Todos los sanitarios comparten problemas de salud similares, derivados del tipo de actividad que realizan y de la precariedad en la que, lamentablemente, en muchos casos desarrollan su cometido. Sin embargo, Maribel Galva, de la junta directiva de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, apunta algunas particularidades del ámbito residencial. La principal es el perfil de los pacientes: personas de edad avanzada, pluripatológicas y con algunas enfermedades en fase avanzada, en situaciones de discapacidad y dependencia y que sufren deterioro cognitivo: “Estas características hacen más compleja la atención a estos pacientes, obligan a que las competencias profesionales sean muy exigentes”.
Es un medio donde, además, tiene más presencia la muerte y surge con mayor asiduidad la disyuntiva de tener que decidir entre alternativas nada halagüeñas: “Vas a ver morir a muchas personas que cuidas y a tener que decidir en dilemas éticos importantes”.
Trabajar en equipo y el apoyo de grupo ayuda a gestionar las emociones
El contacto con los pacientes no es puntual como en los hospitales: “Estas personas pueden estar meses y años y un porcentaje importante tienen una relación limitada con la familia, nosotros nos convertimos en un referente para ellas”, apunta. Además, el impacto emocional de esta atención en el personal sanitario es evidente: “Hay una relación, conocemos su historia personal”, afirma.
A esto hay que añadir que el entorno laboral es difícil, con plantillas y recursos escasos, lo que da lugar a que la carga de trabajo sea demasiado alta: “La pandemia puso de manifiesto que las plantillas son cortas”.
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