La transmisión de enfermedades por vía aérea no es algo desconocido y, desde luego, el contagio del coronavirus no es ajeno. Las vías clásicas que se han repetido hasta la saciedad en esta pandemia son por fómites al tocar superficies, por gotas expelidas por una persona portadora del virus y la tercera, que cada vez está recobrando más importancia, la que se propaga a través del aire por aerosoles, “pequeñas gotículas de saliva y de fluidos respiratorios más pequeñas –de menos de 50 micras, que se quedan suspendidas en el aire, entre 1 y 2 horas, y con capacidad infectiva cuando las respiramos, puesto que el virus mide 0,1 micras. Es como el humo que se expulsa cuando se fuma y son muy peligrosas, sobre todo, cuando se produce en interiores, en zonas sin ventilación y aunque se mantenga la distancia”, sentencia José Luis Jiménez, catedrático de Química y Ciencias Ambientales de la Universidad de Colorado, Boulder, (Estados Unidos) y uno de los mayores expertos mundiales en aerosoles que, desde que empezó la pandemia, y junto a otros especialistas, insistió machaconamente, pero sin mucho éxito, en la transmisión del SARS-Cov-2 a través de aerosoles.
Este profesor zaragozano, en el que se cumple aquello de que nadie es profeta en su tierra, pero que aporta una visión clara del peligro real de esta vía de contagio -a la que considera la responsable de la propagación imparable de la pandemia-, y cuya voluntad férrea –ha empezado a comprar con dinero de su bolsillo medidores de CO2 para enviar a centros docentes de España, está permitiendo que su mensaje cale y se rinda a una evidencia abrumadora de los científicos ya publicada en Science.
Además de las innumerables intervenciones que, de una manera altruista, ha realizado y realiza en medios de comunicación y en reuniones científicas y civiles, Jiménez ya "ha mantenido primeros contactos" con autoridades sanitarias de España a las que ha ofrecido orientación y apoyo. El mensaje: “ventilar, ventilar, ventilar espacios cerrados. Y si no se puede, medir el CO2 del aire o recurrir a filtradores HEPA. Las medidas para evitar esta transmisión deben explicarse y conocerse sin causar alarma ni asustar a la población, pero deben tenerse en cuenta y poner el máximo esfuerzo en interiores, que es donde se están produciendo la gran mayoría de los contagios”.
PREGUNTA. ¿Qué otras patologías se transmiten por aerosoles y se tardaron en reconocer? RESPUESTA. Varicela, sarampión y tuberculosis son los ejemplos más claros y que se fueron consolidando a partir de los trabajos de Charles Chapin. Se consideraban una enfermedad de gotas, pero ahora está claro que los aerosoles constituyen sólidas vías de transmisión en esta infecciones.
P. Esta vía ha sido reconocida por el profesor Anthony Fauci, por los CDC estadounidenses, incluso por Ángela Merkel a instancias de su virólogo Cristian Drosten. Sin embargo, la OMS, el Ministerio de Sanidad español, así como los de América Latina se muestran reticentes. ¿A qué cree que se debe?
R. Es un grave error que, creo, tiene dos razones. Una es histórica, ya que muchos de los miembros que están en la OMS proceden de corrientes en las que el dogma era que las enfermedades no se transmiten por el aire y si se promulga lo contrario, hay que evidenciarlo exhaustivamente. Esta ha sido siempre la actitud de la OMS. Cuando la comunidad científica se comunicó con este organismo el pasado 6 de abril les dijimos: tampoco existen evidencias del contagio por superficies ni por gotas grandes. Pero la respuesta era la misma siempre: se pedía una evidencia más elevada que el que se pide para otros virus. Después, hay pocos países que se atreven a estar en desacuerdo con la OMS. Mi impresión es que este organismo no niega la posibilidad de esta vía de transmisión, pero la considera poco relevante.
