La Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) cambia de década. El 8 de febrero de 1952, un grupo de especialistas, entre los que se encontraban nombres tan ilustres como Gregorio Marañón, Carlos Jiménez Díaz, Teófilo Hernando o Juan Andreu Urra, firmaron el acta de constitución de una nueva sociedad científica que ha atravesado los últimos 70 años de la vida española.
Desde que el propio Jiménez Díaz asumiera la primera Presidencia de la sociedad científica, SEMI ha visto desfilar por la silla presidencial a 32 internistas. El actual, que ha tenido el "inmenso honor" de soplar las velas del 70 aniversario de SEMI, se llama Jesús Díez Manglano, acaba de ser nombrado jefe de Medicina Interna del Hospital Royo Villanova, de Zaragoza, y termina sus dos años de mandato al frente de SEMI el próximo mes de noviembre.
Que su presidencia coincida con la conmemoración de estos primeros 70 años de vida de la sociedad, ya le parece a Díez Manglano "un hito" suficiente, pero no oculta que, además, hay algo de lo que se siente especialmente orgulloso: dejar oficialmente inaugurado el sistema de recertificación profesional en el que la sociedad que agrupa a más de 8.000 internistas lleva mucho tiempo trabajando.
Pregunta. Dice el tango que 20 años no es nada, pero 70 ya empiezan a parecer algo, ¿no? ¿La experiencia empieza a ser un grado en SEMI?
Respuesta. Bueno, no cabe duda de que 70 años, como usted dice, son un bagaje importante. Inicialmente, esta sociedad tenía un espíritu, si quiere, más académico, y desde hace unos años ese espíritu se ha hecho más heterogéneo y disciplinar, como corresponde a la propia evolución de la especialidad. Sin renunciar a ese primigenio impulso académico, SEMI realiza labores de investigación continuada para sus socios; importantes proyectos de investigación, con los grupos de trabajo en marcha, además, claro, de la actividad clínica diaria que llevan a cabo sus socios.
P. A pesar de esos 70 años de experiencia y de la dilatada historia de la Medicina Interna, ¿no tiene a veces la sensación de qué resulta difícil explicar, al menos a un profano, qué hace exactamente un internista?
R. Probablemente, pero creo que eso, en gran parte, tiene que ver con el hecho de que el ejercicio de la especialidad no esté ligada a un órgano o a una técnica concreta. Ahora bien, no podemos perder de vista que la Medicina Interna es la madre de toda la medicina clínica no quirúrgica; todas las especialidades nacieron de Interna. Hubo una época en que parecía que nuestra especialidad iba a desaparecer, fagocitada, en cierta forma, por las demás, y en algunos países quedó, de hecho, como una suerte de especialidad de tránsito. Lo cierto es que en España ha pervivido y la evolución social está demostrando nuestra razón de ser: las personas tienen cada vez más edad, tienen más de una enfermedad, y lo que hacen falta son médicos que tengan una visión global del enfermo. No es rentable, útil ni, desde luego, beneficioso para un paciente pluripatológico que se vea sometido a un periplo de un especialista a otro; lo ideal es que un solo especialista vea todo lo que le ocurre y que, además, los tratamientos para una y otra enfermedad no sean incompatibles. En suma, lo que hace la Medicina Interna es confeccionar una especie de traje a medida para cada enfermo.
"A veces, parecía que Interna iba a ser fagocitada, pero ha demostrado su razón de ser"
P. ¿La pandemia, y el necesario abordaje multidisciplinar del virus, han servido, quizás, para resituar a Interna en el lugar que le corresponde, al menos en el imaginario colectivo?
R. Sí, me parece que sí. Ha servido, al menos, para recordarle a la gente no vinculada con el ámbito sanitario el papel de nuestra especialidad. Interna ha atendido al 80% de los pacientes no críticos hospitalizados por covid, y lo ha hecho con éxito. Pero esto no es nuevo: la Medicina Interna ha dado un paso adelante con la epidemia de sida, con el síndrome del aceite tóxico, e incluso con el virus Ébola. En definitiva, Interna no solo está plenamente adaptada a la realidad actual y al perfil de nuestros enfermos, sino que está preparada para dar una respuesta solvente a todo tipo de eventualidades sanitarias.
