Gracias a la literatura, el cine y la televisión, solemos asociar la figura del mayordomo con el nombre de Bautista. Dudo mucho que Bautista sea el nombre propio más común entre quienes ejercen la cada vez más rara profesión de mayordomo o maestresala, pero esta no es una cuestión estadística. Se trata de un simple estereotipo, la creencia de que determinados nombres parecen especialmente adecuados para ciertas profesiones.
A mediados del pasado mes de agosto, participé como profesor en el X Curso de Traducción Médica de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), dirigido por Fernando Navarro, coordinador de este Laboratorio del lenguaje. Mientras explorábamos los aspectos más lúdicos de la terminología médica, nos preguntamos si existe un nombre estereotípico para los médicos y si este puede variar en función de la especialidad. En un entretenido taller práctico, presenté a las veintitrés alumnas participantes varias decenas de nombres o pseudónimos idóneos para los especialistas de las distintas disciplinas biomédicas y les pedí que dejaran volar su imaginación para ayudarme a completar la lista. No se trataba de averiguar el nombre más común entre los profesionales de cada especialidad, sino de crear combinaciones fonéticas ingeniosas que nos hicieran pensar en una rama concreta de la medicina. Por ejemplo, ¿cuál podría ser un nombre apropiado para una neonatóloga? Sin ninguna duda, Inma Duro. ¿Y para una dermatóloga? Melanie Na. O, a la inversa, ¿en qué especialidad pensaríamos si nos hablaran de una doctora llamada Barbie Túrico? Pues probablemente en la farmacología. ¿Y si el médico se llamase César Ea? Lo más lógico sería que se dedicase a la obstetricia.
Entendida la dinámica de este entretenimiento ludolingüístico, nos dimos unos días de plazo para reunir cuantas propuestas perspicaces se nos ocurrieran. Las alumnas del curso han aportado cerca de una veintena de nombres muy agudos, que, unidos a los de mi propia cosecha, han dado como resultado una lista sorprendente.
La mayoría de los nombres juegan con la fonética. Esto nos ha llevado a forzar en ocasiones la grafía o la ortografía. Por ejemplo, al plantear Jero N’Tologo como nombre propicio para un geriatra, recurrimos en el apellido a una extraña grafía que evoca idiomas propios del África Central, del mismo modo que el nombre Tom O’Grafia, idóneo para un radiólogo, remeda grafías anglosajonas. De manera similar, al presentar a Juan E. T. Gordillo como un profesional de la traumatología o la podología, incorporamos las iniciales al nombre propio para crear la palabra ‘juanete’.
Varios de los pseudónimos o alias propuestos se han formado a partir de nombres propios comunes en otras lenguas, sobre todo en inglés. Este es el caso de la parasitóloga Annie Sakis, o del cirujano general o proctólogo Al Morrana. Esta aparente anglofilia en las formulaciones era esperable, pues el inglés es la lengua de trabajo de la mayoría de las traductoras que participaron en el curso.
Los recursos ludolingüísticos no se limitaron a la grafía. Así, por ejemplo, al sugerir que una profesional de la dermatología podría llamarse sor Iasis, rememoramos automáticamente los tiempos en los que muchos enfermos eran cuidados por abnegadas monjitas. Por otra parte, al llamar Dr. Zitto a un pediatra, o Dra. Minnie a una microbióloga, no aludimos tanto al nombre del profesional, sino a su objeto de estudio: quien se ocupa de los más pequeños de la familia merece ser el «doctorcito», y quien analiza las formas de vida más diminutas puede lucir con orgullo el nombre de «minidoctora» o «Dra. Mini».
Este pequeño ejercicio, que no pretende ser más que un entretenimiento, demuestra que el lenguaje médico, frecuentemente vituperado por su complejidad, posee también un lado desenfadado y simpático. Confío en que los lectores de esta columna disfruten con la chispa de muchos de los nombres propuestos, aunque, eso sí, me temo que tendrán que esperar a una nueva entrega para averiguar cuál podría ser el nombre característico de una anatomopatóloga, un estomatólogo, una inmunóloga o un cirujano vascular.
Enrique Saldaña*
* Con contribuciones de las siguientes alumnas del X Curso de Traducción Médica de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo: Aida Mateos, Ana Grandal, Ana Gloria Otero Álvarez, Concepción Martín, María Lanza, Marta Soria, Raquel del Río López y Yolanda Vela.
Continúa en: «Si el mayordomo se llama Bautista, ¿cómo se llama el médico? (II)».
Buscar el nombre estereotípico para los médicos de cada especialidad es un entretenido ejercicio ludolingüístico: Inma Duro, por ejemplo, como nombre apto para una neonatóloga. Off Enrique Saldaña y cols. Offvia Noticias de diariomedico.... https://ift.tt/3AsHx75
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