Según la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ), la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) es una patología respiratoria crónica producida por la inhalación de una sustancia tóxica, generalmente el tabaco. En ella se produce una obstrucción al flujo aéreo y una dificultad para vaciar el aire de los pulmones. Este daño hace que las paredes de los alveolos se destruyan, los bronquios se engrosen y los pulmones fabriquen más moco de lo normal, lo que hace que se obstruyan las vías respiratorias.
La sociedad alerta de que afecta al 11% de la población mayor de 40 años en España. Pero un dato aún más preocupante que su alta prevalencia es que se ha calculado que su infradiagnóstico es del 75%. Además, también ha tenido, y está teniendo, su cuota de protagonismo durante la pandemia de la covid-19, ya que su presencia se ha asociado a una situación de mayores riesgos y complicaciones ante el virus. Además, las dificultades para acceder a atención primaria durante la pandemia ha hecho que no se pudiera acceder con facilidad a la espirometría, una prueba sencilla (dura diez minutos) e indolora que ayuda al diagnóstico, tratamiento y seguimiento de la EPOC. Por ello, toda labor encaminada a la cesación tabáquica (tanto en pacientes con la enfermedad como en población general) y una apuesta por el ejercicio físico y el correcto manejo de los inhaladores permitirán minimizar su enorme impacto sanitario y social.
Todos los expertos señalan al tabaco como el principal factor de riesgo para el desarrollo y la progresión de la EPOC. Según Lucrecia Moreno, catedrática de Farmacología de la Universidad CEU Cardenal Herrera, de Valencia (CEU-UCH), “los fumadores tienen una disminución más rápida de la función pulmonar y una tasa de mortalidad más alta que los no fumadores” Y en este escenario, Moreno afirma que las exacerbaciones o agudizaciones “son una causa importante de morbilidad y mortalidad”. Las exacerbaciones aceleran el declive funcional, tienen un impacto negativo en la calidad de vida y disminuyen la supervivencia. “Es importante que los médicos identifiquen a los pacientes con mayor riesgo de exacerbación y traten de prevenirlas. En estos pacientes, la exacerbación de la EPOC puede prevenirse mediante inmunización e intensificación del tratamiento”, incide la catedrática.
Para Javier de Miguel Díaz, neumólogo y coordinador del área de EPOC de Separ, “las infecciones, tanto virales como bacterianas, constituyen la causa principal de agudizaciones de la EPOC. Por otra parte, la exposición a contaminantes medioambientales, polvo, vapores o humos puede también causar exacerbaciones”. Estas situaciones, comenta Moreno, alteran “el equilibrio dinámico entre agentes patógenos y comunidades bacterianas normales”.
Los factores que agudizan la enfermedad, añade Blanca Suárez, farmacéutica y formadora colegial del COF de Ciudad Real, “serán principalmente aquellos que la desencadenan o causan, como el hábito tabáquico, pero existen muchos otros que van a influir en su agudización y/o progresión como el sedentarismo, llevar una alimentación no adecuada, enfermedades infecciosas respiratorias, la falta de adherencia al tratamiento prescrito, una técnica de inhalación inadecuada, el alcoholismo, etc.”. En concreto, apunta Moreno, las comorbilidades, como patología cardiovascular, bronquiectasias, reflujo gastroesofágico, trastornos mentales y síndrome de la apnea obstructiva del sueño, “se asociaron con un mayor riesgo de exacerbaciones de EPOC”.
Respecto al tabaco, según Suárez, “el 80-90% de los casos de EPOC son debidos al hábito tabáquico” y, por ello, “su abandono es imprescindible para frenar la progresión de la enfermedad y mejorar, en la medida de lo posible, la calidad de vida los pacientes y su pronóstico”. En este sentido, Moreno hace hincapié en que la deshabituación tabáquica “ayuda a reducir la mortalidad, a mejorar los síntomas respiratorios y a disminuir los ingresos hospitalarios”.