P. ¿Y, pese a ello, no es agotadora esa sensación de estar reivindicando permanentemente el lugar que les corresponde en el mapa sanitario?
R. Mire, en el ámbito sanitario, la Medicina Interna siempre ha tenido, y sigue teniendo, mucho prestigio y es muy valorada por el resto de especialistas. Ahora bien, insisto en que para la población en general es más fácil entender qué hace un pediatra, que un cardiólogo trata los problemas del corazón o que un neurólogo hace lo propio con el cerebro y el sistema nervioso. No obstante, cuando la gente ingresa en un hospital y toma conciencia de que existe la figura del internista, está muy agradecida de que exista una persona que les atienda integralmente y que vea todas las aristas de su persona y de las enfermedades que tiene.
P. Lo decía usted antes: sobre el papel, Interna debería desempeñar un rol cada vez más relevante en un sistema con pacientes añosos, crónicos y pluripatológicos. ¿Pero es consciente el sistema de eso? ¿Ocupa Medicina Interna el lugar que le corresponde en la estructura sanitaria?
R. Responder a esa pregunta es un tanto difícil, porque tiene muchas derivadas. De una parte, están los pacientes y las necesidades del propio sistema, y de otra, los profesionales y la necesidad de no perder su terreno. Lo que parece evidente es que si queremos cambiar el sistema y adaptarlo a la realidad actual, hay que potenciar aquellas figuras profesionales que sean más versátiles y tengan una visión global del enfermo.
"Interna ha dado un paso al frente ante la covid..., y ante el sida, la colza o el Ébola"
P. ¿Y qué figuras son esas en el sistema actual?
R. Me parece muy evidente que son tres: los médicos de Familia, los internistas en el ámbito hospitalario y el personal de Enfermería. Cada uno en su ámbito, son los tres tipos de profesionales que tienen una visión más clara y más amplia. De alguna manera, la atención en el ámbito comunitario debería girar sobre el médico de Familia, y sobre el internista en el entorno hospitalario. La mayoría de las complicaciones que surgen en los postoperatorios de los pacientes ancianos que se someten a intervenciones quirúrgicas no tienen que ver con la propia intervención, sino con el resto de enfermedades que tienen. ¿Quién abordará mejor esas complicaciones, el especialista que le ha operado o un internista? Parece evidente que el internista, ¿no? Así pues, en el caso de estos pacientes, por ejemplo, hay que integrar y coordinar el trabajo del internista con el de los especialistas quirúrgicos. Quizás los hospitales deban ir olvidando el concepto tan claro de servicios como unidades estancas y deban ir hacia equipos, en muchas ocasiones multidisciplinares, que atiendan a pacientes con muchas enfermedades.
P. ¿Desde la perspectiva de un internista como usted, la crisis de atención primaria se tiene que vivir casi en carne propia, no?
R. Interna y primaria somos primas hermanas, o casi hermanas de sangre, porque tenemos la misma visión global. Nos entendemos muy bien mutuamente, y creo que, incluso, deberíamos fomentar más ese entendimiento, porque a veces surgen problemas puntuales, que son más de comunicación que de concepto. En suma, si la primaria no funciona bien, va a costar mucho que el sistema salga adelante, pero lo mismo le digo de Interna.
P. ¿Dónde situaría la raíz de esa crisis que, en el caso de primaria, parece ya estructural?
R. En muchos sitios, pero hay un problema evidente, que es común a muchas especialidades, pero especialmente acuciante en primaria, y también en Interna: el relevo de profesionales. Nosotros tenemos plazas vacantes que no se llegan a cubrir, porque no hay profesionales que las cubran, y esto tenemos que replantearlo. Habrá que determinar si hay especialidades que necesitan cubrir tantas plazas como cubrían antes o si hay otras que necesitan más que las actuales. Y tenemos, además, otra amenaza, como es la tentación de atomizar aún más la atención creando nuevas especialidades. Creo que esa atomización tiene poco sentido si vamos hacia un enfermo cada vez más global. Es mucho más útil tener personas versátiles, que puedan trabajar en diferentes ámbitos de actuación, que insistir en la creación de más compartimentos estancos aún.
P. Si algo ha demostrado la pandemia es que la multidisciplinariedad y el trabajo en equipo son fórmulas válidas para trabajar en una situación anómala. ¿Cree que también son válidas para el trabajo estructural del día a día, sin necesidad de que medie una crisis?
