El nombre de Hanna-Barbera evoca telerrecuerdos de infancia a toda mi generación, la que vivió la niñez entre finales de los años sesenta y principios de los setenta. Estudio de animación fundado en 1957 por William Hanna y Joseph Barbera, directores de Metro-Goldwyn-Mayer, en pocos años se convirtió en la productora líder mundial de dibujos animados para la televisión. La calidad de sus series animadas era muy inferior a la de los cortometrajes cinematográficos de Walt Disney y Warner Bros., eso no admite discusión; pero se dieron a conocer en todo el orbe a través de la caja tonta: ¿quién de mi edad no vio algún episodio de Los Picapiedra, El oso Yogui, Huckleberry Hound, Scooby-Doo, Tiroloco McGraw, Don Gato…
Este año se cumplen sesenta del estreno estadounidense de la serie The Jetsons (Los supersónicos) de Hanna-Barbera, que, pese a tener una sola temporada (1962-1963) de 24 capítulos, alcanzó gran popularidad en todo el mundo (España incluida, donde se emitió la versión doblada en Méjico, como era habitual en la época para todos los dibujos animados). Ambientada en el año 2062, el rasgo más distintivo de Los supersónicos era que, en cada capítulo, aparecían archiperres tecnológicos que parecían ridículos e imposibles entonces (algo así como una versión futurista de los estrambóticos cacharros y chirimbolos prehistóricos de los Picapiedra).
Imposibles en 1962, pero ¿y hoy, vista la serie sesenta años después? Los guionistas no adivinaron la liberación femenina (la madre, Ultra Sónico en la versión doblada, Jane Jetson en la original, es la prototípica ama de casa de clase media, loca por ir a probarse y comprar modelitos en el centro comercial), y tampoco tenemos aún ―ni se los espera en breve― los típicos coches voladores de toda película futurista del siglo pasado. Pero predominan los aciertos: los niños de medio siglo atrás veíamos divertidos en la pequeña pantalla cómo los integrantes de la familia Sónico disponían de despertadores y asistentes que hablan como hoy lo hacen Siri y Alexa; se comunicaban por videochat; habitaban edificios inteligentes con todos los adelantos imaginables de la domótica: pantallas planas de televisión, cintas transportadoras, aspiradora robot muy parecida a Roomba, camas de bronceado, diarios digitales, relojes inteligentes con función de videollamada, menú digital través de pantalla táctil para elegir la comida… Los guionistas de Los supersónicos, sí, fueron capaces de predecir la robotización, las clases en línea, los viajes a la Luna, el teletrabajo, la jornada laboral reducida, las cápsulas endoscópicas e incluso la telemedicina: estas consultas médicas por Internet que la pandemia de covid-19 ha generalizado en todo el mundo.
En el capítulo 10 de la serie («El Uniblab»), el hijo, Cometín (Elroy Jetson en la versión original), se niega a ir a la escuela porque dice haber contraído el virus de Venus. Su madre Ultra, que sospecha de cuentitis para no tener que hacer el examen de cálculo espacial (la semana anterior había sido la viruela marciana; en el original, Martian mumps, paperas marcianas), avisa al doctor Ken Racey, y este pasa la consulta por videollamada. Ante la sospecha de una enfermedad vírica tan contagiosa («Venus virus? Oh, that can be catching»), se pone una mascarilla antes de mirarle la lengua y la garganta a Cometín desde la pantalla. En un santiamén diagnostica un simple empacho y prescribe como tratamiento ir a la escuela. Antes de despedirse, por cierto, nos informa del precio de una videoconsulta de apenas un minuto en el año 2062: cien aerodólares.
Fernando A. Navarro
Sesenta años después del estreno de 'Los supersónicos' (1962), se han cumplido muchas de sus disparatadas predicciones; entre ellas, las teleconsultas por videollamada. Off Fernando A. Navarro Offvia Noticias de diariomedico.... https://ift.tt/mIVyPjY
No hay comentarios:
Publicar un comentario