Como todo el mundo sabe o adivina, el latín magior (mayor) es el antónimo de minor (menor). Si, en la antigua Roma, el latín magister significaba ‘señor de la casa’ o ‘amo’ —más patente hoy en el inglés master que en nuestro tradicional ‘maestro’—, nada de extraño tiene que los romanos emplearan su antónimo minister para referirse al sirviente. Todavía hoy, por ejemplo, llaman en alemán Ministrant al monaguillo y ministrieren a su labor principal, ayudar al sacerdote durante la misa.
En español, en cambio, la historia —una vez más— se ha encargado de mudar considerablemente el significado de estas palabras. Es cierto que, en el fondo —muy muy en el fondo—, tanto los ministros como los ministerios y la administración pública toda están al servicio de los ciudadanos. Pero, aun así, ¿no hubiera sido más razonable acudir a magister que a minister para designar a los mandamases del gobierno, al frente de cada uno de los departamentos en que se divide la administración superior del Estado? Vamos, digo yo... Porque lo cierto es que, cuando uno ve en el telediario al ministro o la ministra de turno —todo encorbatado, toda entaconada, todo endomingado, toda emperifollada— bajar de su flamante haiga con chófer, guardaespaldas y toda la parafernalia propia de su cargo, cuesta trabajo percibir de modo natural que el cargo de ministro sea sinónimo de ‘sirviente’. ♦
Off Fernando A. Navarro Offvia Noticias de diariomedico.... https://ift.tt/X87Qy2N
No hay comentarios:
Publicar un comentario