Hace apenas dos años, un virus puso en jaque la vida tal y como la entendíamos hasta ese momento. De un día para otro, no podíamos salir de casa, ni reunirnos con nuestros amigos, ni abrir nuestros negocios, ni visitar a nuestros mayores. Todo se paró ante la amenaza que suponía la pandemia que provocó el coronavirus. Una amenaza que no ha desaparecido, pero con la que ahora empezamos a convivir y vamos recuperando nuestra manera de vivir.
Esta pandemia fue tan inaudita que nos pilló completamente desprevenidos. Esto no se puede volver a repetir. El coronavirus ha despertado en la Unión Europea la necesidad de estar preparados para enfrentarnos, juntos, a cualquier amenaza que ponga de nuevo en peligro nuestra salud y nuestro estilo de vida europeo.
Con este objetivo, el de estar mejor preparados en el futuro, nace en el Parlamento Europeo la Comisión Especial sobre la Pandemia de Covid-19, de la que tengo el privilegio de ser la ponente en el Parlamento. ¿Cuáles son las amenazas para las que tenemos que prepararnos? Son, por supuesto, sanitarias, no sabemos cuándo nos tendremos que enfrentar a otra emergencia sanitaria. Pero hay otras muchas. Algunas ya son una realidad, como la falta de suministros energéticos, los ataques cibernéticos o, en general, las guerras híbridas. Otras somos aún incapaces de imaginarlas siquiera, pues el mundo es tan cambiante que lo que ahora parece una distopía pronto puede ser un peligro real.
Por ello, las lecciones aprendidas durante la pandemia han de ir más allá de una revolución de las políticas sanitarias europeas. Sí, han de servir para hacer posible una UE para la Salud, con una mayor armonización de las políticas sanitarias de los Estados miembros y un liderazgo más fuerte de la Unión. Pero no nos podemos quedar ahí. Esta crisis no ha sido solo sanitaria, ha sido también social y económica, y lo mismo ocurrirá en próximas crisis, tendrán diferentes dimensiones.
Así, esta comisión ha de servirnos para marcar un antes y un después en cuanto a la elaboración de políticas europeas, haciendo posible que Europa pueda prevenir, estar mejor preparada y ser más resistente a cualquier emergencia que afecte, no sólo a nuestra salud, sino, en general, a nuestro bienestar y a nuestro día a día.
Por supuesto, la salud va a ser un pilar esencial de nuestro trabajo. La pérdida de vidas que hemos sufrido a causa del coronavirus, de personas de todas las edades, pero sobre todo de nuestros mayores y de profesionales sanitarios que murieron por salvarnos, ha sido lo más doloroso de estos años. Especialmente doloroso ha sido cuando ni siquiera nos hemos podido despedir o hemos tenido que hacerlo por teléfono. Además, más allá de las muertes que ha provocado el virus, tenemos que lamentar como la pandemia tuvo más víctimas: personas con enfermedades graves que no recibieron la atención que necesitaban, como el millón de europeos que no fue diagnosticado de cáncer a tiempo al no haberse realizado los necesarios cribados, o quienes han visto afectada su salud mental. Nunca más puede ocurrir que una enfermedad nos haga dejar de lado el resto de patologías.
Un sector "estratégico"
En relación con la salud, nos centraremos también en proteger el papel clave de la atención primera, los derechos de los sanitarios y la necesidad de trabajar en la promoción de la salud y la prevención de la enfermedad. También pediremos avances en la accesibilidad a los medicamentos y al material sanitario, un objetivo que comparte la Estrategia Farmacéutica para la UE, de la que también fui la ponente del Parlamento Europeo. La covid-19 nos ha demostrado que el sector sanitario es estratégico y que debemos invertir más y mejor en investigación e innovación. Solo uniendo nuestros esfuerzos hemos podido conseguir una vacuna segura y eficaz para todos los europeos, vivieran donde vivieran. No podemos olvidarnos de que la ciencia y la tecnología son nuestras principales aliadas en la lucha contra las amenazas a las que nos enfrentamos.
También los efectos sociales y económicos tendrán un importante protagonismo en esta comisión. La pandemia supuso la ruina y la desesperación para mucha gente: pymes y autónomos que actuaron con una gran responsabilidad, manteniendo empleos y servicios aún con pérdidas, o que tuvieron que cerrar; familias que tuvieron que cuidar de los suyos y a la vez teletrabajar, que perdieron ingresos y que no podían visitar, y menos tocar, a sus seres queridos; o los profesionales sanitarios, que lo dieron todo, incluso a veces sin protección, para vencer al virus y salvar millones de vidas. Fue un momento de excepción y todos arrimamos el hombro, pero tenemos que estar preparados para reducir el impacto social y económico de futuras crisis y encontrar el modo de proteger a todos los ciudadanos, especialmente a los más vulnerables.
Otro de los puntos que va a tener protagonismo en el trabajo de la comisión será analizar las consecuencias de la pandemia en los derechos fundamentales y el sistema democrático, como ya han hecho algunas sentencias que cuestionan las medidas que se tomaron. Es intolerable que los parlamentos permanezcan cerrados, como ocurrió en España, cuando los ciudadanos, más que nunca, necesitan soluciones. Preservar los derechos civiles de los europeos ha de ser una prioridad siempre, y más en momentos de dificultad.
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