El 28 de febrero de 2022 el tribunal de la oficina de patentes de EEUU (USPO) confirmó, por enésima vez, que la titularidad de la patente CRISPR correspondía al Instituto Broad del MIT en Boston (Broad-MIT) y desestimó la solicitud de patente presentada por la Universidad de California en Berkeley (UCB). La noticia se presenta como una victoria para los primeros y una derrota para los segundos. Pero el tema es algo más complejo y, en realidad, todos ganan y pierden algo.
Las herramientas de edición genética CRISPR fueron propuestas por las investigadoras Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna a la comunidad científica en junio de 2012 y, ocho años después, recibían por ello, merecidamente, el Premio Nobel de Química. En enero de 2013 otro investigador, Feng Zhang, demostró que la propuesta de las dos investigadoras era factible, y publicó los primeros ejemplos de edición génica con CRISPR en células humanas. Los dos artículos científicos cambiaron nuestra manera de modificar los genomas de cualquier ser vivo, a voluntad, impactando de forma irreversible en biología, biotecnología y biomedicina. Las instituciones respectivas de estos investigadores se percataron de las enormes expectativas de explotación que tenían estas herramientas y depositaron sendas patentes en la USPO. Primero la UCB, representando a Doudna y Charpentier, en mayo de 2012, y luego el Broad-MIT, representando a Feng Zhang, en diciembre de 2012. Las dos solicitudes pretendían cubrir un campo similar, el de la aplicación de estas herramientas procariotas en eucariotas, especialmente en células humanas, con un objetivo terapéutico y, por ello, sus reivindicaciones estaban destinadas a colisionar.
El Broad-MIT optó por una estratagema legal para acelerar la revisión de su solicitud de patente, abonando un dinero por ello a la USPO y asumiendo el riesgo de que si no era aceptada no podría presentar reclamación alguna. La UCB decidió seguir el camino tradicional y esperar a que su solicitud se evaluara cuando le correspondiera. El Broad-MIT se benefició de que en 2012 todavía aplicaba en EEUU que la patente se concedía al primero que inventaba (first-to-invent), no al que la registrara (first-to-file), como ocurre por ejemplo en la Oficina de Patentes Europea (EPO).
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