El último medio año ha sido, con mucha diferencia, el que más muertes ha registrado en España desde que existe la covid-19 y desde que hay registros comparables. Las más de 10.000 que oficialmente ha causado el virus y las casi 5.000 atribuidas al calor son cifras ya de por sí preocupantes.
Pero el mayor problema está en el exceso de mortalidad por todas las causas, que asciende a 27.060, muy por encima de los datos de 2020 y 2021 en los seis meses cálidos del año, de mayo a octubre. El total desde el mes de enero ya acumula 33.165.
¿Qué está ocurriendo? Nadie lo sabe con exactitud. Según el sistema de monitorización de la mortalidad diaria por todas las causas (Momo), no sólo ha habido récord en el total de decesos, sino también en los atribuibles al calor, que son 4.800. Además, se han contabilizado 10.410 defunciones por covid-19 en los últimos seis meses. Aunque sumemos estas dos causas, aún faltarían 11.850 muertes de más no atribuidas al clima ni al virus.
En ese mismo periodo, entre mayo y octubre, el exceso de fallecimientos fue de 14.567 en 2020 y de 10.004 en 2021. Por tanto, las muertes no esperadas en estos últimos seis meses superan a las de los dos cursos anteriores juntas. O, dicho de otro modo, casi duplican a las de 2020 y triplican a las de 2021, siempre ateniéndonos a los meses cálidos. De hecho, el exceso de muertes en estos seis últimos meses de 2022 ya supera al observado durante todo el año 2021, invierno incluido, que fue de 24.490.
"Es un año muy malo de mortalidad y es peor todavía de lo que parece, porque hay una cosa que se llama efecto cosecha, que es la recolección prematura de la mortalidad", explica Salvador Peiró, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas) e investigador de Fisabio.
El efecto es el siguiente: en una crisis sanitaria fallecen, entre otras, muchas personas vulnerables que, en condiciones normales, lo habrían hecho durante los meses o años siguientes. Por tanto, llega un momento en que la estadística empieza a reflejar menos muertes de las esperadas.
"La situación esperable tras las olas de covid-19 sería un defecto de mortalidad, no un exceso, porque muchísimas personas que hubieran muerto durante el año siguiente habían fallecido ya por covid-19. Sin embargo, no hemos notado ese efecto", analiza Peiró. La mayor parte del exceso de mortalidad de los últimos meses se concentra en verano, con 19.218 decesos no previstos. Muchos de ellos, baraja este experto, podrían estar en realidad vinculados al calor, aunque la estadística no las atribuya. "Pero todo esto es especulativo. Lo que sabemos es que hay un exceso de mortalidad", añade.
En cualquier caso, el efecto de la temperatura extrema se sumaría siempre a otras causas, ya que el golpe de calor, por sí mismo, provoca muy pocos fallecimientos. En este sentido, cada vez más estudios apuntan a que la infección por SARS-CoV-2, aunque se supere, nos deja en una situación más vulnerable. "Al menos durante el año siguiente a haber pasado el coronavirus hay gente que tiene un incremento de riesgo de mortalidad por diversas causas cardiovasculares: infartos, ictus...", repasa Peiró. Lo cual nos lleva a la siguiente hipótesis: ¿qué ocurre si el calor y el coronavirus interactúan?
"Es posible que haya interacciones entre factores, y que no sea lo mismo el modelo que tenemos para calor puro que un modelo para calor más haber pasado el coronavirus. Es posible que una causa incrementara a la otra: que no estuviéramos sumando, sino multiplicando. Probablemente hay un componente de ello también. Probablemente se nos juntan muchos efectos a la vez", sopesa el portavoz de Sespas. Otro dato insólito que deja 2022 es que su mayor exceso de mortalidad se ha dado en verano, cuando coincidieron olas de calor y covid-19, y no en invierno, como es habitual.
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