El metilmercurio consumido durante el embarazo y lactancia puede atravesar la placenta o excretarse a través de la lecha materna y afectar al desarrollo del sistema nervioso central del bebé que todavía no se ha completado.
La exposición al metilmercurio se debe al consumo de ciertos tipos de pescado como el pez espada, el atún rojo, el cazón, el marrajo o la tintorera.
Un equipo de investigadores del Servicio de Obstetricia y Ginecología del Hospital Universitario de Fuenlabrada se han unido al estudio europeo HBM4EU-MOM, que se enmarca dentro del Proyecto Human Biomonitoring for Europe (HBM4EU), para investigar los efectos del mercurio (compuesto neurotóxico metilmercurio) en 650 mujeres embarazadas de cinco países con un alto consumo de pescado (España, Chipre, Grecia, Islandia y Portugal).
En el caso español, esta investigación liderada por el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), a través de su Centro Nacional de Sanidad Ambiental (CNSA), estará a cargo de un equipo multidisciplinar formado por investigadores del Hospital Universitario de Fuenlabrada del Área Obstétrica y del Área de Toxicología Ambiental del CNSA.
Objetivo principal de la investigación
“El objetivo principal de este estudio es controlar la exposición prenatal al metilmercurio de nuestras embarazadas, para ello es necesario determinar, cuál es el grado de exposición de nuestra población gestante, mejorar la información sobre el consumo de pescado recomendado de nuestras embarazadas y profesionales sanitarios y evaluar la efectividad de realizar una acción formativa intensiva sobre hábitos dietéticos durante el control gestacional. El equipo obstétrico del Hospital de Fuenlabrada será el encargado de seleccionar a las pacientes y realizar la toma de muestras de cabello durante la visita prenatal y en el momento del parto”, expone a DM María Teulón, jefa del Servicio de Obstetricia y Ginecología del Hospital Universitario de Fuenlabrada.
“La mayoría de nuestras pacientes desconoce el efecto del mercurio sobre nuestro sistema nervioso y el potencial efecto perjudicial sobre los bebés”, apunta.
La especialista recuerda que “cualquier interferencia en el desarrollo neurológico durante la infancia puede tener consecuencias importantes en el desarrollo”. No hay tratamiento que elimine la presencia de mercurio en el organismo. La única opción es “impedir el efecto acumulativo derivado de la ingesta de alimentos que lo contienen”, lo que en nuestro medio se traduce en restringir de pez espada, atún rojo, tiburón, cazón y lucio.
El riesgo derivado de la ingesta de determinadas cantidades de mercurio está bien establecido. “La Comisión Alemana de Biomonitorización Humana ha definido los valores guía basados en salud (HBM-I y HBM-II) para el mercurio. Estos valores pueden consultarse en su web. Hay que tener en cuenta que el riesgo no es igual para toda la población, en el caso del metilmercurio la población de riesgo está muy definida: mujeres embarazadas, que planeen estarlo o en lactancia, mujeres fetos y niños de temprana edad. El consumo de pescado en esos grupos debe adecuarse a las recomendaciones de la AESAN (Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición), evitando las especies con mayor contenido de mercurio antes mencionadas, pero nunca dejar de consumir pescado”.
La ginecóloga recalca que “afortunadamente en nuestro país, tenemos disponibles una amplia variedad de especies en cualquier espacio de venta al público, de consumo seguro. Según estas recomendaciones, una embarazada debería consumir 3-4 raciones de pescado semanales, procurando varias especies entre pescados blancos y azules”.
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