P. ¿Qué porcentaje de contagios podrían deberse a la exposición a los aerosoles?
R. Estimamos que unas tres cuartas partes; un 75% aproximadamente. Hay estudios relacionados con las superficies que indican que los que se lavaban las manos frecuentemente, frente a los que no, se contagiaban un 16% menos. Sin embargo, los CDC estadounidenses ya han señalado que no consideran que sea la principal fuente de contagio: puede representar entre un 15-20%. Las gotas grandes, “proyectiles” que se expulsan al hablar, toser o estornudar y que infectan las fosas nasales, la boca o los ojos, cuando alguien lo hace directamente en la cara de otra persona y acierta, pueden suponer un 10% de los contagios, de los que la mitad son gotas y la mitad aerosoles. El resto se debe a aerosoles, que explican el contagio cercano, cuando estás hablando, y el que se produce en lugares de propagación, que es muy elevado, ya que se sabe que el 10% de los contagiados infecta al 80% de nueva generación. No se puede contagiar a tanta gente si no es por medio de aerosoles en una habitación compartida.
P. Entonces, ¿puede afirmarse que los aerosoles son la principal vía de contagio?
R. Es lo que pensamos y hemos analizado muchos científicos, pero debe convencerse la OMS.
P. Si finalmente la OMS reconociera la transmisión de infecciones por aerosoles, ¿cuántos contagios podrían reducirse?
R. Es una estimación compleja que también se acompaña de un labor compleja. Pero, por ejemplo, Japón es un buen modelo porque se dieron cuenta, muy rápidamente, con la experiencia del crucero 'Diamond Princess', que habían mandado unos equipos especiales y que se habían contagiado ocho de los trabajadores que sabían protegerse. Si hubiera sido por gotas, no se hubieran contagiado. También vieron que lo que estaba en el crecimiento explosivo de la epidemia eran súpereventos de propagación que eran por aerosoles. Se trata de detener el crecimiento exponencial. Es necesario implantar medidas más inteligentes porque el potencial existe, aunque su establecimiento es complejo.
"Es muy difícil estimar qué numero de contagios se reducirían teniendo en cuenta la transmisión por aerosoles, pero se pueden implantar medidas inteligentes porque el potencial existe"
P. En España ya hay muchos científicos que ponen de relieve el papel de los aerosoles ¿Qué ocurre en En Estados Unidos?
R. A través de la Sociedad de Investigación de Aerosoles de Estados Unidos, otros dos investigadores y yo hicimos un comunicado expresando el contagio por aerosoles, pero otras sociedades no se han pronunciado. En España, mi impresión es que muchos lo pensaban, pero no les escuchaban demasiado. En realidad, no nos hacían mucho caso a nadie. Ahora hemos empezado a crear un espacio.
P. De admitirse claramente la transmisión por aerosoles, ¿deberían cambiarse muchas reglas actuales del juego, sobre todo, en espacios cerrados?
R. En las escuelas se debería porque, en general, no son los sitios más seguros. En lo que se refiere al debate de si los niños más pequeños contagian o se contagian más o menos, considero que sí se contagian, teniendo en cuenta la experiencia con otros virus. En adolescentes y jóvenes adultos, ya se ha observado que se contagian igual o más que los adultos. Un estudio sobre CO2 realizado por la UE en colegios españoles señaló que en muchos de ellos había más de mil partes por millón de CO2 en el aire, que es el CO2 exhalado. En estas condiciones, los niños comienzan a aturdirse. Algunas estaban por encima de estos niveles. Por ello es absolutamente necesario abrir ventanas y ventilar. Es una situación peligrosa ante la cual se podrían hacer muchas cosas, pero hasta que no se acepte su existencia, no se hará nada. En el caso del transporte público, la transmisión no es tan obvia porque depende de cómo esté ventilado. Nosotros hemos trabajado con una de las empresas más grandes de transportes en España y hemos observado que, por ejemplo, los vagones de los metros tienen una gran ventilación. El problema aparece cuando están demasiado llenos y no se puede mantener, al menos, un metro de distancia. Habría entonces que aumentar frecuencias o distribuir los horarios de entrada a los trabajos. En los autobuses, los más modernos, también disponen de sistemas de ventilación. En los aviones, la ventilación es mucho mejor. Aquí, cuando se han producen contagios, normalmente es la persona infectada que está a tu lado la que te contagia porque el aire que está exhalando, lo respiras antes de que tenga tiempo de llegar a la ventilación.
