Qué impacto va a tener en la salud mental una pandemia de la magnitud de la provocada por el SARS-CoV-2, tan prolongada en el tiempo y con implicaciones tan importantes en la economía y el empleo; las relaciones familiares, laborales y sociales; la organización y el funcionamiento de la sanidad (dificultad de acceso, teleasistencia, listas de espera disparadas);..., es una de las varias preguntas del millón que se plantean los expertos.
En las consultas de atención primaria los problemas psicológicos y psiquiátricos derivados de la pandemia son ya más que visibles. El largo confinamiento obligatorio (por el estado de alarma) de la primera ola, en muchos casos vivido en solitario (especialmente por las personas mayores no institucionalizadas), y tanta mortandad en tan poco tiempo fue causa de tristeza, insomnio, angustia, ansiedad, estrés y depresión; y también provocó que algunas personas con enfermedades mentales y neurológicas, discapacidad intelectual, adicciones y trastornos (alimentarios, conductuales...) se descompensasen. El extendido fenómeno de la violencia doméstica, con los días de encierro, también parece que fue a más.
¿En qué magnitud se ha dado todo ello? No sé si algún día lo sabremos con exactitud, teniendo en cuenta que no tenemos un registro centralizado ni una sistemática de recogida de datos (anonimizados) automática de las historias clínicas electrónicas: cuántos infectados por el SARS-CoV-2 sumamos y de qué perfiles (edad, sexo, lugar de residencia, etc.); cuántos han sido asintomáticos, leves, graves o muy graves; cuántos sufren secuelas y de qué tipo (incluidas psicológicas y psiquiátricas); cuántos han sido éxitus y donde (residencia, hospital, domicilio...);... .
Pero no tardaremos en hacernos una idea sobre el impacto en salud mental cuando, masivamente, demandemos atención psicológica y psiquiátrica y, masivamente, no obtengamos respuesta dentro de un tiempo prudencial en nuestros respectivos sistemas sanitarios autonómicos.
¿Qué han previsto las administraciones competentes para poder hacer frente al incremento de esta demanda de atención psicológica y psiquiátrica, que incluirá la formulada por parte de trabajadores en activo? ¿Habrá suficientes recursos para pacientes agudos de Psiquiatría en los hospitales monográficos, generales y terciarios? ¿Se ha previsto una red de atención telemática que detecte casos de atención urgente (con riesgo de autolesiones graves o de suicidio o de daños a otros)? ¿Estará la atención primaria preparada para, además de todo lo que ya asume, intentar paliar un empeoramiento del ya crónico déficit nacional de recursos de salud mental?
Además, son muchas las campañas de información y concienciación pública necesarias en estos momentos –qué hacer para prevenir la infección por el SARS-CoV-2, qué síntomas de sospecha de Covid-19 hay que tener en cuenta y qué hacer en caso de que se presenten, importancia de vacunarse de la gripe este año…-, pero ya vamos tarde con esta otra: qué nos puede indicar que necesitamos ayuda psicológica o psiquiátrica, por qué es importante que la pidamos pronto (los síntomas pueden ir a peor) y a dónde acudir y qué hacer en caso de ideación de autolesiones o suicidio. "Más valen cien porsiacaso, que un yopenseque” (La ciudad oscura, Fernando Gamboa González).
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