Acudir a un profesional sanitario
De Miguel Díaz apunta que cuando un paciente fumador con EPOC esté dispuesto a hacer un intento de abandono del tabaco, “se recomienda que acuda a un profesional sanitario para que le prescriba la terapia más adecuada”. Todos los expertos coinciden en que esta solo puede ser una mezcla de terapias farmacológicas y no farmacológicas. “La efectividad de las intervenciones terapéuticas se basa tanto en la acción psicosocial (terapia cognitivoconductual) como en el tratamiento farmacológico, siendo ambas intervenciones necesarias para lograr los resultados terapéuticos”, remarca Moreno.
El portavoz de Separ destaca el asesoramiento psicológico, “con el fin de vencer la dependencia psíquica”, y la terapia farmacológica “para combatir la dependencia física causada por la nicotina”.
Respecto a la terapia farmacológica, explica Moreno, “disponemos de la terapia sustitutiva de nicotina (chicles y comprimidos de nicotina) y los fármacos ansiolíticos, como el bupropion (inhibidor selectivo de receptación neuronal de catecolaminas), que ayudan a manejar el síndrome de abstinencia a la nicotina”. También se contaba con la vareniclina (un agonista parcial de los receptores neuronales nicotínicos), pero “está, actualmente, retirada del mercado”, recuerda De Miguel Díaz.
Hay que subrayar que la deshabituación tabáquica es un objetivo difícil de conseguir y la participación del farmacéutico puede contribuir al éxito. Hay muchas experiencias que lo corroboran, entre ellas una tesis doctoral de la Universidad de Granada realizada por Alicia Marín Armero en 2015, que concluyó que la atención farmacéutica es un método eficaz para lograr la deshabituación tabáquica, consiguiendo a los doce meses una tasa de abstinencia total en el 43% de los pacientes, siendo estos resultados mejores que en otros entornos sanitarios.
También reveló que el uso de nuevas tecnologías en los programas de atención farmacéutica en deshabituación tabáquica incrementa la adherencia y, por tanto, los resultados positivos. El Consejo General de Colegios de Farmacéuticos y la Sociedad Española de Farmacia Clínica, Familiar y Comunitaria (Sefac) llevan años trabajando a favor de la formación de los profesionales en este ámbito, incluyendo acciones dirigidas a la población general.
Más allá de las actividades centradas en impulsar la deshabituación tabáquica en las farmacias, destacan otras acciones centradas concretamente en el paciente con EPOC, como el programa Epoca para la prestación del servicio de prevención y control de esta patología en las farmacias comunitarias, que lanzó Sefac en 2015 con el aval de las sociedades médicas de atención primaria, como Semergen, Semfyc y SEMG, la de Separ, y la colaboración de Boehringer Ingelheim. El objetivo de esta acción no era otro que formar y capacitar al farmacéutico comunitario en el abordaje de la EPOC y mejorar la atención prestada a los pacientes mediante el fomento de la adherencia a sus tratamientos farmacológicos y el adiestramiento en el correcto manejo de los inhaladores. Con este era el tercer programa de capacitación desarrollado por Sefac entonces para prestar un servicio profesional farmacéutico, tras Cesar (cesación tabáquica) e impacHta (HTA y riesgo vascular).
Ejercicio sí, pero ¿cómo
Para Javier de Miguel Díaz, el ejercicio físico representa otra parte importante del tratamiento de los pacientes con EPOC: “Se asocia con una disminución más lenta de la función pulmonar y con un incremento de la supervivencia”, apunta. De esta forma, cualquier estrategia que suponga un aumento de la capacidad de ejercicio de estos pacientes, evitar el sedentarismo y favorecer la actividad y el ejercicio físico habitual o, simplemente, pasear diariamente, “es beneficiosa para estos enfermos y reduce su mortalidad, por lo que debería recomendarse de forma general”.
No obstante, Suárez recuerda que “los pacientes con EPOC tienen limitaciones para hacer ejercicio físico”, que serán de mayor o menor magnitud “en función de la progresión de la enfermedad y del grado de su control”. Estas limitaciones van a influir también en su capacidad para realizar actividades de la vida cotidiana, “lo que conlleva la pérdida de autonomía y calidad de vida”. Aunque por norma general el ejercicio físico es beneficioso, “es de vital importancia adecuarlo a la capacidad respiratoria y estado de cada paciente y hacerse bajo la supervisión de un profesional sanitario que establezca el estado basal y los ejercicios de fisioterapia respiratoria que pueda implementar en cada caso”.
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