala Pereda, discípulo de Theodosius Dobzhansky (uno de los padres del neodarwinismo) y exsacerdote dominico que limó las diferencias entre la fe católica y la evidencia científica, falleció la madrugada del viernes 3 de marzo a los 88 años de edad, en California, Estados Unidos, país en el que residía desde 1961.
Es uno de los científicos españoles más prestigiosos, si bien su reputación se vio ensombrecida en 2018 tras tres acusaciones de acoso sexual. Ayala perdió sus cargos en la Universidad de California en Irvine (EEUU) después de que una investigación interna diera crédito a una de las denuncias. El investigador madrileño defendió su inocencia argumentando que le habían despedido por sus "modales de caballero" y que habían convertido su "amabilidad en acusaciones de acoso sexual", como declaró en una entrevista en El Mundo diario en una entrevista en julio de 2018.
Ayala habría cumplido 89 años en apenas unos días. Nació en Madrid, el 12 de marzo de 1934. Desde sus comienzos, su pasión por la teología y la ciencia corrieron en paralelo. Estudió Física y Teología en Salamanca. Se ordenó sacerdote dominico en 1960 y, aunque dejó el sacerdocio ese mismo año, sus escritos suponen una reconciliación para los creyentes con el estudio de la vida y los cambios que rigen su evolución.
En 1961, se trasladó a Estados Unidos, donde conoció al que sería su mentor, el biólogo evolutivo Theodosius Dobzhansky. Con él se doctoró en genética por la Universidad de Columbia en 1964. Ayala pasó luego a la Universidad de Rockefeller y de ahí a la Universidad de California en Davis en 1971, el mismo año que adquirió la nacionalidad estadounidense. En 1987, se asentó en el campus de esta universidad en Irvine (UCI), donde culminó su carrera.
El científico tuvo dos matrimonios y dos hijos. Del primero, con Mary Henderson en 1968, nacieron Francisco José (1969) y Carlos Alberto (1972). En 1985 se casó en segundas nupcias con la ecóloga Hana Lostakova, ahora Hana Ayala, exprofesora de UCI y presidenta de la sociedad científica Pangea World.
Tanto su vocación inicial, como por su relación tan estrecha con Dobzhansky (el investigador ucraniano-estadounidense murió en brazos de Ayala camino al hospital) marcaron los pasos del genetista español. Sus primeros estudios afrontaron la malaria y la enfermedad de Chagas, dos enfermedades que aún afectan a millones de personas al año.
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