En el 10 de octubre, Día Mundial de la Salud Mental, ¿se han planteado alguna vez sin conviene hablar más o menos de salud mental? La respuesta sigue sin estar clara, me parece.
El 29 de septiembre de 1774 —acaban de cumplirse de ello, pues, doscientos cincuenta años justos— Goethe publicó su aclamada novela epistolar Die Leiden des jungen Werther (Las penas del joven Werther), obra inaugural del Romanticismo alemán. Su protagonista, Werther, es un joven artista de carácter sensible que sufre intensamente por un amor no correspondido y no ve otra salida que el suicidio. El éxito de la novela en toda Europa suscitó un fenómeno de mimetismo por el que multitud de jóvenes europeos comenzaron a vestirse, a pensar y a expresarse como Werther; y decenas de ellos se suicidaron también de un disparo en la cabeza. En un intento de atajar esta Werther-Fieber (fiebre de Werther), las autoridades de Alemania, Dinamarca e Italia llegaron a prohibir la novela.
Desde entonces, se han descrito fenómenos parecidos cada vez que un personaje famoso se quita la vida: cuando Marilyn Monroe murió por sobredosis de barbitúricos en 1962, el número de suicidios durante el mes siguiente creció un 12 % en los Estados Unidos (esto es, unos doscientos suicidios más de lo normal); en abril de 1986, después de que la cantante pop Yukiko Okada, de 18 años, se arrojara al vacío desde un séptimo piso, se describió en Japón un «síndrome de Yukiko» con dos docenas de suicidios juveniles por salto desde un edificio en apenas dos semanas; y en 2014, tras el suicidio de Robin Williams, las probabilidades de que una persona que nunca había tenido ideas suicidas comenzase a tenerlas tras leer la noticia en la prensa se multiplicó por mil, y el riesgo de que una persona que ya tenía ideas suicidas las ejecutase se triplicó.
No hace falta siquiera que el suicida sea famoso. En 1974, el sociólogo David Phillips analizó los datos de suicidio registrados en los Estados Unidos entre 1947 y 1968, y demostró que 26 de los 33 suicidios que fueron portada del New York Times en ese período estuvieron seguidos de brotes epidémicos de suicidios a nivel nacional, con un resultado total de más de dos mil suicidas superior a lo esperable, en un fenómeno que el propio Phillips bautizó como Werther effect (efecto Werther). Desde entonces, se admite en general que el suicidio es un mal contagioso y la prensa de todo el mundo hace lo posible por informar poco o nada sobre él, y sobre trastornos mentales en general.
En nuestro siglo XXI, esto parece estar cambiando: la sociedad demanda cada vez más información sobre salud mental, especialmente tras la pandemia de trastornos mentales que trajeron consigo la covid-19 y las medidas de aislamiento, confinamiento y restricción de la movilidad impuestas por las autoridades en muchos países. Según el informe Estado Mundial de la Infancia 2021 de Unicef, En mi mente: promover, proteger y cuidar la salud mental de la infancia, España es el país europeo con mayor prevalencia de problemas mentales en la adolescencia: el 20,8 % (más de uno de cada cinco) de los españoles de 10 a 19 años tienen algún diagnóstico psiquiátrico: ansiedad, depresión, trastorno de déficit de atención con hiperactividad y trastorno de estrés postraumático son los cuatro más frecuentes. En 2022, una encuesta sobre salud mental en la generación Z arrojaba una prevalencia del 42 % en los estadounidenses nacidos entre 1995 y 2010.
Como resultado de ello, la salud mental se halla hoy en pleno proceso de desestigmatización, los medios de comunicación informan de modo creciente sobre ella y los jóvenes hablan abiertamente sobre problemas mentales en las principales redes sociales.
Según el Barómetro juvenil de salud y bienestar 2021, el número de jóvenes y adolescentes españoles que refieren haber padecido algún problema de salud mental pasó del 6,2 % en 2017 al 15,9 % en 2021. ¿Estamos asistiendo a una epidemia psiquiátrica? Y, de ser así, ¿es atribuible esta a un empeoramiento objetivo de la salud mental, a una especie de psiquiatrización de la sociedad (que busca en la psicoterapia y los psicofármacos una respuesta fácil a problemas muy variados, con la consiguiente psicopatologización del sufrimiento cotidiano), a un contagio social por efecto Werther o a una combinación de múltiples factores?
Dos psicólogos de la Universidad de Oxford, Lucy Faulkes y Jack Andrews, sospechan desde hace tiempo que la incorporación del lenguaje psiquiátrico a nuestra vida cotidiana y el auge de las campañas de concienciación social están causando de forma paradójica un efecto contrario al deseado: una inflación facticia de la prevalencia de todo tipo de trastornos mentales. Expresan sus argumentos en un artículo publicado en abril de 2023 en la revista New Ideas in Psychology: «Are mental health awareness efforts contributing to the rise in reported mental health problems? A call to test the prevalence inflation hypothesis». Vale la pena analizar bien la miríada de datos que estamos acumulando sobre salud mental antes de seguir avanzando en una espiral que podría estar alimentando, en opinión de Faulkes y Andrews, un arriesgado círculo vicioso. ♦
Off Fernando A. Navarro Offvia Noticias de diariomedico.... https://ift.tt/NHkIdtX
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