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miércoles, 9 de septiembre de 2020

Cambio climático: los médicos no pueden mirar para otro lado

Opinión
franciscogoiri
Mié, 09/09/2020 - 13:51
El facultativo tiene responsabilidad individual y como colectivo
Acto de protesta en Madrid para alertar de las consecuencias del cambio climático. Fotografía: Ángel Navarrete.
Acto de protesta en Madrid para alertar de las consecuencias del cambio climático. Fotografía: Ángel Navarrete.

Muchos de los grandes colectivos de nuestra vida cotidiana están evaluando su impacto en el cambio climático a través de la medida más elemental, el cálculo de su huella de carbono. Sin embargo, el mundo sanitario, amparado en el papel benefactor que le reconoce la sociedad, mantiene un bajo nivel de compromiso en cuanto a su responsabilidad con el medioambiente. Muchos se sorprenderán al saber que la gran industria farmacéutica contamina más que los fabricantes de automoción.

Mientras que el concepto de "contaminación" o "polución" puede limitarse a una repercusión geográfica localizada, el cambio climático tiene una dimensión universal. Ahora que, como nunca, la pandemia de la Covid-19 nos ha mostrado a nuestro planeta como una aldea global, tenemos que aprovechar la inercia del momento para repensar nuestra contribución al cambio climático.

La Organización Mundial de la Salud ha hecho un serio llamamiento acerca de las repercusiones que el cambio climático tendrá sobre la salud humana. El aumento global de la temperatura está desplazando mosquitos, y otros vectores de infecciones, hacia latitudes previamente exentas de enfermedades como la malaria, la meningo-encefalitis de la fiebre del Nilo, el dengue, la enfermedad de Lyme y otras enfermedades de carácter vírico. Precisamente, la fiebre del Nilo, una enfermedad hasta ahora casi desconocida en España, ya se ha cobrado algunas víctimas en Sevilla.

"La gran industria farmacéutica contamina más que los fabricantes de automoción"

Por otra parte, el aumento de alérgenos -potenciados y vehiculizados por las partículas de diésel- están incrementando las enfermedades respiratorias, especialmente el asma.

El impacto en el suministro y calidad del agua está incrementando, además, la prevalencia de las enfermedades diarreicas como el cólera; las olas de calor se relacionan con el agravamiento y la muerte por insuficiencia cardiaca; la degradación ambiental genera migraciones y condiciones extremas de vida con gran impacto sobre la salud mental, y las catástrofes ambientales, como ciclones e inundaciones, aumentan la mortalidad global.

Imagen eliminada.Observando este escenario, los médicos no podemos mirar para otro lado; hemos de encarar el cambio climático desde dos enfoques diferentes: desde nuestra capacidad individual para influir en el comportamiento humano y desde nuestra responsabilidad como colectivo contaminante.

Ninguna profesión tiene la capilaridad social que tiene la Medicina. A diario, en sus consultas, los médicos dan millones de consejos sobre hábitos de vida saludable. La repercusión que el cambio climático tiene en la salud está fuera de duda y, por tanto, éticamente, no se puede obviar el consejo medioambiental. Es más, la credibilidad social del médico le convierte en un actor relevante para difundir el respeto al entorno.

"La Medicina tiene una enorme capilaridad social para concienciar sobre este tema"

Si los miles de consejos dietéticos que los médicos dan a diario potenciaran el consumo de alimentos frescos, de temporada y de proximidad, estaríamos teniendo un gran impacto en reducir la huella global de carbono, por evitar numerosas agresiones medioambientales, como el ahorro energético en congelación o refrigeración, la contaminación por medios de transporte, los conservantes químicos o los envases de plástico. Por si esto fuera poco, estos consejos tendrían una valiosa repercusión sobre la autonomía alimentaria local, con lo que ello supone de estímulo a nuestra riqueza y sostenibilidad.

