La segunda ola del coronavirus ha puesto de manifiesto, por segunda vez, la necesidad de profesionales sanitarios para afrontar los problemas a los que se enfrenta el sistema sanitario: en este momento, y a los que va tener que enfrentarse en el otoño.
Los problemas del número de médicos en España son anteriores a la Covid-19, aunque ésta los haya puesto de manifiesto y magnificado. Las causas de las disfunciones del número de médicos son variadas y tienen ya una larga trayectoria: desde el exceso de médicos de los 80 hasta la falta de algunas especialidades en nuestros días. Éstas derivan principalmente de una falta de planificación a medio y largo plazo, de la gestión de las comunidades autónomas en la contratación de los profesionales, de la gestión de las plazas MIR con una visión cortoplacista y local, de la falta de coordinación de las autonomías, de la emigración de médicos y enfermeras -que buscan mejores condiciones profesionales y salariales o vuelven a sus países- y de la privatización de parte del sistema sanitario público llevada cabo por algunas autonomías.
Las comunidades han ido reduciendo las contrataciones de personal en los últimos 15 años, a pesar de las constantes reclamaciones de los profesionales sanitarios, los colegios profesionales y los sindicatos. La crisis económica de 2008, con la reducción de los presupuestos, agravó esa situación. La tasa de reposición ha limitado la contratación, por lo que un gran número de plazas que quedaban vacantes se han quedado sin cubrir.
Además, desde 1990 se han ido llevando cabo privatizaciones con distintos modelos amparados por la legislación nacional (Ley 15/97, Ley 50/98, RD 29/2000, RD 16/2012). Las leyes de ordenación sanitaria de las comunidades conceden, además, a las autonomías la potestad de establecer modelos de financiación privada y semiprivada en cada comunidad.
Todo ello ha impactado en las plantillas en todos los niveles del sistema sanitario, afectando mayormente a primaria y a Salud Pública, los dos pilares de entrada de la lucha contra la transmisión de la Covid-19, lo que ha quedado al descubierto en esta pandemia y ha saturado el sistema y a los profesionales. Según el sindicato médico Amyts, antes de la pandemia, en la primaria de Madrid ya había más de 400 plazas de médicos de Familia y 50 plazas de Pediatría sin cubrir, a las que ahora habría que añadir otras 500 para poder hacer frente a la situación actual.
Los recortes de plantilla se han cebado especialmente con AP y Salud Pública
El déficit de médicos no es general, "sino que afecta a determinadas especialidades, como Medicina de Familia", según Vicente Matas, vocal de Atención Primaria Urbana de la Organización Médica Colegial (OMC). En general, los profesionales lo achacan a que primaria es un ámbito infradotado, con condiciones laborales y contratos poco atractivos, comparados con los contratos hospitalarios.
Ricardo Angora, hasta ahora vocal de Empleo del Colegio Oficial de Médicos de Madrid, cree que para dar respuesta a la epidemia de la Covid-19 en concreto hacen falta médicos de Familia y pediatras en primaria, y en los hospitales, internistas, neumólogos, infectólogos e intensivistas. Según él, "hablar de médicos en general es un poco complicado, porque realmente hay déficit sólo en algunas especialidades concretas". Hasta este año, había médicos en paro o con contratos temporales de sustitución con condiciones laborales precarias.
Siempre que hay problemas de médicos, los consejeros vuelven los ojos a las facultades
Siempre que hay dificultad para contratar médicos, principalmente médicos de Familia, los consejeros de Sanidad reclaman que se aumente el número de médicos en las facultades de Medicina, como si la formación de estos profesionales pudiera hacerse de un día para otro. El problema no es el número de graduados (somos el país de Europa con mayor número de facultades y de graduados), sino el número de plazas que se ofertan en el MIR (menor que el número de graduados) y, sobre todo, la gestión de los contratos que hacen las autonomías a posteriori.
Rastreo y burocracia
Algunas consejerías de Sanidad han afirmado que no hay médicos que puedan contratar para hacer frente a las necesidades del sistema para combatir la segunda ola de contagios de la Covid-19 (Madrid y Andalucía). Si, desde el principio, no se hubieran adjudicado las tareas de rastreo y las labores administrativas a los profesionales de primaria (tanto a los que ya estaban en el sistema como a los que se hayan contratado de refuerzo) y se hubiera reforzado el sistema, no se habría llegado a una situación de sobresaturación.
Como dice, de nuevo, Angora: "No hay que perder de vista el objetivo principal, que es el control de la epidemia, algo que no se consigue teniendo más médicos solamente. Desde el momento en que consiga controlarse la transmisión de la enfermedad, el sistema dejará de estar tan saturado".
El número de plazas MIR que ofertan las CCAA siempre ha sido menor que las plazas acreditadas
Los 2.784 médicos que se han quedado sin plaza MIR este año pueden reforzar esas tareas, y otras en la que no haga falta el título de especialista. Lo que no se puede pretender es que lo hagan de forma voluntaria, como pedía la presidenta de la Comunidad de Madrid en julio y agosto.
