Los lectores atentos advertirían sin duda mi incomodidad cuando, para la reciente serie «Mal follada (con perdón)», me vi obligado a escribir más de dos y más de tres palabras malsonantes, que es algo a lo que no estoy nada acostumbrado. Me consuela saber que no estoy solo en la defensa de la cortesía obligada que debemos mantener en el lenguaje tanto hablado como escrito, y en la reticencia a usar tacos y palabrotas tanto en la charla pública como en la privada.
No traigo en mi apoyo, además, a ningún beaturrón ni meapilas, sino a Luis Buñuel; para mí, uno de los mayores maestros del erotismo cinematográfico de todos los tiempos. Estamos hablando, de hecho, nada menos que del director de La edad de oro, Susana, Él, Ensayo de un crimen, Viridiana, Diario de una camarera, Belle de jour y Ese oscuro objeto del deseo.
En sus memorias, Mi último suspiro (1982), publicadas un año antes de su muerte, Buñuel dejó escrito:
«[…] un director soviético cuyo nombre no recuerdo, que había recibido permiso para ir a París, me pidió que le organizara una pequeña orgía parisiense. Me dirigí a Aragon, que me preguntó: «Y bien, mi querido amigo, ¿es que quieres que te…?» Aquí, con la mayor delicadeza del mundo, Aragon utilizó la palabra que el lector adivinará, pero que yo no puedo escribir.
Nada me parece tan despreciable como esa proliferación de palabras mal sonantes que desde hace varios años se observa en las obras y las charlas de nuestros escritores. Esta pretendida liberalización no es más que una vil adulteración de la libertad. Es por lo que rechazo toda insolencia sexual y todo exhibicionismo verbal.»
Fernando A. Navarro
Las palabras malsonantes no tienen cabida en la cortesía obligada que hemos de mantener en el lenguaje tanto hablado como escrito. Off Fernando A. Navarro Offvia Noticias de diariomedico.... https://ift.tt/3fVhufl
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