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miércoles, 19 de agosto de 2020

Flavo

Fernando Navarro
Fernando Navarro
Mié, 19/08/2020 - 19:02
Firma invitada
flavo
Flavo: de color amarillo dorado.

Diccionario de la RAE: «de color amarillo dorado».

Si gualda, a pesar de ser utilizado exclusivamente en el contexto de la descripción de la bandera española, roja y gualda, existe y tiene un uso tan reducido, ¿por qué flavo, que identifica el mismo color, no podría servir para esa gama cromática que, desde la melena del león hasta el oro, pasando por la miel o ciertos tonos del atardecer, está tan presente en la vida cotidiana? Es, como la mayoría de nuestras palabras, de ascendencia latina, como se aprecia en la solemnidad de su significante, tan próximo al clásico Flavio, por ejemplo. De entrada, recuerda mucho a los tropiezos con los que uno se encuentra en el entretenido pasatiempo de los crucigramas, un sorprendente caladero de voces raras o insólitas. A medida que la vamos diciendo y oyendo, sin embargo, parece llenarse flavo de esa luz dorada a la que remite, como si las consonantes iniciales, fl, iniciaran una llamarada, un movimiento flamígero que llenara de ecos dorados el ambiente en el que la pronunciamos o revistiera de su significado el objeto al que queremos calificar, darle un auténtico baño de oro. El campo de los objetos a los que puede ser asignado el color flavo no es pequeño, pero sí difícil la inserción del adjetivo en el contexto. Descolgarse con «le he regalado a mi mujer un abrigo flavo precioso» o «he comprado un papel de envolver, de color flavo, que realzará el regalo» garantiza, con suma probabilidad, un malentendido del que quizás solo pueda salirse a trompicones, tras la incomprensión radical de nuestros interlocutores, muchos de los cuales se lo van a tomar como si se les hubiera planteado un acertijo y, en consecuencia, se los estuviera poniendo a prueba, algo que se debe evitar a toda costa, pues nada hiere más la convivencia que someter a nuestros semejantes a evaluaciones constantes de las que pudiera derivarse un menoscabo de su reputación. Quizás lo más indicado, tratándose de una palabra que ha de aparecer en la conversación como si se tratara de un neologismo, es introducirla, como en otras ocasiones ya he recomendado, con la declaración de su significado por delante: «Ayer me regalaron una agenda de pastas flavas, es decir, doradas, que parece de un ministro». «¿Sabíais que existía una palabra, flavo, flava, para designar el color amarillo dorado, el de la bandera española al que llamamos gualda?». «¡Nada como los ojos flavos de Desideria: te miran y te bañan de miel, a juzgar por la luz dorada que parece emanar de ellos!». Reconozco que, en cuanto al color de los ojos, hay un abismo entre referirse a él con ambarino o con flavo, no lo discuto, pero estoy convencido de que ello se debe a la falta de uso. A poco que flavo y flava vayan apareciendo en nuestras descripciones, emergerán las connotaciones ígneas de las mismas y habremos ganado una nueva voz con la que ampliar nuestras posibilidades de expresión. Que la palabra se relacione, además con una planta cuyas flores amarillas se usan, cocidas, para obtener un tinte de dicho color es campo por el que os dejo, ya, caminar a solas, a sabiendas de que lograréis cautivar a vuestras múltiples audiencias durante el ameno trayecto de la excursión.

Dimas Mas
Pasaje extraído de El tesoro olvidado (Oportet, 2019)

El color flavo identifica la gama cromática que va desde la melena del león hasta el oro, pasando por la miel o ciertos tonos del atardecer, Off Fernando A. Navarro Off

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