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jueves, 3 de junio de 2021

Es hora de aplicar las lecciones aprendidas de la Covid-19 sin bajar la guardia

Profesión
Rosalía Sierra
Jue, 03/06/2021 - 11:42
V Jornadas de Seguridad del Paciente de Somuca
Un sanitario atiende a un paciente en la UCI del Hospital Enfermera Isabel Zendal
Un sanitario atiende a un paciente en la UCI del Hospital Enfermera Isabel Zendal

El sistema sanitario cuenta hoy con numerosas herramientas de prevención y contención validadas por la evidencia para neutralizar al SARS-CoV-2. Aunque el arma principal sean las vacunas, los expertos son unánimes al advertir que no se puede bajar la guardia para garantizar la seguridad del binomio paciente/profesional sanitario, y apuestan por anclar a la gestión y a la práctica clínica lo mucho aprendido el último año, en algunos casos a golpe de experiencia más que de evidencia.

Es el trasfondo que sostiene las V Jornadas de Seguridad del Paciente, organizadas por la Sociedad Murciana de Calidad Asistencial (Somuca). Durante su intervención en este foro, dos profesionales del Hospital Universitario Ramón y Cajal (HURyC), Jesús María Aranaz, jefe de servicio de Medicina Preventiva y Salud Pública, y Santiago Moreno, jefe de servicio de Enfermedades Infecciosas, han expuesto su visión de primera mano sobre el antes y después de la covid.

Ambos han desgranado algunas lecciones aprendidas de su propia experiencia en el HURyC, donde ingresaron más de 6.000 pacientes, de los que un millar fallecieron, y se llegaron a contagiar 1.545 trabajadores de los 6.195 de la plantilla. Fue uno de los primeros centros en disponer de vigilancia epidemiológica a tiempo real y publicar en plena crisis un boletín diario señalando a los profesionales las zonas hospitalarias limpias o contaminadas. También fue el primer hospital de Madrid en el que se hicieron autopsias de covid y pruebas masivas de serología. Otra medida pionera fue enviar a domicilio la medicación de pacientes crónicos que no podían desplazarse.

Seguridad del paciente y del profesional

Según Jesús María Aranaz, un primer aprendizaje tiene que ver con el nuevo modelo de gestión en el que es imprescindible la información de calidad para tomar decisiones, sostenido en la información transparente y la cogobernanza. Durante la primera oleada pandémica en el HURyC se reunía a diario el grupo MacroCovid (ahora lo hacen semanalmente) para tomar decisiones que permitieran incrementar la resiliencia de la organización, desarrollando su capacidad para adaptarse a las nuevas circunstancias.

La generosidad de los profesionales ha sido la segunda lección. Aranaz explica que han podido desarrollar nuevas formas de trabajo colaborativo. “Oftalmólogos haciendo de rastreadores, radiólogos haciendo de epidemiólogos, o neurólogos y urólogos controlando a pacientes covid. Se ha combinado el esfuerzo colectivo con la responsabilidad individual, además de propiciar la empatía con el enfermo”. Hicieron lo posible para mitigar la fatiga pandémica (cansancio, tristeza, desconfianza y falta de expectativas), que hacía mella entre los profesionales, publicaron un manual breve para la recuperación de segundas víctimas.

También aprendieron el valor de la sensatez. Hubo que ponderar necesariamente el principio de precaución basado en el conocimiento, la experiencia y la agilidad en la toma de decisiones clínicas, organizativas y preventivas. “A veces, medidas para reducir riesgos pueden generar otros riesgos distintos. Los riesgos son competitivos entre sí”, comenta.

Necesidades inmediatas

Una cuarta lección es la necesidad de intensificar la investigación aplicada a las necesidades inmediatas, como la búsqueda de los mejores equipos de protección, o que pudieran reprocesarse en caso de desabastecimiento. Ellos mismos publicaron evidencias sobre la descontaminación de filtros respiratorios y sobre los mecanismos de transmisión del SARS-CoV-2 en el ámbito hospitalario.

El valor de la mesura también se aprende. Apuestan por garantizar la seguridad del paciente y del profesional, pero también por "cubrir las necesidades no atendidas durante la crisis y reforzar las nuevas relaciones establecidas entre niveles asistenciales, centros sociosanitarios y salud pública”.

La sexta lección se refiere al paciente informado como “aliado esencial e integrante de pleno derecho del equipo asistencial”. Y la última enseñanza pandémica es la de no bajar la guardia. “Hay que lograr que la vacuna sea la pértiga para superar todos los obstáculos, pero también evitar las tres C: espacios cerrados, lugares concurridos y relaciones cercanas”, recalca Aranaz.

