Su cara visible abriendo los telediarios y su mensaje riguroso y directo sonando constante en las radios ha resultado durante la pandemia casi tan cotidiano como el de la voz ronca de Fernando Simón.
Le ha tocado ser la voz de la ciencia durante la epidemia y desempeñar con frecuencia el incómodo papel de reclamar cuarentenas cuando todavía se hablaba sólo de fútbol, advertir de nuevas olas cuando políticos y ciudadanos sólo querían escuchar la palabra desescalada, señalar a los bares cuando la economía disparaba hacia los colegios… Investigadora del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa y coordinadora de la Plataforma Salud Global que puso en marcha el CSIC para coordinar la investigación española en covid, Margarita del Val (Madrid, 1959) dice haber asumido esa sobreexposición mediática “por responsabilidad” y bromea reconociendo que sobrevive a ella gracias a que no tiene redes sociales.
Hija, esposa y madre de científicos, Del Val cuenta que volvió a España tras años investigando en Alemania porque “las barreras para una mujer investigadora allí eran muy obvias. De entre decenas de institutos sólo había uno dirigido por una mujer, y era una mujer a la que luego dieron el premio Nobel”. En España dice no haber encontrado una barrera social tan grande, pero, a cambio, “el apoyo a la investigación es muchísimo menor”.
Y es que a Del Val no le ha temblado nunca la voz para señalar los errores del sistema, hasta el punto de haber sido una de las 20 grandes firmas que reclamaron en The Lancet una investigación independiente sobre la gestión de la pandemia. Casi un año después de aquello dice sentirse “desilusionada” porque sólo se ha hecho un informe interno: “No se trataba de culpar a nadie sino de aprender unos de otros para que no nos vuelva a ocurrir”.
PREGUNTA: La pandemia ha sido una prueba de fuego para el sistema sanitario, pero también para el de ciencia. ¿Ha superado la prueba?
RESPUESTA: La investigación sigue considerándose en España un lujo del que prescindir en cualquier momento. Desde 2009 hemos estado años viviendo de lo que ya teníamos, perdiendo gente, perdiendo competitividad y hemos entrado en una burocracia esterilizante de la creatividad… Durante la covid la burocracia sí paró y esa flexibilidad ha sido muy buena, pero la financiación de la investigación ha sido mínima.
Los fondos oficiales para investigar en la pandemia han estado muy por debajo de los de cualquier otro país europeo. El CSIC ha podido reaccionar porque ha tenido sorprendentemente muchas donaciones de empresas, no del sector farmacéutico, pero sí de empresas privadas. Eso nos ha permitido lanzar muchos proyectos. Las donaciones han sido vitales porque los fondos oficiales han sido mínimos.
P: ¿Se ha resuelto ya el problema de financiación con los fondos europeos?
R: El presupuesto de ciencia ha subido un 5% pero eso es nada para lo que necesitamos. Con los fondos europeos se ha llegado a ese 60% que dice el ministro, pero eso es algo puntual y además no va a crear empleos en investigación sino en la industria y a muy corto plazo. Viene bien un plan de choque pero es pan para hoy y hambre para mañana.
P: ¿Qué falta entonces?
R: En ciencia hace falta inversión, flexibilidad en la gestión y convocatorias estables. Necesitamos una nueva Ley de la Ciencia que entre otras cosas elimine la sospecha previa a la que estamos sometidos todos los investigadores.
P: ¿Sospecha previa?
R: Me parece imprescindible que cualquier funcionario público justifique cada gasto, pero a posteriori, no de forma previa o continuamente porque eso lastra la investigación. Nadie asocia la investigación con la creatividad, pero se basa muchísimo en la creatividad y la burocracia impide esa creatividad. Por definición, si antes de hacer la investigación ya podemos justificarla por completo porque ya sabemos el resultado que va a tener, es que no estamos haciendo investigación. Lo hemos visto en la pandemia: del planteamiento inicial a lo que sabíamos seis meses después había un mundo.
“Tal vez se revacune a los de riesgo, pero no creo que vayamos a ser esclavos de este virus en el futuro”
P: ¿De todos los avances que ha conseguido el CSIC en covid de cuál se siente más orgullosa?
R: De la reacción de los propios investigadores. Poco antes de empezar la pandemia lanzamos un vago e-mail en el que se decía que si algún investigador quería colaborar para atajar la pandemia del coronavirus, sin promesa alguna de fondos para ello, que enviara un folio con su idea: en un solo fin de semana recibimos 120 propuestas de equipos de investigación y ya somos más de 300 equipos.
P: ¿Cómo se ha trabajado?
R: Se ha trabajado muchísimo. Hemos sacado más patentes que nunca y no en un simple papel sino que se están usando. Hemos reaccionado muy bien gracias a que ya teníamos una forma de trabajar multidisciplinar. Pero si hubiéramos tenido, por ejemplo, desde hace tiempo más conexión con la parte clínica, una interacción más fluida, habríamos podido colaborar más. Fortalecer nuestra relación con los clínicos es una tarea pendiente.
P: Les ha faltado contacto con los clínicos. ¿También con los políticos?
