Recientemente, la Asociación Española de Investigación sobre el Cáncer (ASEICA) y la
Asociación Española contra el Cáncer (AECC) entregamos en el Ministerio de Ciencia e
Innovación casi 700.000 firmas de científicos y ciudadanos españoles que pedían dos
medidas básicas: que se apueste de forma decidida e inmediata por el fortalecimiento de la
investigación en nuestro país y, asociado a esto, que se implemente un Plan de Investigación
en Cáncer con el que afrontar los retos diagnósticos y terapéuticos a los que todavía se
enfrentan los enfermos oncológicos. Tras esta entrega de firmas, tuvimos la oportunidad de
reunirnos con el Dr. Rafael Rodrigo, Secretario General de Innovación del Ministerio de
Ciencia.
Estas dos iniciativas surgieron el año pasado como respuesta a dos acciones apoyadas de
forma recíproca por estas dos asociaciones. Por un lado, el Manifiesto “¡Queremos inventar
nosotros, por favor!” patrocinado por la ASEICA y la Alianza SOMMa de Centros y
Unidades de Investigación de Excelencia, el cual fue apoyado por 31 directores de los centros
de investigación biomédica más importantes del país, por 6 sociedades científicas y de
pacientes y 50 científicos relevantes del país.
Por otro lado, los resultados del “Informe sobre el Estado de la Investigación del Cáncer” elaborado por la ASEICA, la AECC y la Fundación La Caixa. Ambas iniciativas pusieron negro sobre blanco los déficits crónicos que afectaban tanto a nuestro sistema científico en general como al dedicado a la investigación sobre el cáncer en particular.
¿Qué pedimos con estas firmas? Pues que, de forma decidida, se acometa la solución de los problemas crónicos que afectan al sistema de I+D+I de nuestro país.
Estos problemas, que presentan una continuidad histórica (algunos ya los comentaba Cajal), se han visto agudizados durante estos últimos años, primero por los recortes acontecidos durante el gobierno del Partido Popular y, posteriormente, por la falta de medidas correctivas de los gobiernos posteriores.
Incluso ahora, tras el famoso Plan de Choque anunciado por Pedro Sánchez el pasado mes de julio, el propio Ministerio de Ciencia e Innovación reconoce que estamos a niveles de financiación equiparables a los que se tenían hace 13 años. Y, no, no se debe a la crisis económica, durante el mismo periodo la Unión Europea ha aumentado sus porcentajes de inversión en I+D+I un 25%.
El porcentaje del producto interior bruto dedicado a I+D+I refleja este desfase incluso con mayor crudeza: mientras que España dedica un magro 1.24% a la I+D+I, Alemania (3.13%), Austria (3.17%), Dinamarca (3.03%), Suecia (3.31%) o Finlandia (2.75%) sobrepasan de largo estos porcentajes. Y, lo que es peor, países intermedios como Portugal (1.35%) y la República Checa (1.93) están también ya por encima de nosotros en dichos porcentajes.
Dados estos números, no es sorprendente que España esté a la cola de la innovación y la creación de nuevas empresas tecnológicas en Europa. Y tampoco lo es el que, tras los efectos de la pandemia, nuestro país sea uno de que muestra peores comportamientos tanto en impacto económico negativo de la misma como en la previsible recuperación posterior. Este es el peaje que tenemos que pagar por haber apostado por una economía de la “diversión” en vez de una economía en la ciencia y la innovación. No sé a ustedes, pero a mi todo esto me recuerda el famoso cuento de la hormiga y la cigarra. Dejo a ustedes adivinar quién es quién en esta fábula a nivel europeo.
Las medidas que pedimos son de varios tipos. Por un lado, está claro que, de forma
inmediata, se tienen que duplicar los fondos destinados a proyectos de investigación en este país así como crear nuevas fórmulas que apoyen la atracción de talento y a los grupos de investigación básicos, clínicos y traslacionales de excelencia españoles. En el ámbito del cáncer, tenemos que apostar por la medicina genómica, la innovación tecnológica y el desarrollo de nuevas terapias. Necesitamos también medidas que flexibilicen la burocracia asociada a la captación de talento internacional y la gestión diaria de los proyectos de investigación. Y, algo que no exige cambiar leyes sino actitudes, implementar nuevas vías que permitan el empleo estable del personal dedicado a la investigación.
La Covid-19 también nos ha demostrado, lamentablemente, el valor que tiene la I+D+I para poder una economía diversificada y de alto valor añadido para afrontar la crisis
El cáncer exige también medidas específicas, como es la apuesta por esfuerzos cooperativos, investigar cánceres altamente prevalentes y con tasas de supervivencia muy bajas y, por supuesto, por aquellos que, debido a su baja incidencia epidemiológica, tienen poco valor “comercial” para las empresas biofarmacéuticas. Tenemos también un déficit crónico en la financiación de ensayos clínicos catalizados por los investigadores, personal sanitario y grupos cooperativos que favorecen tanto el desarrollo de nuevos tratamientos como mejoras en la calidad de vida de nuestros pacientes.
Todas estas son medidas viables y, desde el punto de vista económico, fácilmente asumibles por un país como el nuestro. Y, desde luego, tendrán un importante impacto en la salud y bienestar de nuestros conciudadanos. La Covid-19 también nos ha demostrado,
lamentablemente, el valor que tiene la I+D+I para poder desarrollar una economía diversificada y de alto valor añadido para afrontar crisis como las que ahora padecemos.
Tenemos un gran capital humano en España y, como lo demuestran las 700.000 firmas
conseguidas, un amplio apoyo social a favor de apostar por la ciencia, la innovación y la
investigación en cáncer. No desaprovechemos este potencial. Dejémonos de dilaciones y
promesas, necesitamos soluciones ya.
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