En todos los campos del saber, tenemos hoy siglas hasta en la sopa, pero si hay uno que destaque como generador imparable de siglas, ese es probablemente el de las ciencias médicas: ACVA, ADN, AINE, ATP, BCG, CID, CRISPR, DE, EEG, EICH, ELA, EPI, EPOC, FDA, γ-GT, HDL, HTA, ICC, IECA, IVE, LH, LOE, MIR, OMS, ORL, PFH, PRL, QT, RCP, RMN, TAC, TBC, UCI, VIH, VLDL, VSG, WPW… Uno de los rasgos más destacados del lenguaje médico actual es, sin duda, la siglomanía rampante. Se hace difícil leer una historia clínica, un informe médico o un artículo especializado sin que nos encontremos, cada dos por tres, con siglas inexplicadas cuyo significado no siempre es fácil de interpretar a la primera.
Podría traer cien ejemplos para ilustrarlo, pero me limitaré a citar un solo, recogido por el oncólogo Amalio Ordóñez Gallego en su libro Lenguaje médico: estudio sincrónico de una jerga (Madrid: UAM, 1991): «Creemos que la SMS es un tratamiento adecuado en pacientes con AH secretores de GH, mixtos de GH/PRL, secretores de TSH o en algún caso de AH N-F».
El problema no es exclusivo de nuestra lengua, sino que nos viene importado del inglés, donde también la siglofilia crece imparable en los textos médicos desde el final de la II Guerra Mundial. Al menos esa es la creencia general; pero faltaba demostrarlo de manera objetiva y cuantitativa. Es justamente lo que se propusieron dos científicos en las antípodas: el británico Adrian G. Barnett, catedrático de estadística en la australiana Universidad Politécnica de Queensland, y la cangurolandesa Zoë Doubleday, ecóloga marina de la Universidad de Australia Meridional.
Para ello, y con ayuda de un programa informático, analizaron cerca de 25 millones de títulos y más de 18 millones de resúmenes de artículos médicos indizados en PubMed y publicados entre 1950 y 2019. Como esperaban, encontraron en ellos gran cantidad de siglas: exactamente 1 112 345 siglas diferentes, que son muchas siglas, demasiadas.
Demasiadas, sí, porque las siglas dificultan sobremanera la comprensión de textos ya de por sí bastante complejos. A modo de muestra siguen cuatro ejemplos; cuatro frases sueltas extraídas del resumen de sendos artículos médicos publicados ya en nuestro siglo XXI:
«RUN had significantly (p<0.05) greater size-adjusted CSMI and BSI than C, SWIM, and CYC; and higher size, age, and YST-adjusted CSMI and BSI than SWIM and CYC.» [2002]
«After their co-culture with HC-MVECs, SSc BM-MSCs underwent to a phenotypic modulation which re-programs these cells toward a pro-angiogenic behaviour.» [2013]
«Results showed that TOR2 is not directly a target gene of BmNPV-miR-415, but its expression is up-regulated by BmNPV-miR-415 via Bmo-miR-5738, which could be induced by BmNPV.» [2015]
«Applying PROBAST showed that ADO, B-AE-D, B-AE-D-C, extended ADO, updated ADO, updated BODE, and a model developed by Bertens et al were derived in studies assessed as being at low risk of bias.» [2019]
El uso de siglas, ¿aumentó, disminuyó o se mantuvo estable con el paso del tiempo en el período considerado de 1950 a 2019? Quedamos emplazados al domingo que viene para ver con más detalle los resultados obtenidos en este estudio.
Fernando A. Navarro
Continúa en: «Los artículos médicos, cada vez más infestados de siglas (y II)»
En todos los campos del saber, tenemos hoy siglas hasta en la sopa. En el ámbito concreto de la medicina, ¿creen que el uso de siglas ha aumentado, ha disminuido o se ha mantenido más o menos estable desde 1950 hasta la fecha? Off Fernando A. Navarro Offvia Noticias de diariomedico.... https://ift.tt/3oJACyN
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