R: Tampoco está nada bien engrasada la conexión de los investigadores con la toma de decisiones en los ministerios. Yo he participado en un único informe, por ejemplo. No culpo a los que han gestionado la pandemia porque tampoco puede improvisarse esa relación.
P: ¿Siente que los políticos han caminado en dirección opuesta a la que señalaban los científicos?
R: Se ha aprovechado poco todo el conocimiento científico que hay, pero no sólo el biomédico, sino también el del área del derecho, la economía o la sociología, que son los campos que nos hacen más falta ahora. Ciencia y política no hemos estado enfrentados, pero se ha aprovechado muy poco el conocimiento. Los científicos sabemos que podemos dar nuestra opinión pero también entendemos que el conjunto de las decisiones que se adoptan se basan en la sociedad que tenemos y la que tenemos actualmente valora más el turismo que otro tipo de tejido productivo y eso claramente ha impactado en la pandemia.
P: ¿Se está desescalando demasiado pronto por razones económicas?
R: A la velocidad a la que se está yendo en lo que está siendo la mejor campaña de vacunación mundial de la historia, sólo hay que esperar unas pocas semanas más en España, sólo hay que aguantar un poco más y ver los datos. Esperemos a que estén vacunadas todas las personas de riesgo con al menos una dosis y a que les haga efecto esa dosis.
P: ¿Cree entonces que sí se alcanzará ese 70% de vacunados en verano?
R: Lo importante no es llegar al 70% de la población sino al 100% de los vulnerables. No me vale de nada vacunar a todos los jóvenes si no se vacuna a los mayores de 65. No valen los números absolutos.
“Europa tiene una responsabilidad ética por rechazar una vacuna tan buena como la de AstraZeneca”
P: Usted forma parte de ese limbo en el que están más de dos millones de españoles vacunados con una sola dosis de AstraZeneca. ¿Está de acuerdo con la decisión de administrar una dosis de otra vacuna diferente?
R: Europa tiene una responsabilidad ética por rechazar una vacuna tan buena como la de AstraZeneca cuando es la más barata y con la que más dosis están comprometidas para el resto del planeta.
Las cuatro vacunas son las mejores que hemos tenido en la historia por su perfil de seguridad y eficacia y es muy preocupante que los europeos estemos sumergidos en esta discusión. Nunca se había puesto una lupa tan grande en ninguna vacuna. Y como se ha puesto esa lupa hemos visto casos, pero que hay que ponerlos en perspectiva siempre, porque el riesgo cero no existe.
P: ¿Es partidaria entonces de combinar vacunas?
R: No estoy en contra de la idea de combinar vacunas, pero no hace falta y al hacerlo se está mandando un mensaje de miedo a la población. Y esa combinación no va ser, además, superior al conocimiento sobre la eficacia y seguridad de las vacunas que ya tenemos. De lo que debemos fiarnos es de los millones de vacunados con dos dosis de AstraZeneca, no de un ensayo con 200 personas que combina vacunas. Tenemos que asumir que puede haber una muerte por millón de personas con las vacunas; es muy duro, pero lo tenemos que asumir.
P: ¿Le preocupa la variante india?
R: Me preocupa mucho la situación en India como ciudadana sensible pero también como ciudadana egoísta porque la India es una gran productora de medicamentos y de vacunas. Aún no se puede diferenciar si son las características de la variante india las que han generado esa situación o si ha sido su dinámica de población. India es un país muy densamente poblado y que se creía resistente al coronavirus. Y en realidad lo era mucho más que Europa porque apenas tienen población mayor de 65 años. Pero sí se le puede llamar variante preocupante.
P: Al margen de posibles variantes, ¿cree que hará falta revacunar a la población cada año?
R: Lo que hace que esta pandemia sea tan trágica no es que el enemigo sea el peor de todos los agentes infecciosos, al contrario, es bastante normalito, sino que nadie en todo el planeta tenía inmunidad. En cuanto tengamos inmunidad, este virus seguirá circulando, pero lo controlaremos.
"Los jóvenes tienen un sistema inmunitario en la flor de la vida, no hace falta vacunarles salvo que sean de riesgo"
P: Pero tener inmunizada a toda la población puede tardar todavía mucho.
R: A los jóvenes que tienen el sistema inmunitario en la flor de la vida no hace falta vacunarles salvo que se trate de personas de riesgo.
P: Sin embargo, no se ha dejado de escuchar durante toda la pandemia que el coronavirus también afecta a los jóvenes.
R: En España, el 95% de los fallecidos son mayores de 65 años. Cuando tengamos a toda la población de riesgo vacunada más la población que ha pasado el virus, que eso en España acabará pasando a una de cada cinco personas, y a jóvenes con un sistema inmunitario muy fuerte, el virus circulará y cada vez que nos enfrentemos a él nos reforzará la memoria inmunitaria, la hayamos adquirido o no. Por eso creo que no vamos a tener que estar revacunando constantemente; tal vez sí se haga con los grupos de riesgo, pero no creo que vayamos a ser esclavos de este virus en el futuro.
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