R. Sobre todo en la primera ola se demostró que la multidisciplinariedad podía funcionar, pero funcionar incluso atendiendo enfermedades que, en principio, parecían muy alejadas del campo de actuación habitual de cada profesional; hubo traumatólogos u oftalmólogos integrados en equipos covid, y coordinados por internistas, y lo hicieron perfectamente bien. Me parece que esto demuestra claramente que se puede hacer trabajo en equipo multidisciplinar, y que además puede ser una fórmula de éxito. Otra cosa es lo que hemos sido capaces de aprender y asimilar de esta crisis. Me da la sensación de que más de dos años después estamos volviendo al sistema previo de compartimentos estancos.
P. De hecho, se lleva años hablando de la necesaria reconversión del sistema, pero esta no acaba de materializarse. ¿A qué lo achaca usted, a un problema de falta de coordinación política, a inercias adquiridas, a recelos profesionales...?
R. Más bien, a una amalgama de todo eso y algo más. Inicialmente, todas las sociedades y colectivos son reticentes al cambio, y aquí incluyo, claro, a los internistas. Ahora bien, si esperamos que esto nos venga desde arriba, no sabemos si llegará. La iniciativa debe partir de los profesionales que están en el día a día, pero, cuando surja, los gestores, lejos de poner trabas, lo que tienen que hacer es potenciar esa iniciativa. Una vez que haya un número suficiente de unidades que hayan llevado adelante el cambio, y hayan constatado el éxito de la fórmula, el resto de las unidades y servicios se irán movilizando, poco a poco, hacia nuevas formas de atención.
P. ¿El problema es que si vamos unidad por unidad o servicio por servicio, el cambio vendrá de forma muy lenta, no? ¿Puede esperar tanto el sistema para culminar esa adaptación?
R. Todos conocemos intentos de adaptación como los de las agencias sanitarias en Andalucía, el modelo Ribera Salud en la Comunidad Valenciana u otras fórmulas de trabajo en Cataluña, por citar solo algunos ejemplos. Yo no me posiciono ni a favor ni en contra, pero el caso es que muchas de estas fórmulas se están revirtiendo, y lo cierto es que antes de seguir adelante o de deshacerlas habría que hacer una evaluación concienzuda de resultados y dilucidar qué sistema funciona mejor. Me da la sensación de que esa evaluación, en muchos casos, no ha existido.
"Si AP no funciona bien, el sistema no saldrá adelante, y le digo lo mismo de Interna"
P. Volviendo a SEMI, una sociedad que nace con gente en el banquillo como Gregorio Marañón o Jiménez Díaz tiene casi un equipo de Champions, si me permite la analogía. Esos nombres son casi garantía de éxito asegurado...
R. Qué duda cabe. Estamos hablando de nombres que trascendieron la Medicina, porque, además de grandes internistas, eran enormes humanistas, en el más amplio sentido de la palabra. Hablamos de figuras de una talla difícilmente igualable.
P. Al margen de esos nombres, los más de 8.000 socios que tiene actualmente la sociedad la convierten en una de las más numerosas. ¿Qué hace SEMI por esa masa social que paga, anual y voluntariamente, una cuota por pertenecer a la sociedad?
R. Esos socios que usted menciona son, sin duda, el mejor capital y la razón de ser de nuestra sociedad científica, porque son los que le dan fuerza, en el aspecto clínico, docente e investigador. En las últimas dos décadas, SEMI ha experimentado cambios significativos orientados, precisamente, a dar el mejor servicio posible al socio. Al margen del congreso anual, se crearon grupos de trabajo para favorecer la actividad investigadora y la formación en áreas específicas; hace 8 o 10 años pusimos en marcha, además, una plataforma docente nueva que ahora mismo ofrece infinidad de cursos y seminarios de vanguardia que permiten al internista estar permanente actualizado en los más diversos campos; también hemos creado una cátedra conjunta con la Universidad de Barcelona, que permite cursar varios máster y cursos de especialización, estamos trabajando en una escuela de investigación y volcados también en el desarrollo de nuevas tecnologías... En suma, el objetivo último es dar servicio a nuestros socios, y que ese servicio sea de la mayor calidad posible.
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