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domingo, 1 de noviembre de 2020

La ruta de una farmacéutica rural en tiempos de pandemia

Farmacia Comunitaria
carmentorrente
Lun, 02/11/2020 - 00:00
Crisis sanitaria
Raquel Casado, farmacéutica de Buitrago de Lozoya (Madrid) y vocal de titulares de farmacia rural del COF de Madrid. / J.L. Pindado.
Raquel Casado, farmacéutica de Buitrago de Lozoya (Madrid) y vocal de titulares de farmacia rural del COF de Madrid. / J.L. Pindado.

No lo dudó ni un instante. Desde su farmacia de Buitrago de Lozoya (Madrid), Raquel Casado Álvaro decidió actuar contra el SARS-CoV-2 desde el mismo 13 de marzo, cuando de madrugada redactó un escrito que tomó forma de bando para atender a esos vecinos que conoce de toda la vida y a quienes no podía dejar solos, como nunca les ha dejado antes de la llegada del virus. Es uno de los profesionales sanitarios que Correo Farmacéutico y Diario Médico hemos elegido en este reportaje especial que constituye nuestro homenaje a personas #Admirables en esta crisis sanitaria, en una iniciativa promovida por el Área de Salud de Unidad Editorial.

Bando de Buitrago de Lozoya donde la farmacéutica Raquel Casado ofrecía su servicio domiciliario de medicamentos.
Bando de Buitrago de Lozoya donde la farmacéutica Raquel Casado ofrecía su servicio domiciliario de medicamentos.
Bando de Buitrago de Lozoya donde la farmacéutica Raquel Casado ofrecía su servicio domiciliario de medicamentos.

Raquel Casado no ha vivido la desolación de las UCI, pero esta farmacéutica rural ha estado en las mismas trincheras de la pandemia desde que el Gobierno decretó el estado de alarma por la crisis sanitaria. Y lo ha hecho ella sola, sin ejército, y con medicamentos y productos sanitarios como únicas armas para luchar contra el virus, aparte de su tiempo y sus conocimientos. Ese 13 de marzo la también vocal de titulares de Farmacia Rural del COF de Madrid redactó ese escrito donde, con el sello del Ayuntamiento pero contando sólo con sus propias fuerzas, se puso a disposición de los vecinos para llevar medicamentos a domicilio, con su teléfono fijo y móvil. Y no sólo lo hizo en Buitrago de Lozoya -y sigue haciéndolo con determinados pacientes incapacitados-, sino también en los pueblos aledaños de la Sierra Norte de Madrid, como Somosierra, Horcajo de la Sierra, Horcajuelo de la Sierra, Prádena del Rincón... todo con su coche, una vez que cerraba la farmacia a las 20:00 de la noche (en verano a las 20:30), a unos 20 kilómetros de su casa. Lo que nacía como un servicio excepcional, se convirtió en una tarea diaria.

Una de las ancianas atendidas por Raquel Casado durante el anterior estado de alarma.
Una de las ancianas atendidas por Raquel Casado durante el anterior estado de alarma.

En Somosierra acudía a casa de Hilario y Juana a llevarles sus fármacos; en Horcajo de la Sierra se encontraba con Daniel, a quien le dejaba la medicación para su madre, en un macetero de la calle, para no acercarse; en Horcajuelo de la Sierra, su destinataria era Isabela, una trabajadora de su farmacia que se encontraba de baja maternal y a quien llevaba productos para su bebé, y María, una anciana a quien recomendaba no salir de casa, y Ana, a quien llevaba unas tiras de glucosa que había recogido en el centro de salud...

Tras este recorrido, por fin llegaba a su casa, donde le esperaban su marido y sus dos hijas. La veían marcharse a las 7 de la mañana y volver cuando el reloj marcaba más de las 22 horas. Así, un día tras otro. "Seguiremos así hasta que todo esto pase", decía en marzo.

En su memoria queda la soledad de muchos ancianos, así como la muerte de familiares y conocidos y ese repicar de las campanas de la iglesia, "en horas en las que no suele haber culto, de una manera lenta y acompasada, o ese coche de la funeraria que ves y hace que te sobrecojas y pienses: ¡Madre mía! ¿Quién será?".

"Nunca he antepuesto el cometido empresarial sobre el sanitario"

Medicamentos dejados por Raquel Casado en la puerta de un domicilio.
Medicamentos dejados por Raquel Casado en la puerta de un domicilio.

Una imagen que nunca olvidará es la de una tarde del anterior estado de alarma: "Me acerqué al domicilio de una persona, y, al ir hacia su casa, pasé por la residencia de ancianos que hay en la parte antigua de Buitrago de Lozoya; en la puerta había un coche de la funeraria. Algo que estaba habituada a ver, aunque no me guste, aquella tarde me sobrecogió de una manera especial".

Aunque parezca un tópico, la voz se le quiebra y las lágrimas afloran al echar la vista atrás: "Lo más duro que recuerdo es ver que muchos mayores se encontraban solos y desorientados. También viví pérdidas de familiares y amigos y viví con ellos la impotencia de no poder acompañar a sus familiares en sus últimos momentos. No es que te mueras, es cómo te mueres, sin poder estar rodeado de tus seres queridos".

Colaboración con otras profesiones

Si bien ha estado sola en esta ruta a domicilio, Casado ha contado con la colaboración de los médicos, tanto de centros de salud como de urgencias: "A estos últimos les dejé mi móvil particular, por si en algún momento necesitaban contactar conmigo. En ocasiones, en vez de aconsejar al paciente que se acercase a urgencias, llamábamos desde la farmacia al servicio de urgencias y desde la farmacia poníamos en comunicación al paciente con el médico para que no se desplazase hasta urgencias, en el caso de que fuese posible la solución vía telefónica".