Qué se hizo mal

Santiago Moreno es algo indulgente con las incertidumbres de los primeros meses de pandemia “porque nadie había vivido algo así”. Pero sí critica lo ocurrido después de la primera oleada cuando la situación en todo el país era muy buena, con casos residuales. “Podríamos haberle dado la puntilla al virus, pero entre unos y otros conseguimos repetir oleadas con un número de muertes muy preocupante. Creo que hicimos las cosas mal, pero no sé si podrían haberse hecho de otra forma”, espeta, justificando los cambios de estrategia para contener el virus por el desconocimiento inicial de los mecanismos de transmisión.

Este experto en enfermedades infecciosas afirma que durante la crisis se han dado problemas de seguridad tanto para el paciente como para los profesionales. “Al principio fue por deficiencias y carencia de equipos de protección, pero hubo otras cosas criticables. Cuando todo el mundo estaba a pie de obra y ya se sabía que había transmisión local, perdimos un tiempo precioso porque nos obligaban a pedir consentimiento para hacerles PCR a los pacientes y teníamos que hacer muchas solicitudes por teléfono. Esto jugó en contra de la seguridad de los pacientes y también del personal sanitario, que durante ese tiempo se sometió a exposición innecesaria”.

Errores entre profesionales

Moreno reconoce que durante la primera oleada también hubo falta de seguridad en ciertos gestos de los propios profesionales sanitarios, que eran muy rigurosos con los equipos de protección cuando estaban con el paciente, pero se retiraban guantes y mascarillas en la sala de profesionales donde tomaban café. “No éramos conscientes de lo que teníamos encima y hubo brechas de seguridad que hoy día están identificadas, hasta el punto que hay gente trabajando sola en su despacho con la mascarilla puesta”. Cree que es una de las lecciones aprendidas y no se descuidará en futuribles pandemias.

“Lo más importante para enfrentarnos a otra crisis similar sería diseñar un sistema que permita absorber una asistencia masiva de pacientes al hospital, pero estableciendo circuitos claros para los de otras patologías, logrando que se sientan seguros con el circuito asistencial diferenciado”. Y, en cuanto a las infraestructuras adecuadas para albergar a pacientes de forma masiva, dice Moreno que “Ifema funcionó, pero no vamos a discutir si pudo hacerse mejor o no; lo cierto es que en aquellos momentos permitió reservar espacios hospitalarios para otros pacientes”. Y cree que habrá que concebir las nuevas estructuras sanitarias con espacios más amplios para acoger a un gran número de pacientes, “más que pensar en grandes reformas estructurales basadas en futuras pandemias”. 

Percepciones desde la UCI

Santiago Moreno fue de los primeros médicos en dar positivo por Sars-Cov-2, el 14 de marzo de 2020, cuando se iniciaba el confinamiento, y lo describe como “una experiencia humana y profesional que no caerá en saco roto”. Se reconoce más sensibilizado desde entonces por dos percepciones que tuvo desde la UCI: como médico enfermo experimentó “el privilegio de una persona que ve que cómo le atienden lo mejor posible”, pero sufrió en carne propia el aislamiento de los pacientes. “Fui consciente de la importancia de que la información médica se transmita de forma delicada y positiva, porque eso repercute en el paciente tanto como la medicación. Aprendí de ellos que los médicos tenemos que decirles a los enfermos que nos preocupamos por ellos y que estamos a su disposición”. La soledad también le ha impresionado hasta el punto de que la describe como un “sufrimiento adicional de la enfermedad” y, admitiendo la necesidad de restringir visitas, aboga por soluciones que permitan paliarla al máximo.

Literatura pandémica

Para saber más sobre epidemias fuera de la literatura científica, Jesús Aranaz recomienda leer cuatro obras muy ilustrativas: Ensayo sobre la ceguera (una pandemia de ceguera que se transmite por la mirada), de José Saramago; El mapa fantasma (basada en el brote de cólera de Londres en 1854),de Steven Johnson; El jinete pálido (sobre la pandemia de gripe de 1918), de Laura Spinney, y Némesis (sobre la epidemia de polio de 1944), de Philip Roth.

No se puede bajar la guardia para garantizar la seguridad del binomio paciente/profesional sanitario; los expertos apuestan por incorporar lo aprendido. coronavirus Off Pilar Laguna. Murcia Profesión Profesión Off

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