¡No pudo ser! Alfredo ha fallecido, no pudo superar el ataque del maldito virus que asola vidas y sentimientos. Intento controlar mis recuerdos, mi amistad con él y la enorme gratitud por todo lo que hizo y trataré de reflejar el ejemplo de su vida y la extraordinaria aportación que hizo a la Cirugía y a la Oncología de nuestro país.
Alfredo nació en Madrid en 1931 en el seno de una familia dedicada a la medicina, que había de marcar el rumbo de su vida profesional. Nieto del Dr. José Goyanes Capdevilla, extraordinario cirujano y humanista, fundador del Instituto Nacional del Cáncer y de la Liga Española contra el Cáncer, e hijo del Dr. José Die y Mas, que le orientó y guió sus primeros pasos en la cirugía, inculcándole los principios básicos del ser médico.
En el año 1964 consiguió una Beca Fullbright y se trasladó con su familia a vivir a Estados Unidos. Desarrolló inicialmente su actividad durante seis meses en el Prince George Hospital de Washington y posteriormente en el Memorial Sloan-Kettering Cancer Center de New Cork, en el que estuvo hasta el año 1969.
Etapa decisiva
Esta etapa fue decisiva en su vida, en su formación personal y profesional y la satisfacción de haber obtenido una meta a la que siempre aspiró: formarse en uno de los mejores Centros Oncológicos del momento.
Se formó en una época en la que la Cirugía era el arma más efectiva frente al cáncer, al no contarse en aquel momento con otras armas de igual eficacia, si bien él tuvo la suerte de trabajar en un hospital con un importante desarrollo de la Oncología Médica, que no era el reflejo de esa época.
Regresó a España y se incorporó como cirujano al Instituto Nacional de Oncología de Madrid hasta que en 1973 obtuvo la plaza de jefe de Sección en el Servicio de Cirugía General y Digestiva del Prof. F. de la Cruz Caro, en el entonces denominado Hospital 1º de Octubre de Madrid. En el año 1976 logra el puesto de jefe de Servicio en el Departamento de Cirugía General y Digestiva del Hospital Ramón y Cajal, cargo que desempeñó hasta su cese en 1997.
Hubo una época en la que la cirugía era, casi en solitario, la clave del tratamiento de los tumores al no disponerse de otras formas de tratamiento de similar eficacia. Hoy día la lucha contra el cáncer se basa en una estrategia multidisciplinar, dentro de la cual se incluye la cirugía, y que él contribuyó a desarrollar.
Una gran responsabilidad
En esta época la responsabilidad de un buen resultado terapéutico frente al cáncer recaía en gran medida en la actuación del cirujano oncológico, que debía ante todo ser un buen médico; reunir amplios conocimientos anatómicos y dominar con seguridad la técnica quirúrgica adaptadas a los conocimientos de la época, que debía realizar tras una correcta y sopesada indicación; ser prudente pero valiente; tener compromiso con el paciente en la evolución del cáncer y de sus complicaciones, sentido ético, y no basar sus decisiones en su presunta seguridad técnica.
Si además de todo esto el cirujano oncológico era capaz de trasmitir sus conocimientos con sentido docente, estimular la formación de sus colaboradores en el conocimiento de la oncología y adoptar posturas flexibles y amplitud de miras para favorecer la evolución de la oncología, tendremos al cirujano oncológico ideal. ¿Pero existe?. Acabamos de describir al Dr. Alfredo Die Goyanes.
Fue fundador y primer presidente de la Sociedad Española de Cirujanos de Cabeza y Cuello, de la Sociedad Española de Oncología Quirúrgica (SEOQ) y de la Federación de Sociedades Españolas de Oncología (FESEO).
Era una persona sencilla, vital, amigo de sus amigos y padre de familia ejemplar.
Deja una honda tristeza su muerte entre sus familiares y amigos, pero su legado permanece entre sus innumerables discípulos repartidos por España, que llevan impreso el sello de su formación y su “genética quirúrgica” . En alguna medida Alfredo permanece, no se ha ido. Descanse en paz.
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