Los ojos de Teresa Gómez, farmacéutica en El Líbano durante más de 40 años, han visto mucho: "Esta es la peor guerra de todas", explica a este periódico dos días después de llegar a España. Lo ha hecho ante la insistencia de sus cuatro hijos (viven fuera de El Líbano), por el recrudecimiento de la situación. Todos sus hijos son médicos, igual que su marido, Abdallah Fakih, cirujano libanés.
Justo unos días antes de realizar esta entrevista, entró en directo en Radio Nacional de España desde El Líbano: "He tenido que salir de mi casa, no puedo moverme. Haces lo mínimo, vas a la compra y vuelves. Seguro no estás, no hay un sitio seguro", dijo entonces, sin saber que una semana después ya no estaría allí. No es la primera vez. En 2006 Teresa fue repatriada a España con las fuerzas españolas. Ahora forma parte del más del millón de personas que ha salido del sur de El Líbano.
Las noticias le demuestran a Teresa que ha acertado con la decisión de regresar a su país: "En El Líbano están matando a médicos y farmacéuticos porque curamos a la gente. A muchos de los fallecidos les conocemos", señala quien ha llegado a vivir estos días hasta 20 bombardeos en una sola jornada. Desde el 1 de octubre, El Líbano está sufriendo un hostigamiento que no cesa por parte de Israel, con "un aumento alarmante de ataques contra la atención sanitaria en el Líbano", según recalcó hace unos días un alto cargo de Naciones Unidas en Líbano, Imran Riza.
Throughout the past days we have been witnessing an alarming increase in attacks against healthcare in #Lebaon.
— Imran Riza (@Imran_Riza) October 5, 2024
Health workers are paying the heaviest price with their lives. The health system is on the brink of collapsing.
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El día de esta entrevista, desde Navarra, ha sabido que acaban de bombardear el pueblo donde estaban viviendo estos días, Wardaniyeh, a 40 kilómetros de Beirut. Allí tiene su casa uno de sus hijos, donde ella y su marido se habían refugiado, ya que lo consideraban un lugar seguro.
Al menos lo era hasta hace dos días. Allí se dirigieron desde Sarafand (conocida como Sarepta en La Biblia), un pueblo al sur de El Líbano donde vivían, situado a 13 kilómetros al sur de Sidón: "La vida allí era muy tranquila, aunque siempre ha habido guerra. Pero esta es la peor porque es la más tecnológica". Aunque allí tecnología tienen poca. Las recetas, por ejemplo, están en papel. Todo un contraste con la farmacia de una de sus hermanas, en Navarra. Sus padres eran farmacéuticos allí (el padre, de Sevilla, y la madre, de Navarra, se conocieron estudiando Farmacia en la Universidad de Granada). Teresa tuvo farmacia propia en Zaragoza los cinco años posteriores a acabar la carrera.
"Desde el primer día me dijo que él volvería a su país. Se había preparado bien para trabajar como médico en El Líbano"
Teresa conoció a Abdallah en la Universidad de Navarra, siendo estudiante de Farmacia: "Desde el primer día me dijo que él volvería a su país. Se había preparado bien para trabajar en El Líbano, porque entonces hacían mucha falta médicos en el sur, de donde es él". Y ella no lo dudó. Al licenciarse, también se fue con él: "Porque le quiero".
Eso sí, antes se casaron y tuvieron dos hijos. Los otros dos nacieron ya en El Líbano: "En 1984 Ie dieron un pase a mi marido, permitiéndole Israel ir a El Líbano".
En estos más de 40 años en El Líbano Teresa ha comprobado cómo el ser humano es capaz de acostumbrase a una guerra. También le tocó vivir una crisis económica en 2019, que acabó con una suspensión de pagos en 2020, donde el dinero no valía nada.
Aun así, ni Teresa ni Abdallah querían dejar este país, sobre todo su marido, a quien la guerra le acaba de arrebatar a tres primas carnales. Tiene allí a 16 hermanos -dos de ellos, también médicos- y una larga familia, además de su hospital: Hospital Fakih, inaugurado hace cinco años. Consta de 5 plantas, 75 habitaciones y 30 camas dedicadas a cuidados intensivos.
Necesitó cinco años previos para obtener los permisos y otros cinco años de construcción, como relata Teresa: "Aparte, había que conseguir toda la maquinaria, sistemas de oxígeno, de anestesia... Llevó su tiempo. Antes abrió una consulta privada, que tenía una habitación para hacer pequeñas operaciones".
Desde su Farmacia Fakih atendía a 18 pueblos y muchos venían también de Beirut: "No se permite la AF a domicilio, ni en guerra"
Eso lo hizo nada más llegar a El Líbano. Y ella abrió una farmacia: Farmacia Fakih (el apellido de su marido), que atendía a 18 pueblos. Y lo hacía ella sola, con alguna mujer que le ayudaba. Trabajaba de 8 de la mañana a 8 de la tarde. Por increíble que parezca, allí no está permitida la atención farmacéutica domiciliaria, "ni con guerra". Eso sí, la población (sobre todo impedidos y mutilados, cada vez más frecuentes) llama a repartidores. Es decir, existe el delivery.
"Cuando mi marido abrió la consulta no había farmacias en la zona para comprar medicamentos. Mi marido les decía a los pacientes que se fueran a la ciudad. Yo le dije que había que encontrar algún farmacéutico que la abriera", recuerda.
Y así entra ella en acción. Debido a la situación bélica, dejaban abrir farmacias sin necesidad de convalidar el título universitario. Y ella abrió la suya al mes de llegar. Luego ya, en 1985, hizo un examen para convalidar su título, que aprobó a la primera. Se convirtió en la farmacéutica colegiada número 1.400. Ahora son unos 13.000.
Teresa se jubiló en mayo de 2023 ("aquí te jubilan a los 30 años de servicio"), pero su marido sigue en activo. Ella vendió su farmacia: "Ahora la han tenido que cerrar. Casi todas las farmacias al sur de El Líbano está cerradas debido a los constantes bombardeos. Pero el Colegio de Farmacéuticos de El Líbano ha tenido una idea muy buena: derivar todos los medicamentos de las farmacias cerradas a las del resto del país que continúan abiertas".
"Casi todas las farmacias al sur de El Líbano está cerradas debido a los constantes bombardeos. La que era mía, también"
Todos los pacientes a los que atendía su marido iban a su farmacia, que adquirió renombre en todo El Líbano: "Venían incluso desde Beirut, porque era más fácil parar, por la facilidad del aparcamiento". Y eso que, como recuerda, al principio "los hombres no estaban acostumbrados a que las mujeres estuviesen informadas".
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