La neurofibromatosis provoca la aparición de tumores en los nervios principalmente de la piel de todo el cuerpo, el cerebro y la cabeza. Son en principio benignos. Sin embargo, en entre el 10% y el 20% de los pacientes estos tumores se convierten en cánceres malignos de los nervios periféricos sin disponer, actualmente, de un método que anticipe qué tumores pueden tomar esa deriva, muy agresiva.
Un nuevo trabajo, publicado en Clinical Cancer Research, ha descubierto la existencia de una proteína, endoglina, relacionada con los tumores malignos de los nervios periféricos. La endoglina contribuye a la formación de los vasos sanguíneos que alimentan al tumor mientras crece descontroladamente, y permite el desarrollo de metástasis.
Paralelamente, y según los autores, la identificación de esta proteína que este trabajo abre la vía a estudiar el uso de la endoglina como tratamiento de otro tipo de sarcomas; tumores de los tejidos blandos.
Este hallazgo ha estado dirigido por Héctor Peinado, jefe del Grupo de Microambiente y Metástasis del CNIO, y su primera primera autora es Teresa González-Muñoz.
La investigación, que emplea modelos animales y tumores humanos, revela la presencia de endoglina en las células tumorales y en las endoteliales -células que recubren la cara interna de los vasos sanguíneos-, así como en la sangre que riega los tejidos. También demuestra que la endoglina participa activamente en el crecimiento y la propagación del tumor.
Uso potencial de la endoglina en biopsia líquida
Según Peinado, la endoglina podría contribuir, junto a otros biomarcadores, a detectar de forma temprana cuándo un neurofibroma puede malignizarse o formar metástasis. "Además de en biopsias de tejidos tendría sentido explorar el uso potencial de la endoglina como biomarcador en biopsia líquida".
La investigación ha estudiado también una opción de tratamiento para estos tumores malignos del tejido nervioso, una terapia con anticuerpos que neutralizan el efecto de la endoglina. En este sentido, el trabajo ha mostrado en modelos animales, que con anticuerpos contra la endoglina se redujo la proliferación de células tumorales y la vascularización, con lo que disminuyó el crecimiento del tumor y la metástasis.
Los anticuerpos, según Peinado, frenaron la acción de la endoglina en las células del tumor y también en el plasma sanguíneo. "Creemos que esta opción es efectiva porque ataca el tumor y también a su entorno, el microambiente tumoral".
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