Yascha Mounk es, quizás, uno de los pensadores más interesantes de los últimos años, junto a nombres tales como Sandel, Fukuyama o Han, entre otros, aunque menos conocido en España que éstos últimos. Y lo que Mounk escribiera hace pocos años en su libro The age of responsability cobra especial sentido estos días si atendemos a las declaraciones de algunas autoridades políticas que parecen decirnos, en ocasiones con poca explicitud, que la actual evolución de la pandemia en nuestro país, donde los efectos de las estrictísimas medidas adoptadas al inicio de aquélla parecen haberse evaporado en estas últimas semanas bajo el sol del verano, es responsabilidad de los ciudadanos.
Y Mounk nos avertía en su libro del riesgo de transformar nuestro concepto de responsabilidad individual, basado en el principio de solidaridad, en un modelo de responsabilidad punitiva. Este nuevo paradigma que poco a poco puede ir insertándose en nuestras sociedades y, con más fuerza, en momentos tan difíciles como los que estamos viviendo, no supone una mera adopción de nuevas estrategias para mejorar la salud de los ciudadanos, sino una transformación real de los principales principios y valores en los que se basaron las comunidades durante muchas décadas. Así, nos recuerda que en los años de la posguerra hubo un amplio consenso social de que muchos de los deberes que los Estados tienen respecto de sus ciudadanos son en gran parte independientes de las elecciones que esos ciudadanos han hecho. Hoy, en cambio, cada vez más compromisos de bienestar están condicionados a un comportamiento bueno o responsable. La concepción de la responsabilidad que ahora prevalece es profundamente punitiva. Hemos pasado de un concepto de responsabilidad como un deber para ayudar a los demás a una concepción de la responsabilidad como culpabilidad.
Una mirada profunda a los mapas de los rebrotes nos permite alcanzar la convicción de que éstos van por barrios, y son los de peor condición socioeconómica los que sufren los envites del virus
Y ¿son realmente culpables los ciudadanos de la situación que estamos viviendo? Viendo la casuística que nos rodea podríamos afirmar, en expresión muy gaélica, que “depende”. Sí es cierto que determinadas actitudes y comportamientos que uno observa día a día o, en muchas ocasiones, intuye que han ocurrido pocas horas antes tras ver múltiples botellas de diferentes brebajes abandonadas a su suerte en un parque o recóndita plaza, animan a trasladar la culpa a los ciudadanos. Sin embargo, una mirada algo más profunda como sería la revisión detenida de los mapas del diferente impacto que los rebrotes están teniendo en nuestras ciudades, también nos permite alcanzar la convicción de que esto de los rebrotes va por barrios. Y son, precisamente, los barrios de peor condición socioeconómica los que sufren los duros envites del maldito virus.
No se trata de exculpar a determinados grupos de individuos, bajo la excusa de sus peores condiciones socioeconómicas, pero sí recordar, una vez más, que el principal determinante de salud es el socioeconómico. Y, por ello, si bien la responsabilidad debe exigirse de todos los ciudadanos, como expresión de solidaridad con sus semejantes y porque nuestro primer deber ético es no hacer daño a otros, no debemos olvidar que, en algunos casos, el problema no radica tanto en la negligencia como en la falta de información y educación o de unas mínimas condiciones para llevar una vida digna y, por tanto, responsable. Y aquí es donde la pandemia debe ofrecernos la lección de promover en el futuro políticas efectivas tanto de empoderamiento de los ciudadanos en el ámbito de la salud a través de la educación e información, como de conquista de unas mínimas condiciones para una subsistencia digna y saludable. La responsabilidad requiere como primera precondición la capacidad de ser responsable y, por tanto, de poder decidir entre diferentes conductas y en determinados contextos es harto difícil. El ejercicio de la responsabilidad individual exige unas mínimas precondiciones de vida que suelen lograrse a través de los derechos sociales.
Responsabilidad de los personajes públicos
Todo lo anterior no obsta para recordar, además, como dijéramos a finales de marzo desde el Comité de Bioética de España, que la llamada a la responsabilidad individual interpela más, si cabe, a las personas y personajes públicos por la mayor trascendencia social de sus conductas y declaraciones. Y, algunas, escasas, pero de gran impacto mediático, conductas no demasiado ejemplarizantes también se han observado. Llevar a cabo comportamientos de riesgo en la esfera pública traslada un inaceptable mensaje de confusión.
En todo caso, otro deber que nos deja para el futuro inmediato esta dura experiencia y quizás aún más trascendente que el anterior, es reflexionar sobre qué tipo de comunidad política estamos desarrollando cuando el confinamiento y otras medidas efectivas frente a la Covid-19 solo se consiguen bajo el toque de queda de un sistema sancionador. Una sociedad que solo cumple cuando el Derecho se lo exige, no siendo suficiente con una mera llamada ética a la responsabilidad solidaria, no creo que le espere un futuro muy esperanzador, aún cuando esta pandemia quede ya en un tiempo atrás en el recuerdo.
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