"En las escuelas, se debe hacer al aire libre todo lo que sea posible. Si no, ventilar y medir el CO2 y comprobar que la ventilación se está realizando correctamente"
P. ¿Qué propone para los centros docentes, mayoritariamente carentes de sistemas de ventilación, para reducir o evitar contagios?
R. Hacer fuera del aula lo que se pueda y en la medida que el tiempo lo permita. Si no, ventilar abriendo las ventanas. Y considero imprescindible medir el CO2 para comprobar que se está haciendo bien, ya que la ventilación también depende de si hace viento o no. Por ejemplo, en un día con viento se ventila 10 veces más que en uno sin viento. Cada escuela debería tener, por tanto, un medidor de CO2 para comprobar que el nivel se sitúa por debajo de 600-700 partes por millón de CO2 en el aire, teniendo en cuenta que en el exterior son 300. No se concibe tener espacios con más de 1.000 partes por millón de CO2 en el aire. Si no se puede ventilar, hay que filtrar con dispositivos HEPA que, aunque son más costosos, sería útil. Habría otra posible forma, que actualmente investiga un catedrático de la Universidad de Zaragoza, que se basa en pegar un filtro de sistemas homologados a un ventilador clásico. Sería una potencial solución, más económica, que en China y en Estados Unidos se está haciendo mucho.
P. ¿Y si la ventilación o filtración es totalmente imposible en cualquier lugar cerrado?
R. Un sistema, que no es muy aconsejable en las escuelas, es recurrir a las luces ultravioleta que funcionan muy bien y a través de las que se demostró que la tuberculosis se transmitía por el aire. El problemas es que son caros y que, aunque desinfecta, quema, por lo que hay que tener precauciones. Estos se recomiendan, y hemos enviado una publicación al respecto, en lugares concretos en los que se pueda llevar a cabo una instalación profesional como salas de espera de urgencias de hospitales, cárceles, entre otros. También hay limpiadores químicos de aire, pero no los recomendamos porque pueden generar compuestos tóxicos.
P. ¿En interiores, cuánto tiempo y con qué número de personas comienza el riesgo, aún llevando mascarillas?
R. Influye el tiempo, el número de personas, el tamaño de la habitación y el tipo de ventilación, por lo que hay que reducir estos parámetros todo lo que se pueda. Las mascarillas funcionan, pero su efectividad también varía según la calidad del filtro y de su ajustamiento. El aire pasa más fácilmente por huecos que si encuentra una barrera. En España, por lo que he visto, muchas personas llevan mascarillas de mala calidad o que presentan huecos por todas partes, por la nariz, por los lados… Las mascarillas no son una decoración. Si son de calidad y bien ajustadas protegen.
P. ¿Qué medidas serían indispensables para reducir esta vía de contagio?
R. Creo que lo más importante es explicar que hay una transmisión importante por el aire y que actúa como el humo; es más peligroso en interiores, porque se acumula más, y en exteriores hacer saber el peligro de estar hablando sin mascarilla y sin distancia. En cuanto a medidas específicas, hacer todo lo que se pueda al aire libre, aunque tampoco se puede garantizar que es un talismán; por ello, hay que mantener la distancia y llevar mascarilla. No en todas las zonas de España se va a poder hacer, pero otros de temperaturas más cálidas sí pueden ponerlo en práctica. Para lugares de ocio, se podrían trasladar la mayoría de los encuentros a entornos al aire libre para reducir riesgos.
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