En los últimos años, la microbiota intestinal está demostrando una notable relevancia en el funcionamiento normal del organismo. Las más recientes investigaciones en el ámbito cardiológico han observado una microbiota alterada en pacientes con insuficiencia cardíaca (IC) frente a los que no tenían IC, “aunque se desconocía si esta disbiosis era causa o consecuencia. Ahora, se ha podido confirmar que los cambios intestinal son anteriores al desarrollo de las manifestaciones cardíacas, lo que implica que los cambios en la microbiota intestinal pueden ser causa de IC”, explica a DM Dulcenombre Gómez Garre, del Laboratorio de Biología Vascular y Microbiota, del Instituto de Investigación Sanitaria San Carlos del Hospital Clínico (Idissc) de Madrid y del CiberCV, que junto a un equipo multidisciplinar ha valorado, durante dos años, este fenómeno en un modelo de animal predispuesto a desarrollar genéticamente IC.
El trabajo, publicado en Hypertension, abre nuevas perspectivas, ya que -si finalmente se traslada a la clínica-, podría servir para identificar a pacientes que pudieran desarrollar esta afectación cardiológica, porque “uno de los principales obstáculos en la clínica es que es muy complejo predecir quién va a desarrollar IC e impide adelantarse. Pacientes con la misma patología, por ejemplo hipertensión controlada o no, unos desarrollan y otros no IC. Los cardiólogos disponen de algunos marcadores que les orientan quién va a tener mejor o peor evolución, pero una vez que ya está instaurada la IC”.
Predecir quién va sufrir IC o su riesgo
El trabajo, por tanto, permitirá, si los datos se pueden finalmente extrapolar a los pacientes, predecir en cierta forma la progresión de la IC, así como que una intervención para restaurar la microbiota intestinal pueda ser una estrategia terapéutica innovadora para prevenir su desarrollo. “Analizando la composición de la microbiota intestinal o algún marcador relacionado con ella, podríamos predecir qué paciente va a desarrollar IC o, al menos, quién tiene más riesgo, con lo cual el cardiólogo podría estar más atento a su evolución o o intensificar su tratamiento”.
Gómez Garre considera que la confirmación del hallazgo en los pacientes puede ser una novedad terapéutica para los pacientes con IC, ya que la microbiota intestinal puede modularse en gran medida con la dieta y podría llegarse al punto, nada fácil, desde luego de prevenir la IC a través de variaciones en la microbiota intestinal.
Una dieta cardiosaludable asegura una buena microbiota intestinal
Desde un punto de vista cardiológico, la dieta y el estilo de vida son fundamentales para una buena salud cardiovascular y adquieren cada vez mayor importancia. “Las bacterias intestinales son capaces de producir sustancias que regulan el equilibrio cardiovascular, por lo que una dieta cardiosaludable asegura una buena microbiota intestinal”, señala Julián Pérez Villacastín, director del Instituto Cardiovascular del Hospital Clínico de Madrid.
Administar probióticos, ¿antes o después?
Sobre si sería factible modificar la microbiota intestinal en los pacientes con diagnóstico firme de IC, Gómez Garre se muestra esperanzada y adelanta que han comenzado otro estudio en el que a los pacientes con IC se les administrará un probiótico para determinar si “no se puede revertir la enfermedad, al menos, que se pueda disminuir su severidad y sus complicaciones: número de ingresos y de veces que tienen que acudir a urgencias por descompensación. Si no se puede revertir, al menos, que sea una IC menos severa”.
De la misma forma, también se ha planteado si administrar de una manera temprana probióticos a pacientes en los que se sospecha que pueden desarrollar IC podría ser beneficioso para frenar la evolución. Sin embargo, la investigadora recuerda de nuevo las dificultades que existen para predecir clínicamente quién va a evolucionar a IC y, además, no existen evidencias científicas sólidas que puedan reafirmar esta hipótesis. “Pensamos que los probióticos pueden tener un papel en la clínica, pero también hay que subrayar que no todos los probióticos sirven para todo, por lo que deberían ser específicos para cada patología”.
No existen evidencias científicas de si administrar tempranamente probióticos antes de desarrollar IC sería beneficioso. Parecen tener un papel en la clínica, pero deben ser específicos para cada patología
El modelo estudiado en el Clínico, en cuyo desarrollo también han participado Adriana Ortega Hernández, Rubén Gómez Gordo y Javier Modrego, del Laboratorio de Biología Vascular y Microbiota, es una IC que se ha centrado en la hipertensión, uno de los múltiples factores de riesgo de IC, y cuya evolución es muy similar al que desarrollan naturalmente los enfermos con HTA que evolucionan a IC. “En este modelo hemos observado que primero se alteró la microbiota intestinal y después, la función y la estructura cardíaca”.
El siguiente paso es determinar si es posible establecer una estrategia terapéutica efectiva. Para ello han diseñado un probiótico –aprobado por el Comité Ético-, que, creemos, puede ser inmunomodulador y que se va a administrar a los pacientes con IC, causada por cualquier etiología, con la idea de que pueda, si no revertir, al menos disminuir las complicaciones que la acompañan”.
Si el beneficio se confirma, esta terapia podría ser de inmediata aplicación a la clínica, considera Gómez Garre, quien abre el abanico de patologías para el uso de probióticos como, por ejemplo, pacientes con covid-19 a través de un ensayo en el que se determinará si los probióticos favorecen su recuperación y en el que también participan profesionales del Servicio de Medicina Interna, Análisis Clínicos y Microbiología.
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