El cáncer de páncreas sigue siendo uno de los tumores más resistentes a los avances que logren mejorar la supervivencia. Solo un 20% de los pacientes son candidatos a recibir tratamientos dirigidos y nuevos fármacos que actúan sobre dianas moleculares.
Sin embargo, el estudio del microbioma intestinal ha abierto nuevas expectativas, y estudios en marcha muestran indicios de que puede tratarse de una vía efectiva de actuación también frente a este tumor, al igual que sucede con el cáncer colorrectal. Así lo ha señalado Núria Malats, jefa del Grupo de Epidemiología Genética y Molecular del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), en una reunión científica de la Sociedad Española de Epidemiología.
El cáncer de páncreas es un tumor no muy frecuente, que ocupa el noveno lugar en cuanto a incidencia en Europa. Sin embargo, es uno de los más letales y se sitúa en el cuarto lugar en cuanto a mortalidad. Además, se trata de un tipo de tumor "que está fuera de control, en el sentido de que no disponemos actualmente de herramientas para abordarlo, ni en lo que a prevención primaria se refiere para disminuir el riesgo de incidencia y mortalidad, ni en cuanto a prevención secundaria, porque no conseguimos realizar un diagnóstico precoz ni tampoco a nivel terciario para reducir recidivas y mortalidad", ha explicado Malats.
Los avances en la medicina personalizada están proporcionando algunos resultados en cáncer de páncreas pero muy limitados. Sólo el 20% de los pacientes son candidatos a cirugía con intención curativa, con una tasa de éxitos mucho menor. "La realidad es que la supervivencia media es de unos seis o siete meses y a los cinco años solo sobreviven el 7% de los pacientes".
Anticipar el diagnóstico
Y es que el 80% de los afectados se diagnostican cuando ya han aparecido metástasis. "Tenemos que anticipar el diagnóstico, porque cuando detectamos tumores de uno o dos centímetros son ya muy difíciles de abordar. El problema es que las pruebas de imagen que funcionan bien para otro tipo de tumores en páncreas son poco sensibles", ha señalado esta experta.
Ya existen marcadores prometedores para utilizarlos en cribados como algunos péptidos, microARN o metabolitos, pero "debemos definir qué grupo podría beneficiarse de esta actuación pues no podemos dirigirnos a toda la población. Nos encontraríamos con demasiados falsos positivos. Lo que tenemos es que tratar de definir una población de alto riesgo para aumentar la probabilidad de que haya casos reales".
Hasta ahora los grupos de riesgo se han definido atendiendo a casos de agregación familiar y síndromes hereditarios. "El problema es que es tipo de tumores representan solo el 10% del total; el 90% restante son cánceres de páncreas esporádicos, con una etiología muy compleja".
Además, la realidad indica que la mortalidad por cáncer de páncreas está aumentando. Se prevé que en diez años en Estados Unidos sea el segundo tumor en cuanto a mortalidad, solo por detrás del cáncer de pulmón, "y ello a pesar de que es mucho más infrecuente", indica Malats.
Ensayo 'PanGeEu'
Este aumento de la mortalidad se relaciona con un incremento de la frecuencia. Las hipótesis que se barajan para explicarlo se relacionan con mayores tasas de obesidad, diabetes, así como con el tabaquismo y consumo de alcohol, y también con pancreatitis crónicas. "Son todos ellos factores de riesgo que van confiriendo un estado inflamatorio o parainflamatorio crónico, pero cada uno de estos factores de riesgo por sí solo impacta poco en la enfermedad".
La conclusión es que "necesitamos herramientas que correlacionen todos estos factores y su interacción, a través de algoritmos que integren los marcadores biológicos". En este marco se ha puesto en marcha un ambicioso ensayo multidiscipliar, el PanGenEu, con 2.500 casos y 1.500 controles "muy bien caracterizados a nivel epidemiológico".
Teniendo en cuenta que en el cáncer de páncreas intervienen factores relacionados con el metiloma, el microbioma, el metaboloma y el genoma y algunos no son modificables pero otros sí, tenemos que analizarlos y ver cómo podemos intervenir sobre los factores que pueden ser modificables".
Para ello se está estudiando sobre todo el microbioma intestinal y también el oral. "En caso de confirmarse nuestros resultados, podríamos considerar algunas estrategias para trasladarlos al campo de la prevención primaria y/o del tratamiento del cáncer, por ejemplo, administrando a los pacientes algún tipo de antibiótico o de probiótico que permita modificar el microbioma", ha barajado Malats.
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