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miércoles, 24 de noviembre de 2021

Hablar de violencia obstétrica perjudica la lucha contra la violencia de género

opinión
nuriamonso
Jue, 25/11/2021 - 08:00
No hay que confundirla con la mala praxis
Momento en el que una mujer es sometida a una cesárea
Momento en el que una mujer es sometida a una cesárea

La pandemia por SARS-CoV-2 está causando un enorme daño siendo, sin duda alguna, el acontecimiento más impactante en la sociedad desde la Segunda Guerra Mundial, tanto por el número de personas fallecidas, ya son 5.14 millones, como por los cambios tan abruptos que ha supuesto en nuestra forma de vida.

Sin embargo, no nos debe hacer olvidar que somos víctimas de una eterna pandemia, la violencia de género, una pandemia crónica en nuestra sociedad que cada año mata a decenas de mujeres, supone un claro deterioro en la salud física y psicológica de las mujeres, y un promotor de la desigualdad en nuestro país que, ni siquiera en estos críticos momentos, podemos soslayar.

Mª Isabel Moya, vicepresidenta 1ª del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (CGCOM)
Mª Isabel Moya, vicepresidenta 1ª del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (CGCOM)

La violencia machista es un problema de salud de primer orden, reconocido por la Organización Mundial de la Salud, organismos internacionales y gobiernos, que afecta a la mujer en todas sus esferas, física, emocional, sexual y de relación con el entorno. Con el agravante que supone que, además de a ella, pueda afectar a sus hijos y a su entorno familiar.

Este año se conmemora una década del Convenio de Estambul del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra la mujer y la violencia doméstica que marcó un hito internacional al reconocer esta violencia como una violación de los derechos humanos y una forma de discriminación, y considerar responsables a los Estados miembros si no responden de manera adecuada a este tipo de violencia. Así, nuestro país ha desarrollado un amplio marco normativo a pesar del cual no se ha podido atender en su totalidad a las consecuencias de esta lacra que todavía sobrevive entre nosotros.

Desde la profesión médica tenemos claro que jugamos un papel fundamental en la respuesta coordinada, multidisciplinar e integral contra la violencia de género, especialmente desde Atención Primaria y Servicios de Urgencias. Prevenir, asistir, denunciar y acompañar es nuestra obligación y nuestro compromiso.

El estado de salud  del sistema no es el más propicio para desplegar la respuesta deseable contra la violencia de género

Creo que no hace falta demostrar más el alcance de nuestro profesionalismo y compromiso social tras lo vivido durante la pandemia covid-19, por lo que es absolutamente imperioso, de cara a vencer las dificultades que los médicos puedan tener en la respuesta a la violencia de género, facilitar los entornos y las condiciones de trabajo adecuados y la formación específica en la materia.

No nos engañemos, el estado de salud en el que se encuentra el sistema sanitario no es el más propicio para desplegar el tipo de respuesta deseable contra la violencia de género; el ámbito de atención primaria lleva años desatendido por las administraciones con una infrafinanciación que impide o dificulta una correcta relación médico-paciente, una relación cercana y duradera para generar un clima de confianza mutua, fundamental en estos casos.

La cercanía, accesibilidad y el conocimiento del entorno en que se mueve la mujer, familiar, laboral y social hacen que los profesionales de atención primara ocupen un lugar privilegiado en la estrategia contra la violencia de género, pero es casi imposible cumplir con esta función si no contamos con el tiempo, la formación y los medios suficientes.

No son excusas, es una seria y justificada reivindicación para obtener mejores resultados y que la amplia normativa disponible pueda ejecutarse con éxito. Según algunos estudios, tan solo un 5% de los casos de violencia de género denunciados son detectados desde atención primaria, y este dato es altamente preocupante y nos orienta de la prioridad que supone mejorar la detección e intervención inicial en estos casos.

Hay que continuar aumentando la sensibilización y la formación de los profesionales y, en días como éste, aprovechar para enviar el mensaje de que la mayoría de las víctimas entran en contacto con los servicios sanitarios en algún momento de su vida. Aunque los médicos somos un eslabón más en la cadena, somos cruciales en la detección, el tratamiento, el apoyo y el seguimiento de las mujeres afectadas y cobra vital importancia ser conscientes que no se diagnostica lo que no se conoce o aquello en lo que no se piensa. La violencia machista está ahí, invisible. Hay que pensar en ella.

Estoy segura que conseguiremos altos niveles de implicación de los médicos, aunque resulta cuanto menos incoherente y una errónea estrategia institucional situar al médico como agente cualificado en la lucha contra la violencia de género y a la vez acusarle de practicarla, tal y como se está haciendo de forma genérica en lo que se ha acuñado insólitamente como “violencia obstétrica”, un término para denominar una nueva forma de violencia sobre la mujer en el proceso del parto y en su salud sexual y reproductiva, que se pretende tipificar en la reforma de la ley del aborto 2/2010 y que actualmente es objeto de una intensa campaña en diferentes medios promocionada por el propio ministerio de Igualdad.

Exigimos no confundir los términos y las problemáticas, pues puede conducir a un daño irreparable en la confianza necesaria

Queda claro que los médicos y médicas somos agentes cualificados en la lucha contra la violencia de género, no practicamos violencia obstétrica ni de ningún otro tipo, no atentamos contra los derechos fundamentales intencionadamente ni actuamos arbitrariamente. Exigimos no confundir los términos y las problemáticas, pues puede conducir a un daño irreparable en la confianza necesaria en la relación médico-paciente y a un enfrentamiento de las mujeres necesitadas de asistencia con quienes deben prestársela. Que, por cierto, mayoritariamente en la disciplina de la ginecología-obstetricia son mujeres, por lo que no cabe tipificarla de violencia machista.

Todos coincidimos en que la medicina actual, cada vez más tecnificada, y el entorno en el que se practica, requieren de un profundo proceso de humanización y en que existen casos concretos de malas prácticas que se deben evitar y condenar en su caso.

Es cierto que se requiere un cambio en el modelo de atención al parto con una atención personalizada a la mujer que sea el resultado del equilibrio entre la evidencia científica y el derecho de información y autonomía de la persona. Pero estamos hablando de problemáticas muy distintas al concepto de violencia; violencia de género y mala praxis colectiva como acto punitivo en la atención a la mujer es inadmisible para la profesión médica. Dediquemos los esfuerzos y recursos a combatir las verdaderas pandemias.

coronavirus Off Mª Isabel Moya, vicepresidenta 1ª del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (CGCOM) Opinión Off

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