Una contribución diaria

Por otra parte, los médicos, como colectivo, tenemos que ser conscientes de cuánto contribuimos al cambio climático en nuestra labor diaria y cuánto podemos modificarla. Un ejemplo paradigmático es la prescripción de inhaladores presurizados para enfermedades respiratorias. Se estima que cada año se prescriben en España 27.355.000. Sus gases propelentes, de la familia de los hidrofluoroalcanos, se encuadran entre los más potentes gases de efecto invernadero y, por tanto, relacionados con el calentamiento global. Su uso en nuestro país supone la emisión equivalente a 378.000 toneladas de CO2. La prestigiosa agencia británica NICE ha publicado que la liberación de gases de efecto invernadero de una sola dosis (dos pulsaciones) de un inhalador presurizado equivale a lo que produce un coche convencional al recorrer 12 kilómetros.

La gran mayoría de estos medicamentos también están disponibles, sin gases propelentes, en forma de polvo seco o micronieblas para inhalar. Cambiar nuestra prescripción a estos últimos se traduciría en una gran disminución de nuestra huella de carbono.

Especial contribución al efecto invernadero tienen los gases anestésicos, tanto los halogenados, que pueden permanecer en la atmósfera hasta 15 años, como, especialmente, el óxido nitroso (N2O), con una vida de hasta 150 años, que le hace 300 veces más agresivo que el CO2. Nuestros anestesistas deben ser conocedores del poder contaminante de su profesión y propiciar las anestesias regionales o endovenosas. Además de utilizar equipos de gases con bajos flujos o, en el futuro, gases inertes como el xenón, absolutamente respetuoso con el medioambiente.

"A igual efecto terapéutico, el médico debe elegir formatos menos contaminantes"

Otro aspecto de la prescripción médica es la generación de residuos. La gran mayoría de la medicación oral viene envasada en láminas plásticas, conocidas como blisters, compuestas de PVC y una lámina de aluminio. Otros medicamentos vienen en blisters cien por cien de aluminio. Ambos materiales son altamente contaminantes. El PVC es casi indestructible y su incineración está desaconsejada por producir gran cantidad de gases de efecto invernadero, por lo que se aconseja su eliminación por enterramiento. Por su parte, a pesar de su poder contaminante, el aluminio tiene la ventaja de tener mayor facilidad para reciclarse, entrando en el sistema de la economía circular, con lo que se disminuye el expolio de la minería.

Es hora de que los médicos, a igualdad de efecto terapéutico, elijan los formatos menos contaminantes: bien cambiando aerosoles presurizados por otros sin gases propelentes, bien eligiendo dosificaciones con el menor número de blisters, o bien aquellos con envases más respetuosos con el medio ambiente, como los que se presentan en frascos de cristal.

"Paradójicamente, el hospital es, a la vez, un gran productor de salud y de contaminantes"

Existen diversas alternativas para evaluar nuestra responsabilidad -individual y colectiva- para saber cuánto contribuimos al deterioro medioambiental y cuánto podemos corregir. En este sentido, debemos preocuparnos por nuestra huella de carbono.

Los hospitales viven en la paradoja de ser grandes productores de salud a la vez que grandes productores de contaminantes. Se ha vuelto urgente que los hospitales afronten su huella de carbono e intenten disminuirla año tras año. La mayoría del material médico es de tipo desechable y contribuye a una ingente cantidad de residuos plásticos que presentan un doble reto: su manejo como material contaminante y su peligrosidad biológica.

La presión que los médicos pueden ejercer eligiendo los productos más respetuosos con el medioambiente y valorando este aspecto en los grandes concursos públicos de insumos sanitarios puede hacer reflexionar a la industria farmacéutica y de equipamiento hospitalario para volver al material reutilizable y esterilizable, reciclable o, mejor, biodegradable.

Off Pedro Cabrera. Neumólogo y presidente del Colegio de Médicos de Las Palmas Off

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