La inequidad ha infectado las respuestas a los patógenos nocivos. Pongamos el caso de la covid-19: se ha administrado un número sin precedentes de dosis de vacunas (11 900 millones) en todo el mundo, gracias a lo cual muchos países han podido cambiar el rumbo de la pandemia. Sin embargo, en África más del 80% de la población no ha recibido ni una sola dosis, transcurridos ya 18 meses desde que se vacunara a la primera persona. Mientras persistan estas brechas, no podremos proteger al mundo contra las nuevas variantes del virus ni poner fin a la etapa aguda de la pandemia.
Gracias a una innovación pionera, se desarrollaron vacunas eficaces contra la covid-19 en un tiempo récord. No obstante, al principio de la campaña de vacunación, se observó que la producción de vacunas y otras tecnologías de salud se concentraba en un puñado de países, en su mayoría ricos. Las naciones más pobres quedaron relegadas al vagón de cola. Desde entonces, la situación ha cambiado, ya que la oferta es superior a la demanda a escala mundial. La comunidad internacional, encabezada por el Acelerador ACT y el Mecanismo COVAX, ha desempeñado un papel crucial a este respecto, lo que confirma que la respuesta a males como la covid-19 requiere una amplia preparación y nuevas formas de trabajar para proteger la salud pública.
En estos momentos, las principales dificultades estriban en garantizar que las vacunas sigan siendo eficaces, impulsar la capacidad de los sistemas nacionales de salud pública para administrar las dosis y mejorar la aceptación de las vacunas, y contrarrestar los omnipresentes vientos de la desinformación que avivan las dudas sobre las vacunas.
Una conclusión evidente que se desprende de la pandemia es que debemos expandir la producción local de vacunas y de otros productos esenciales para la salud en los países de ingresos bajos y medianos. Esto permitirá tanto el acceso directo a las vacunas como el desarrollo de ecosistemas locales de fabricación de vacunas. Hará que el suministro sea más fiable y equitativo en la próxima crisis, siempre que no se quiebren las cadenas de suministro mundiales.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), la Unión Africana, la Unión Europea, los Gobiernos de Sudáfrica, Rwanda, el Senegal, Alemania y Francia, y sus asociados trabajan para aumentar la producción local de vacunas y mejorar la colaboración en el ámbito mundial y regional con el fin de prevenir y responder a futuras pandemias. La inversión colectiva para garantizar que todas las regiones del mundo gocen de una infraestructura de producción puntera, personal capacitado y disposiciones institucionales y normativas es un activo de gran valía para nuestra seguridad sanitaria común.
La OMS presta apoyo a una iniciativa multilateral con objeto de crear y difundir tecnología de ARN mensajero (ARNm) en los países en desarrollo.
Hace un año, la OMS, Sudáfrica y Medicines Patent Pool inauguraron un centro de transferencia de tecnología para las vacunas de ARNm en Ciudad del Cabo con el apoyo de la Unión Europea, Francia, Alemania y otros asociados locales e internacionales. El objetivo del centro consiste en hacer llegar esa tecnología los países en desarrollo mediante la capacitación y la concesión de licencias a fabricantes a fin de que produzcan sus propias vacunas para uso nacional y regional.
Con el apoyo de los donantes, el centro ya ha comenzado a arrojar sus frutos. Los científicos han producido una nueva vacuna de ARNm a partir de información de acceso público. Se ha seleccionado a fabricantes locales de África, América Latina, Asia y Europa como destinatarios de la tecnología. Los asociados de Medicines Patent Pool están preparados para facilitar la concesión de licencias. Además, una nueva iniciativa del Banco Africano de Desarrollo, la Fundación Africana de Tecnología Farmacéutica (APTF), también puede contribuir a las tareas.
Por su parte, algunos segmentos del sector privado están redoblando los esfuerzos. El mes pasado se celebró en Rwanda la ceremonia inaugural de la primera instalación de producción de ARNm en África, construida por la empresa alemana BioNTech. Este es otro ejemplo de los esfuerzos de los países africanos por trabajar con sus asociados para mejorar la resiliencia frente a las pandemias. Está previsto construir instalaciones similares en Senegal, en colaboración con Ghana para los servicios de llenado y acabado.
La tecnología de ARNm no se utiliza solo para combatir la covid-19. Puede adaptarse para luchar contra otras enfermedades, como la infección por VIH, la tuberculosis, el paludismo y la leishmaniasis, y poner a los países al frente de la producción de las herramientas necesarias para satisfacer sus necesidades en materia de salud. En una reciente cumbre en Kigali, BioNTech se comprometió a completar su programa de vacunas contra el paludismo y a fabricar todo producto autorizado en África. El programa de la OMS en Sudáfrica, con su centro de tecnología de ARNm, ya tiene la vista puesta en el desarrollo de un amplio abanico de vacunas y otros productos para hacer frente a las amenazas que plantean las enfermedades, como insulina para tratar la diabetes, medicamentos contra el cáncer y, posiblemente, también vacunas para otras enfermedades prioritarias, como el paludismo, la tuberculosis y el VIH.
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