En la película Atrapado en el tiempo (Groundhog Day), el personaje de Bill Murray se despierta una y otra vez en el mismo día que ya ha vivido, y no logra avanzar en el tiempo hasta que consigue hacer todo bien en ese día. Por su parte, el Sistema Nacional de Salud se encuentra atrapado en su particular año de la marmota: durante las próximas semanas, casi con total seguridad, se verán las imágenes que se repiten en los hospitales españoles cada año por estas fechas, a saber, consultas de primaria repletas de pacientes, urgencias hospitalarias saturadas y las recientemente nacidas áreas de preingreso colmadas de pacientes esperando una cama.
La culpable de esta situación es la gripe (fielmente acompañada de otros virus respiratorios, como el VRS y, desde hace pocos años, el covid). Pero, ¿es realmente la gripe la culpable o es solo un chivo expiatorio? Igual que en la citada película, no son ni la marmota ni la nieve las culpables de la repetición, sino no hacer las cosas del todo bien.
“Hay medidas de gestión que se pueden tomar y que son de gran ayuda. En algunos sitios se pone en marcha alguna; lo raro es usarlas todas”, afirma Antonio Juan Pastor, gerente del Hospital de Laredo, en Cantabria. Donde, por supuesto, se han puesto en marcha... con excelentes resultados.
El colapso
Pero empecemos por el principio. O, más bien, por el final, allá donde terminan la mayor parte de los pacientes con síntomas graves asociados a infecciones respiratorias: Urgencias. “Cada año, la urgencia se colapsa, pero no es un problema de la urgencia: es el sistema el que está colapsado”, afirma Pascual Piñera, jefe del Servicio de Urgencias del Hospital General Universitario Reina Sofía, de Murcia, y vicepresidente primero de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (Semes).
Está claro que “llegan más pacientes a Urgencias de lo normal, tanto derivados desde primaria como por tratarse de pacientes crónicos reagudizados, con infecciones más graves y más añosos. Y nosotros podemos ver más pacientes, la organización de la urgencia es correcta, pero no hay drenaje”.
Y no lo hay porque “siempre se prima la lista de espera quirúrgica por encima de todo, no se considera una lista de espera médica. No se desprograma nada para dejar camas libres, cuando buena parte de los pacientes que vemos necesitan hospitalización”. De hecho, Piñera lamenta que “haya camas reservadas para cirugía, ¿por qué no se reservan camas para infecciones respiratorias, cuando los históricos de los hospitales demuestran que siempre son necesarias?”.
En su opinión, habría que encontrar el equilibrio entre urgencias y programación quirúrgica, pero lo que se ha hecho es tirar por la calle de en medio y crear un híbrido entre urgencias y hospitalización: las salas de preingreso. “Casi todos los hospitales tenemos, algunos incluso tres. Da al paciente una cama en lugar de una camilla y una visita diaria del médico que le va a tratar como si estuviese ingresado. Pero sin casi ningún tipo de intimidad”.
Lecciones aprendidas
El primer guante que ha lanzado Piñera ha sido a atención primaria, que ve también cómo “se sobresaturan consultas que ya están saturadas”, afirma Jesús Ortega, coordinador del grupo de trabajo en enfermedades infecciosas de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (Semfyc).
Y es que las patologías respiratorias agudas suponen entre el 15 y el 20% de las consultas de primaria durante los picos de finales de diciembre y finales de enero, lo que supone que de cada cien pacientes que entran a un centro de salud, entre 15 y 20 portan virus. La pregunta es qué porcentaje de los pacientes que salen del centro llevan esos virus consigo.
“Si algo aprendimos de la covid es que los circuitos diferenciados funcionan. Es una de las herramientas más poderosas que tenemos para evitar la propagación de las infecciones en el propio centro de salud o incluso en las urgencias hospitalarias”, explica Ortega.
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