La urticaria crónica es una enfermedad de origen desconocido y autoinmune que afecta a más de 300.000 personas en España. Sus consecuencias dermatológicas e, incluso, psicológicas, la sitúan como la enfermedad de la piel con mayor impacto en la calidad de vida de las personas que la padecen.
Además de síntomas visibles como los habones y el angioedema, la urticaria se caracteriza por un picor continuo en la piel -en ocasiones intolerable-, de día y de noche, que suele acarrear alteraciones como insomnio, ansiedad e incluso depresión.
Tal es su impacto, que según datos de la Asociación de Afectados de urticaria crónica (AAUC), el 73% de los afectados cancela su participación en actos sociales, más del 70% se siente limitado en sus relaciones sexuales y uno de cada cuatro falta al trabajo casi una vez al mes, organización que también recuerda la vulnerabilidad que sienten los afectados dada su aparición súbita e impredecible de los síntomas sin desencadenante específico identificable en la mayoría de los casos.
Entre las terapéuticas habituales para el control de la sintomatología se encuentran los antihistamínicos H1 no sedantes, aunque se calcula que menos del 50% de los pacientes consigue una reducción total de síntomas. También pueden emplearse corticosteroides, ciclosporina A, tacrolimus, metotrexato o fototerapia, así como otros abordajes más actuales como ciertos anticuerpos monoclonales.
Así, lo más preocupante, para el paciente pero también para los profesionales médicos, es que se sigue sin encontrar una cura eficaz, a pesar del avance de los medicamentos biológicos. Ante esta realidad, especialistas de todo el mundo llevan tiempo dedicando sus esfuerzos clínicos y científicos a encontrar nuevos tratamientos que consigan mejorar el abordaje de esta erupción cutánea.
En la línea del avance frente a la urticaria, Marta Ferrer Puga, del Departamento de Alergología de la Clínica Universidad de Navarra, ha presentado los primeros resultados de un estudio basado en la biología de sistemas que busca nuevas dianas terapéuticas para tratar esta patología.
Los principales datos de este trabajo, dados a conocer en la sesión plenaria de inauguración del World Allergy Congress (WAC’24), celebrado en Portugal y organizado por la Sociedad Mundial de Alergología, evidencian que "algunas dianas terapéuticas son efectivamente nudos muy importantes donde convergen muchas vías, como pueden ser el receptor de IgE y las moléculas de señalización del mastocito. Algunos datos son sorprendentes como que la IgE o la histamina no parecen tener relevancia en el mecanismo de la urticaria crónica", explica Ferrer a DM.
La investigación de la alergóloga, que también es decana de la Facultad de Medicina de la Universidad de Navarra, se ha llevado a cabo con la compañía Anaxomics Biotech, ha desarrollado modelos matemáticos de posibles mecanismos de acción que revelen nuevas dianas terapéuticas mediante el estudio de redes neuronales computacionales y la integración de datos biológicos, farmacológicos y clínicos.
Los ensayos clínicos que se realizan en el citado centro se dirigen hacia la inhibición de moléculas de señalización celular y anticuerpos antirreceptores del mastocito, una célula del sistema inmunológico con un papel central en la activación de las reacciones alérgicas.
Los ensayos clínicos se dirigen hacia la inhibición de moléculas de señalización celular y anticuerpos antirreceptores del mastocito
El mastocito se convertiría así en uno de los ejes centrales de las nuevas dianas y terapias frente a la urticaria. "Efectivamente, el mastocito parece ser la célula efecto más importante en la urticaria crónica". Sin embargo, la especialista indica que otra célula, -la que más ha investigado-, el basófilo, tiene también un papel relevante, teniendo en cuenta que "una característica única de la urticaria crónica es la base obtenida como al nivel muy bajo de basófilos circulantes; quizás se explique porque estas células de forma patológica migren hacia las lesiones de urticaria de la piel".
De todas formas, Ferrer no cierra la puerta a la acción de otros 'presuntos implicados'. "Como en todas las enfermedades en las que desconocemos su mecanismo íntimo siempre puede haber algo que nos había pasado desapercibido y, por supuesto, este puede ser el caso. Precisamente el emplear estas herramientas de biologías de sistema nos permite analizar miles de hipótesis que pueden desenmascararlo".
En cualquier caso, esta especialista añade que "los resultados obtenidos podrían ayudar a comprender los mecanismos de acción terapéuticos de la urticaria crónica y así avanzar en la investigación de nuevos tratamientos, basados siempre en el perfil del paciente como parte de nuestra estrategia de medicina personalizada".
Modelos personalizados
Los datos se han centrado únicamente en la urticaria crónica, donde el mecanismo es completamente diferente ya que en "la urticaria crónica, además de la degranulación del mastocito, hay un infiltrado celular inflamatorio mientras que en la urticaria aguda únicamente hay una liberación de mediadores".
De esta forma, y en lo que se refiere a nuevas dianas terapéuticas y desarrollos farmacológicos, los modelos de inteligencia artificial abren importante perspectivas. "Lo más interesante es que, por una parte, confirman abordajes como el de los inhibidores de moléculas de señalización del mastocito, así como de algunos otros receptores. Además, nos descubre algunas sobre las que no habíamos pensado".
Los modelos matemáticos han confirmado que, tanto los tratamientos contra la inmunoglobulina E (anti-IgE) como los desarrollados con inhibidores de la tirosincinasa de Bruton, desempeñan un papel más directo en la activación de estas células inmunitarias. El primero consiste en bloquear la unión de la IgE a su receptor, mientras que el segundo inhibe una enzima involucrada también en este proceso. "De esta forma, se consigue evitar la aparición de los síntomas".
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