La covid-19 ha matado ya a cinco millones de personas en todo el mundo y esta cifra podría llegar a duplicarse en 2022 si no se vacuna con urgencia en los países con baja tasa de inmunización según la OMS1. Con este dato en la mano, no vacunar al mundo sería no solo un fracaso, sino algo contrario a nuestros intereses, a nuestra seguridad, pero sobre todo contrario a nuestra ética y principios europeos.
A nivel global, la vacunación se está produciendo en condiciones de absoluta desigualdad: un 48,7% de la población mundial ha recibido al menos una dosis, pero mientras que en los países ricos se ha vacunado a un 70% de su población, solo un 3,1% lo ha hecho en los países de bajos o medios ingresos. Aun con este panorama, algunos países hemos iniciado la administración de una tercera dosis.
Los países ricos y, de forma específica, la Unión Europea, a la vez que apoyábamos la compra agregada de vacunas a través de COVAX para lograr la vacunación mundial equitativa, comprábamos directamente a las empresas fabricantes la mayor parte de su producción. Convertíamos así en inútil una iniciativa que habría supuesto una salida a la pandemia más rápida y justa.
España es líder mundial en vacunación frente a la covid-19 con un 90,4 % de la población adulta vacunada -más de 37 millones con pauta completa- y su impacto positivo ya lo estamos viviendo en nuestro país. Somos afortunados. Pero no vivimos aislados y tenemos responsabilidades en la comunidad internacional. A pesar de las declaraciones de los líderes globales y de la Resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas en abril de 2020, que consideró la vacunación frente a la COVID-19 como un bien público global, la situación actual sigue siendo de absoluta inequidad.
La tercera dosis generalizada, una opción innecesaria
Recientemente, España ha publicado datos sobre la efectividad de las vacunas en vida real, que muestran que el nivel de protección frente a la hospitalización y muerte es muy alto y es alto también frente a la infección y sus síntomas. También estamos viendo que, una vez aprobado el uso de una tercera dosis de las vacunas de mRNA por la Agencia Europea del Medicamento, se ha incorporado en el Plan de Vacunación para pacientes inmunodeprimidos y personas mayores de 70 años y está pendiente de decisión su ampliación a personas más jóvenes.
La tercera dosis, cuando es dosis de refuerzo, no está basada en evidencias científicas de que disminuya los casos o su gravedad a medio o largo plazo. Que una agencia reguladora la haya aprobado no implica que haya que administrarla. Solo significa que es segura y eficaz en el aumento de anticuerpos, pero no nos asegura su efectividad en la reducción de casos. Hacen falta más datos antes de implantar su uso en población general.
Las vacunas existentes deben emplearse donde sean más beneficiosas para acelerar el final de la pandemia e inhibir la evolución de variantes. Salvarán más vidas si se administran a las personas que corren mayor riesgo de padecer enfermedad grave y aún no han recibido ninguna dosis.
Desde Médicos del Mundo hacemos un llamamiento a líderes y decisores a todos los niveles: autonómico, nacional y europeo para que se comprometan, con hechos y no sólo con palabras, con la vacunación equitativa a nivel global, primándola sobre la inmunización de refuerzo en España y en Europa. Y es que a pesar de que con su Plan de Acceso Universal aprobado a comienzos de año, nuestro país declara liderar la vacunación solidaria al anunciar la donación de 30 millones de dosis, y otros 20 millones más prometidos en la última cumbre del G-20 la pasada semana en Roma, lo cierto es que esa cifra es de difícil rastreo público.
Las temibles consecuencias de la desigualdad vacunal
Continuar con esta desigual vacunación tiene consecuencias muy negativas en el desarrollo de la pandemia. La pandemia hasta ahora ha supuesto un retroceso bien documentado en todos los parámetros de desarrollo humano: aumento de la pobreza extrema, descenso en la educación infantil, incremento de enfermedades crónicas y problemas de salud mental, aumento de enfermedades infecciosas, muy notable en malaria, tuberculosis y sida; etc.
En los países ricos también estamos viviendo los efectos de la vacunación no equitativa: tardía vacunación a población excluida de la atención sanitaria (migrantes, refugiadas, personas en situación de calle o prostitución) desabastecimientos por rotura de cadena de suministros globales, subida del número de casos con la apertura del ocio y del turismo, etc. Estos efectos continuarán hasta que una gran parte de la humanidad esté vacunada. Y en particular las personas más vulnerables, las excluidas y el personal de primera línea, como el sanitario.
Por todos estos motivos, la brecha en las tasas de vacunación entre los países desarrollados y en desarrollo debe resolverse, y rápidamente. Esto significa eliminar los obstáculos al despliegue mundial de vacunas. Como demanda la OMS, urge vacunar al menos al 40% de la población mundial antes de finalizar el año y al 70% para junio de 2022.
¿Cómo podemos hacer realidad el despliegue mundial de vacunas?
En primer lugar, los países que tenemos una alta tasa de vacunación, debemos donar de inmediato nuestros abultados excedentes (5 millones estimadas en España) y asignar las compras comprometidas y no entregadas a los países con menor tasa de vacunación. Ello debe hacerse de acuerdo con planes detallados de entregas, de manera que los países receptores puedan planificar la administración de vacunas a su población.
Los países y las empresas fabricantes deben implicarse en salvar los obstáculos regulatorios y legales, no poniendo trabas a las exportaciones -los contratos obligan a que los fabricantes las “aprueben”- y en facilitar toda la compleja logística necesaria.
En segundo lugar, los fabricantes y los países de rentas altas deben comprometerse a dar preferencia en la adquisición de vacunas a los países de bajos y medios ingresos que tengan bajas o nulas tasas de vacunación, sea directamente o a través de COVAX.
Además, para asegurar la producción necesaria a corto y medio plazo, los fabricantes deben facilitar la transferencia tecnológica cediendo su propiedad intelectual al C-TAP, el pool de acceso a la tecnología Covid de OMS o a fabricantes de países en desarrollo. En su defecto, los países de rentas altas y España en particular deben apoyar la exención temporal de patentes de tecnología Covid (vacunas, diagnósticos, tratamientos y otras herramientas) en la próxima cumbre Ministerial de la Organización Mundial del Comercio, (OMC), sumándose al llamamiento realizado desde numerosas instancias exigiendo una acción colectiva urgente para lograr el acceso equitativo y universal a las vacunas COVID-192
Desde Médicos del Mundo llamamos a garantizar la equidad en el acceso a las vacunas y los tratamientos para la prevención y contención de la COVID-19 a nivel global. Apelando a la vacunación universal que priorice con carácter urgente la inmunización de las personas vulnerables o en primera línea como los sanitarios y otros trabajadores esenciales que aún no han recibido ninguna dosis. Además, exigimos un escrutinio público de los datos para garantizar que las decisiones de administrar una tercera dosis estén basadas en análisis cuidadosos de datos clínicos y epidemiológicos, con el máximo rigor científico y no en intereses políticos, partidistas o presiones externas de las empresas farmacéuticas o de los países con stock de vacunas en riesgo de caducar.
España, con su Plan de Acceso Universal aprobado a comienzos de año ha liderado la vacunación solidaria. Ahora tiene una excelente oportunidad de seguir liderando este proceso por el acceso a vacunas y medicamentos y la responsabilidad de demostrarlo con hechos. Porque solo así ganamos todos.
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