Casado detalla que mediante una conversación telefónica con el responsable del centro de salud decidieron que, para que los pacientes no pidiesen cita para renovación de medicación o cualquier otro problema que se pudiese solucionar sin que se acercasen al consultorio, se comunicarían por e-mail o vía telefónica, "si considerábamos que se necesitaba un contacto más rápido".

En muchas ocasiones, la farmacéutica de Buitrago de Lozoya se ha llevado el trabajo a casa para seguir en contacto con los médicos: "Normalmente me llevaba la libreta con todas las incidencias a mi casa y desde allí les escribía por la noche, porque ya el tiempo no me daba para más. Al día siguiente ellos solucionaban las incidencias y nos poníamos en contacto con los pacientes para indicarles lo que se había hecho en cada caso particular", añade.

Siete meses después...

Ahora, siete meses después, ¿qué ha cambiado? "Yo no he llegado nunca a tener la sensación de que esto se hubiese tranquilizado. De hecho, este verano hubo bastantes brotes por todos los pueblos de la zona y se tuvo que cerrar el centro de salud por infectarse varios sanitarios", señala. Y añade que "el estado de alarma es sólo para los políticos, porque en verano también lo hemos tenido, con colas en los centros sanitarios para hacer test como locos y médicos que no se han quitado el EPI en todo el verano".

Raquel Casado, en su farmacia de Buitrago de Lozoya (Madrid)./ J. Martínez
Raquel Casado, en su farmacia de Buitrago de Lozoya (Madrid)./ J. Martínez

Casado asegura que en casos excepcionales ha seguido prestando servicio domiciliario, con personas con problemas de movilidad, positivos covid que no podían salir de sus domicilios... "Cuando estas personas han podido acercarse hasta la oficina de farmacia nos han mostrado su agradecimiento por responder a su solicitud de ayuda", sostiene Casado. 

"Hay cosas que no se hacen por trabajo; ya se hacen por el vínculo que se ha creado"

Si hay algún aspecto positivo en este drama es la relación más cercana que se ha creado con los vecinos: "Hay aún más confianza que antes; entiendes mejor a estas personas y ellos también te ven de otra forma, más cercano", indica.

Así, hay dos personas mayores que viven fuera de Buitrago, con problemas de desplazamiento, a quienes sigue visitando. "El señor, además, se cayó en casa y su movilidad ha empeorado bastante. Viven en una urbanización y él antes conducía, pero ahora para desplazarse necesitan llamar a un taxi", comenta. Tras la caída, su situación empeoró, "y yo he continuado ayudándoles en lo que me han solicitado".

La farmacéutica Raquel Casado con una de sus pacientes, de más de 90 años.
La farmacéutica Raquel Casado con una de sus pacientes, de más de 90 años.

Recuerda, por ejemplo, cómo en una de las ocasiones este señor necesitaba ponerse una faja -el golpe lo tiene en la espalda y estaba en la cama-. "Salí de la farmacia a media mañana y me acerqué a su domicilio a ayudar a su mujer a colocarle la faja, porque ella sola no podía y se la tenía que probar para ver si era la adecuada. No será trabajo de un farmacéutico, pero hay cosas que no se hacen por trabajo; ya se hacen por el vínculo que se ha creado".

Sin embargo, confiesa que cuando terminó el estado de alarma comenzaron a decir a los pacientes que ya no podían continuar acercándonos a los domicilios, "porque legalmente no estamos autorizados a ello. Muchas personas se enfadaban, porque ellos querían continuar sin acercase a las zonas del pueblo dónde hay más gente en la calle". De hecho, las colas en su farmacia -única en Buitrago de Lozoya- son constantes: "Esto ha provocado que algunas personas se sientan incómodas esperando en la calle. Lo que hacían y hacen muchos es llamarnos para que tengamos preparada su medicación".

Casado habla muchas veces en plural, porque en la farmacia cuenta con más personal, pero no a jornada completa, ya que lo compatibilizan con estudios y conciliación familiar -aunque el servicio a domicilio recayó sobre ella-: dos farmacéuticas con una jornada al 75%, y una técnica y una auxiliar al 40%.

Hay más 'Raqueles Casados'

Esta es la ruta de una farmacéutica rural, Raquel Casado Álvaro, en un pueblo con aproximadamente 1.800 habitantes, pero, afortunadamente, hay más Raqueles Casados, también en municipios de menos de 1.000 habitantes.

Como explica la Sociedad Española de Farmacia Rural (Sefar), en muchas zonas rurales los farmacéuticos están adelantando la medicación a sus pacientes, ante la saturación de los centros de salud, ampliando los horarios de apertura y han visto triplicarse los servicios de atención domiciliaria.

Por ello, Jaime Espolita, presidente de Sefar, expresa sus miedos a que este servicio se pierda: "Un modelo como el nuestro, creado para conseguir el acceso universal al medicamento y lograr la capilaridad que hoy existe, no puede permitirse que desaparezcan estas oficinas de farmacia, que prestan un servicio esencial en muchos pueblos de España”, señala la misma semana en que Sefar ha publicado un Decálogo de reivindicaciones de la farmacia rural en la covid-19, para visibilizar y concienciar sobre las graves carencias que amenazan la supervivencia de un servicio básico.

Desde su farmacia de Buitrago de Lozoya (Madrid), Raquel Casado ha estado visitando a los vecinos de su pueblo y alrededores para acercarles su medicación. "Hay cosas que no se hacen por trabajo", afirma. Admirables Off Carmen Torrente Villacampa Profesión Off

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