La estimulación cerebral profunda, que implica la colocación de un neuroestimulador para transmitir señales eléctricas a las áreas del cerebro que controlan diferentes funciones, se abre paso más allá de los trastornos neurológicos como la epilepsia y el Parkinson y ya ha llegado, en Psiquiatría, a la depresión y al trastorno obsesivo-compulsivo. E investigadores del Hospital Clínic /Idibaps de Barcelona han realizado un estudio de prueba de concepto exitosa en 4 pacientes con otras dos potenciales indicaciones: esquizofrenia (2 casos) y trastorno bipolar (2) que no responden a tratamientos específicos. En concreto, han observado, al año de seguimiento tras la intervención neuroquirúrgica para implantar el dispositivo, resultados alentadores en tres de esos pacientes (en dos la respuesta es notable y en otro moderada) y en el cuarto no se descarta que los presente más adelante (este enfermo no ha querido prescindir aún del dispositivo).
Tanto es así que las sesiones de terapia electroconvulsiva de mantenimiento que seguían los participantes respondedores se pudieron interrumpir en los tres casos con respuesta positiva y también se pudo les pudo reducir parte del tratamiento farmacológico que seguían.
Otra novedad de este trabajo es que los pacientes de la muestra, además de un seguimiento convencional estrecho, han usado una aplicación móvil (o app) y un reloj inteligente donde han ido recogiéndose diferentes datos relacionados con su evolución en diferentes aspectos.
Miquel Bioque, investigador acreditado del grupo Esquizofrenia del Idibaps y líder de este estudio piloto publicado por la Revista Española de Psiquiatría y Salud Mental, ha explicado a este diario que las terapias farmacológicas y psicológicas son eficaces en un 70% por ciento de pacientes con esas dos patologías, pero en un 40% hay que combinar varios tratamientos e indicar la terapia electroconvulsiva y, a pesar de ello, suelen resultar refractarios. Eso obliga a buscar alternativas para ellos. Es el caso de los cuatro pacientes seleccionados en este estudio, en los que los electrodos se colocaron en áreas del cerebro diferentes (núcleo accumbens o área cingulada anterior), según la patología, los síntomas afectivos o psicóticos y la evolución. Así mismo, las características del estímulo eléctrico también se adaptaron a cada persona.
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