"La inteligencia artificial (IA) nos va a cambiar la vida, y muy pronto; mucho antes de lo que pensamos". Félix Armadá, jefe del Servicio de Oftalmología del Hospital Universitario La Paz y del Departamento de Oftalmología del Hospital Universitario San Francisco de Asís, ambos de Madrid, cree que en 4 o 5 años todos experimentaremos de una forma u otra esa transformación radical que vaticina.
De momento, lo que ya ha cambiado la IA es el flujo de trabajo del servicio que dirige en La Paz gracias al Proyecto Doria (Diagnóstico Oftalmológico Robotizado mediante Inteligencia Artificial), que se vale de la incorporación de una plataforma automatizada de diagnóstico oftalmológico de la empresa suiza Mikajaki, el modelo Eyelib, capaz de hacer una exploración oftalmológica completa -de toda la patología oftalmológica-, desde las gafas hasta la retina. Y lo hace en solo 8 minutos y sin dilatar la pupila.
"Se trata de un gran robot dotado de un carrusel de máquinas y un software integrado, de manera que va cambiando máquina a máquina según el tipo prueba necesaria para el diagnóstico completo, hablando al paciente para que siga instrucciones, y que ofrece una buena calidad de resultados", señala Armadá.
Más de 20 parámetros
Mediante la integración en el Eyelib de 3 equipos -una tomografía de coherencia óptica (OCT) de polo anterior/posterior, un topógrafo/aberrómetro y un frontofocómetro-, la plataforma permite la realización de pruebas objetivas de más de 20 parámetros oftalmológicos, como autorefracción; imagen de Scheimpflug con paquimetría, ángulo iridocorneal, distancia blanco a blanco, volumen AC y AV; aberrometría; keratometría con topógrafo corneal, retroiluminación, OCT espectral de polo posterior; cálculo predictivo por IA de la lente intraocular a implantar; tonómetro de no-contacto, incluyendo PIO corregida con paquimetría; biometría por OCT; análisis de opacidad ocular y presencia de lentes intraoculares; topografía corneal; OCT espectral de polo anterior con paquimetría y mapa de epitelio; imagen biométrica del ojo, y cámara no-midriática, entre otros. Además, con la aplicación de algoritmos de IA proporciona indicaciones y sugerencias personalizadas a cada paciente en diagnósticos oftalmológicos básicos, y permite la realización de las pruebas tanto de pie, como en asiento o silla de ruedas.
"El dispositivo es capaz, incluso, de detectar el riesgo de padecer un glaucoma agudo, cataratas... Las posibilidades son innumerables: toma la tensión, hace una radiografía del fondo de ojo y da un riesgo de patología de retina en función de la retinografía, hace OCT de retina... Hasta ha llegado a detectar una enfermedad rara como la foseta", indica.
El sistema es "disruptivo", según Armadá, no solo por esa gran capacidad de medición de parámetros en un solo dispositivo, sino también porque lo hace en solo 8 minutos, con una tasa de acierto superior a la del profesional, porque emite un informe integrado que sube directamente al sistema y a la carpeta de información tanto del ciudadano como del hospital y porque, además, no requiere para todo ese proceso de ningún oftalmólogo. "Es la primera vez en la que podemos hacer una exploración de este tipo guiada por un técnico y sin la necesidad de que haya un médico, que únicamente interviene después, en remoto, para analizar las pruebas". Esto, asegura, ha sido uno de los obstáculos iniciales: "Hay médicos tradicionales que no lo entienden. Otros sí. Pero lo cierto es que si no tenemos médicos, algo tendremos que hacer".
"La oftamología -añade- es una de las especialidades con más presión asistencial del sistema sanitario. Este problema va creciendo y ya no damos abasto. Cada vez hay menos médicos, porque la generación del baby boom se está jubilando y no hay un recambio. Esto explotó con la pandemia, y ahora estamos con un año de lista de espera desde que el paciente va al médico de familia".
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