El pasado día 24, con la pandemia covidiana en franco retroceso y España con tasas de vacunación muy por encima del anunciado umbral necesario para la inmunidad de grupo, la detección en Suráfrica de una nueva variante problemática del SARS-CoV-2, la cepa B.1.1.529, cayó como un jarro de agua fría y suscitó en todo el primer mundo escenas rayanas con el pánico colectivo. Tan solo dos días después, el 26 de noviembre, la OMS bautizó Omicron variant esta nueva cepa del coronavirus que, en opinión de los agoreros, podría llegar a desbancar a la variante delta como la más contagiosa y mortífera de todas las descritas hasta la fecha. Periodistas y público en general, como es lógico, centraron toda su atención en las informaciones sobre esta posibilidad y sus consecuencias; pero a mí ―cada loco con su tema― lo que más me llamó la atención fue el nombre elegido: porque Omicron variant no era, desde luego, el que cabía esperar.
Para explicarme debo remontarme un año atrás, a diciembre de 2020. Con las primeras vacunas anticovídicas ya listas para su lanzamiento al mercado, el mundo asistió con desasosiego a la identificación de las primeras variantes preocupantes del SARS-CoV2. La prensa empieza a hablar de ello y el gran público adquiere consciencia de un problema poco conocido fuera de la comunidad científica: que la nomenclatura de los virus es caótica. Proliferan por entonces las noticias sobre mil y una cepas, variantes, clados, linajes, aislados, mutaciones, tipos y subtipos del coronavirus.
Cuando escribo «mil y una» no exagero un ápice: eran literalmente miles de variantes descritas y decenas de sistemas de nomenclatura usados de forma simultánea. Algunos de los más usados son el sistema Pangolin (forma contraída de PANGO lineage), gestionado desde Edimburgo y Oxford; los clados de Nextstrain, fruto de una colaboración entre Seattle y Basilea; la terminología del sistema internacional GISAID, con sede en Múnich; y, en el Reino Unido, el sistema de Public Health England, basado en la fecha de designación de una cepa como VOC (variant of concern: variante problemática o preocupante) o VUI (variant under investigation: variante en ivestigación). Pero el resultado era un batiburrillo que José Ramón Zárate describió bien en esta misma página. Tomemos a modo de ejemplo las cuatro primeras variantes problemáticas descritas del coronavirus.
La primera, detectada en el Reino Unido en octubre de 2020, fue el linaje B.1.1.7 según Pangolin, pero 20I/S:501Y.V1 para Nextstrain, GRY para GISAID, y VOC 202012/01 primero, pero luego VOC-20DEC-01, según el sistema PHE. No es de extrañar, pues, que, cuando saltó a los noticieros como la primera VOC del SARS-CoV-2, la prensa prefiriera llamarla, en todo el mundo, UK variant (variante británica). Y algo parecido pasó con las variantes llamadas B.1.351, 20H/S:501Y.V2, GH/501Y.V2 y VOC 202012/02 o VOC-20DEC-02, una; P.1, 20J/S:501Y.V3, GR/501Y.V3, VOC 202101/02 o VOC-21JAN-02, otra; y B.1.427, B.1.429, 20C/S.452R, GH/452R.V1, CAL.20C o CA VUI1, la tercera. Detectadas inicialmente en Suráfrica la primera, en dos viajeros llegados a Tokio desde el Brasil la segunda, y en California la tercera, la prensa pasó a llamarlas South African variant (variante surafricana), Brazilian variant (variante brasileña) y Californian variant (variante californiana), respectivamente.
Así estuvimos haciéndolo durante casi cinco meses, para mi sorpresa. Sorpresa, sí, porque un año antes la OMS había afeado a los periodistas el uso de topónimos cuando hablaban del «coronavirus de Wuhán», la «neumonía atípica china» o el «síndrome respiratorio de Hubéi». En las normas para la óptima denominación de nuevas enfermedades infectocontagiosas humanas, publicadas por la OMS en mayo de 2015, se recoge la prohibición expresa de usar topónimos y antropónimos en referencia a microbios patógenos o enfermedades epidémicas, pues ello puede dar lugar a la estigmatización de colectivos humanos.
No acababa de entenderlo, la verdad: ¿coronavirus chino y síndrome respiratorio de Oriente Medio son expresiones estigmatizantes, pero variante británica y gripe española no lo son? Me preguntaba si no estaría pasando algo parecido a lo que vemos a diario con los nombres de enfermedades estigmatizadas: decir «los diabéticos», «los discapacitados» o «los ancianos» se considera denigrante porque antepone una simple característica al valor intrínseco de una personas (habría que decir «personas con diabetes», «personas con capacidades diferentes» y «personas mayores»), pero decir «los guapos», «los deportistas» o «los rubios» no es denigrante en absoluto. ¿Hay, del mismo modo, topónimos más estigmatizantes que otros?
La respuesta nos llegó el pasado mes de mayo. El linaje B.1.617.2 de Pangolin ―también llamado cepa 21A/S:478K según Nextstrain, G/452R.V3 según GISAID, primero VUI 202104/02 y luego VOC-21APR-02 según el sistema británico― fue declarado variante preocupante del coronavirus el 6 de mayo de 2021. La prensa, siguiendo la costumbre, pasó a referirse a ella como Indian variant (variante india), pues en el gran país asiático se había detectado inicialmente en octubre de 2020, y durante dos semanas la variante india fue noticia en todo el mundo. Dos semanas solo; el 21 de mayo, el Gobierno de la India, a través del Ministerio de Tecnologías de la Información, envió una carta a distintos medios para exigir que eliminaran de sus plataformas toda mención a Indian variant, y elevó una queja formal ante los organismos internacionales para exigir que eliminaran esa designación estigmatizante.
El 31 de mayo, la OMS celebró una reunión de urgencia y anunció un nuevo sistema de nomenclatura (¡otro más!) para las variantes del coronavirus, basado en el alfabeto griego. De ese modo, las que la prensa venía llamando UK variant, South African variant, Brazilian variant, Indian variant y Californian variant, pasaron a llamarse oficialmente Alpha variant, Beta variant, Gamma variant, Delta variant y Epsilon variant. Termino de contarles aquí mismo pasado mañana.
Fernando A. Navarro
La nueva variante surafricana del SARS-CoV-2, cepa B.1.1.529, tiene en jaque a medio mundo desde hace una semana. La OMS la ha bautizado "ómicron", pero ese nombre no es el que le tocaba. Off Fernando A. Navarro Offvia Noticias de diariomedico.... https://ift.tt/3liaqLZ
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