En los últimos años, las plazas MIR han ido aumentando poco a poco, hasta las 7.615 adjudicadas este año. Sin embargo, hay otro problema añadido: el número de plazas ofertadas siempre ha sido menor que el numero de plazas acreditadas.
La acreditación de las plazas depende del Ministerio de Sanidad, mientras que el número de plazas que se ofertan depende de las comunidades, que son las que las financian. Las autonomías han convertido esas plazas de formación en plazas de trabajo de baja remuneración, sacando un número de plazas docentes menor de las que tiene acreditadas, en base a sus necesidades de profesionales y con el convencimiento añadido de que se quedaran a trabajar en la comunidad una vez finalizado su periodo de formación.
Las comunidades han convertido las plazas MIR en plazas de trabajo de baja remuneración
La misma idea se aplica al pensar que los estudiantes de Medicina serán futuros profesionales para esa autonomía. No consideran que la mayoría de los estudiantes -al menos los mejores- eligen las plazas MIR de aquellos hospitales en los que van a tener una mejor formación, lo que no implica que luego quieran quedarse en esa comunidad. De hecho, la mitad de los MIR formados en Madrid prefirieron aceptar ofertas mejores en aquellas comunidades con mejores condiciones laborales y salariales, como indica Antonio Cabrera, secretario general de la Federación de Sanidad y Sectores Sociosanitarios de CCOO.
Y luego están los que se van
El siguiente problema es la emigración de los médicos y las enfermeras españoles, que están muy bien considerados en el extranjero y tienen posibilidades de trabajo en la Unión Europea.
En 2018, abandonaron el país unos 1.800 médicos, y en 2019 -según datos de la OMC- pidieron el certificado de idoneidad para irse fuera de España un total de 4.100 facultativos (aunque esa cifra no indique que todos ellos emigraron). Además, según el sindicato Satse, unas 8.000 enfermeras formadas en España trabajan ya fuera de nuestro país.
A todo ello contribuye, además de la falta de puestos laborales en España, unos contratos temporales de baja calidad y salario, con una gran carga administrativa y pocas posibilidades de mejoras o ascenso profesional. Salvo excepciones, ninguno parece tener intención de volver.
El principal problema, en España y en todas las comunidades, es la falta de planificación de los recursos humanos sanitarios a medio y largo plazo.
Esto no es una tarea fácil, porque la planificación se ve afectada por un gran número de variables: la evolución de la pirámide de población, el impacto de la globalización, las tecnología de la información y comunicación, la telemedicina...
Quién iba a imaginar, por ejemplo, que el diagnóstico por imagen se podría realizar a miles de kilómetros de distancia del paciente, o que se podría monitorizar la evolución de enfermedades crónicas a través del teléfono móvil. Sin embargo, el big data y la inteligencia artificial (IA) permiten planificar escenarios a largo plazo.
La formación médica dura unos 11 años y el mundo cambia mucho más deprisa
Hay que tener en cuenta, además, que la formación de los médicos dura unos 11 años y el mundo cambia mucho mas deprisa. "¿Los estudiantes actuales encontrarán trabajo en el futuro, engrosaran las listas del paro o se verán obligados a emigrar? -se pregunta Matas- o ¿la formación actual que reciben los estudiantes es la adecuada para afrontar retos como la Covid?".
Visión cortoplacista
En España, los políticos tienen una visión cortoplacista y sólo buscan soluciones en el momento en que surge un problema, como ha ocurrido con la aparición de la Covid. Es verdad que el coronavirus sorprendió a todos los países del mundo (unos con planes de contingencia y otros sin ellos), pero la falta de planificación y de ajustes y la ausencia de una coordinación política y administrativa (que podrían haberse realizado desde el inicio de la pandemia) han situado a España como segundo país de Europa y séptimo del mundo en número de contagios.
Las comunidades que mejor han gestionado la pandemia han sido aquellas que tenían una ratio mayor de profesionales y que, además, se anticiparon a las necesidades al comienzo de la crisis sanitaria: contratando a médicos, enfermeras y rastreadores para reforzar primaria y preparando planes de contingencia ante los posibles rebrotes. Las que ahora tienen mayores problemas son las que han actuado erráticamente; es decir, tarde y mal.
Las CCAA con mayores problemas son las que han actuado erráticamente
La Covid-19 ha puesto de manifiesto en estos 6 meses la falta de planificación y las deficiencias estructurales previas hasta límites que no podíamos ni imaginar.
Esperemos que la situación creada por esta pandemia haga reflexionar a las administraciones y se busquen soluciones viables -en este momento y a largo plazo-, apostando por un sistema sanitario fuerte, capaz de responder a las necesidades de los ciudadanos, con visión de futuro e independiente de las corrientes políticas, que permita abordar los retos del siglo XXI, y que ataje el problema endémico de la falta de profesionales en ciertas áreas y la precariedad de sus condiciones laborales. Y todo ello regido por una administración que facilite el trabajo del sistema sanitario, en lugar de obstaculizarlo.
No hay una falta de médicos, aunque en momentos puntuales como éste puedan faltar en algunas áreas. Hay una mala planificación y gestión de los recursos humanos existentes. Hay que entender que la inversión en salud y en sus profesionales es una inversión de país.
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